Signos...


28 de abril

Tú dices que no sabes distinguir si los rayos de luz que a veces se producen en el fondo de tu espíritu provienen de Dios o vienen de otros, temiendo estar engañada en todo a causa de tu sutil amor propio.

Pues bien, he aquí los signos para conocer si esos rayos de luz provienen del Padre de las luces. Estos signos se reducen a tres. El primero es que esas luces producen un conocimiento cada vez más admirable de Dios, el cual, en la medida en que se nos revela, nos concede una idea cada vez más alta de su incomprensible grandeza. En resumen, esa luz nos lleva a amar cada vez más a Dios nuestro Padre y a sacrificarnos cada día más por su honor y por su gloria. El segundo signo es un conocimiento cada vez mayor de nosotros mismos, un sentimiento cada vez más profundo de humildad ante el pensamiento de que una criatura tan vil haya tenido la osadía de ofenderle, y que se atreva todavía a dirigirle la mirada, a observarlo. El tercero es que estos rayos celestiales producen en el alma un desprecio cada vez mayor de todas las realidades terrenas, exceptuadas sólo aquellas que pueden ser útiles para el servicio de su Dios.

Por tanto, si esos rayos de luz producen estos tres efectos en el alma, retenlos como provenientes de Dios. Estos efectos no pueden de ningún modo producirlos en el alma ni el enemigo ni mucho menos nuestra fantasía y nuestra imaginación.

(25 de abril de 1914, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 76)

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