Alma Firme
24 de abril
No pienses, mi
queridísima hijita, en las arideces, desánimos y tinieblas desalentadoras que a
menudo afligen tu espíritu, porque son queridas por Dios para tu mayor bien. Un
día la Magdalena hablaba al divino Maestro y, sintiéndose alejada de él,
lloraba y lo buscaba y estaba tan ansiosa por verlo que, viéndolo, no lo veía,
y creía que aquel hombre era el hortelano.
Es lo que te
sucede a ti. ¡Ánimo!, mi buena hijita, no te inquietes por nada. Tienes en tu
compañía a tu divino Maestro; no estás separada de él. Ésta es la verdad y la
única verdad. ¿De qué temes? ¿De qué te lamentas? ¡Ánimo!, pues. Ya no puedes
ser ni una niña ni siquiera una mujer; hay que tener un corazón varonil; y
hasta que tengas el alma firme en la voluntad de vivir y de morir en el
servicio y el amor a Dios, no te inquietes ni de las limitaciones ni de
cualquier otro impedimento.
La Magdalena
quería abrazar a nuestro Señor; y este dulce Maestro, que se lo había permitido
en otras ocasiones, esta vez le interpone un obstáculo, un impedimento: «No - le dice - no
me toques, porque aún no he ascendido a mi Padre».
(18 de agosto de 1918, a Antonieta Vona – Ep. III, p. 871)
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