Hombre nuevo
9 de abril
Hijas mías, es necesario resignarse a lo que hemos heredado de nuestros progenitores, Adán y Eva. El amor propio nunca muere antes que nosotros, sino que nos acompañará hasta la tumba. ¡Dios mío!, qué desgracia, hijitas mías, para nosotros, pobres hijos de Eva. Es necesario sufrir permanentemente sus asaltos sensibles y sus prácticas secretas mientras estamos en este mísero destierro. Pero, ¿para qué? ¿Quizás para tener que desanimarnos y perder el valor y renunciar al camino del cielo? No, queridísimas hijitas; tengamos ánimo; a nosotros nos basta con no consentir con una voluntad querida, deliberada, firme y permanente.
Y esta virtud de la indiferencia es tan excelente que nuestro hombre viejo y la parte emotiva y la naturaleza humana según las facultades naturales [al parecer falta el final de la frase, ndr]; ni siquiera fue capaz nuestro Señor, que, como hijo de Adán, aunque exento de todo pecado y de toda pertenencia al mismo en su parte sensitiva y según las humanas facultades, no fue de ningún modo indiferente; al contrario, deseó no morir en la cruz, estando reservada la indiferencia ante esa clase de muerte al espíritu, a las facultades inflamadas por la gracia, en suma a sí mismo, ya que él es el hombre de la gracia, el hombre nuevo.
(25 de septiembre de 1917, a Raquelina Russo – Ep. III, p. 505)
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