El Amor




26 de abril

El amor nos hace correr a gran velocidad, el temor en cambio nos hace mirar con prudencia dónde se pone el pie, guiándonos para no tropezar nunca en el camino que nos lleva al cielo. Sé que la cruz, queridísima hermana mía, es dolorosa, y para los amantes resulta casi insoportable la que pone en peligro de ofender a Quien se ama y se adora; pero Jesús, tentado en el desierto y colgado de la cruz, es una prueba clarísima, luminosa y muy consoladora de lo que te aseguro en nombre del tiernísimo Esposo de las almas, es decir, que las tempestades de esta vida para un alma que busca a Dios en todo, y lo desea sobre todas las cosas, que lo quiere a él solo en su corazón, que suspira por hacerle reinar como monarca en el centro de su espíritu, y que desea ardientemente ser poseída entera y totalmente por sólo él, y que en esto es mucho más celosa que lo que suele suceder entre dos amantes perdidamente dedicados al amor, digo que todo esto es un signo clarísimo del singular amor y excepcional misericordia de la amorosa providencia de Dios, que no a todas las almas, incluso particularmente privilegiadas, concede.
(25 de abril de 1914, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 76)

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