Obediencia y confianza




12 de abril

Es diabólica la preocupación que llena tu espíritu en relación al cargo que te ha confiado la obediencia y a las innumerables consecuencias que, por razón del mismo, te han venido. Continúa obedeciendo, y así tendrás asegurado el mejor premio que pueda prometerse a un alma que ama a Jesús. No debes admitir turbación alguna en tu espíritu por ningún motivo, y menos por ese al que «me estoy refiriendo». Comprendo que el alma en la cual habita Dios, teme siempre ofender a Dios en cada paso que da; y este temor se hace insoportable si se refiere al cumplimiento de las propias obligaciones. Pero que esa alma se consuele, porque es precisamente ese temor el que le impedirá caer en falta, si se decide a seguir adelante. Hermano mío, si permanecer en pie dependiese de nosotros, seguramente que al primer soplo caeríamos en las manos de los enemigos de nuestra salvación. Confiemos siempre en la piedad divina y experimentaremos cada vez más qué bueno es el Señor.

Aquellas prácticas, aunque en sí mismas buenas, procura eliminarlas cada vez más de ti, porque, si es cierto que en el pasado todo ha marchado según el corazón de Dios, no se puede pensar lo mismo de cara al futuro. Es cierto que el sacerdote, hoy más que nunca, debería estar asequible a todos; pero, hermano mío, para hacer esto se necesitaría un gran acopio de virtud. Además, sabemos bien que el mundo es siempre maligno, y nosotros no debemos dar motivo alguno para juicios malvados.

(9 de febrero de 1916, al P. Basilio de Mirabello Sannitico – Ep. IV, p. 191)

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