Te pido que te detengas a observar la fuerza que tiene la sagrada lectura


14 de octubre

Te pido que te detengas a observar la fuerza que tiene la sagrada lectura para inducir a cambiar de camino y para hacer entrar por la senda de la perfección, incluso a personas mundanas. Para este fin te basta reflexionar en la conversión de san Agustín. ¿Quién fue el que conquistó para Dios a este gran hombre? En definitiva, el que al final lo conquistó no fue ni la madre con sus lágrimas, ni el gran san Ambrosio con su elocuencia divina, sino precisamente la lectura de un libro.

Quien lea el libro de sus confesiones no podrá contener las lágrimas. Qué guerra tan atroz, qué enfrentamientos tan feroces sostuvo en su pobre corazón por la repugnancia grandísima que experimentó al abandonar los placeres obscenos de los sentidos. Dice él de sí mismo que se veía obligado a gemir, atado por su voluntad casi como por una dura cadena, y que el enemigo infernal tenía sujeta su voluntad entre los cepos de una cruda necesidad. Dice que experimentaba agonía de muerte al separarse de sus perversas costumbres.[…].

Pero mientras el santo estaba siendo combatido por afectos tan tumultuosos, oyó una voz que le dijo: toma y lee. Obedeció enseguida a esa voz, y, leyendo un capítulo de san Pablo, pronto se despejaron de su mente los densos nubarrones, se ablandó toda la dureza de su corazón, y su espíritu se encontró con una serenidad plena y una calma deliciosa. Desde ese momento, rompiendo con el mundo, con el demonio y con la carne, se dedicó totalmente al servicio divino, llegando a ser después ese gran santo que hoy se honra en los altares.[…].

Ahora bien, si la lectura de los libros santos tiene tanto poder para convertir a personas mundanas en espirituales, ¡qué grande debe ser la fuerza de esas lecturas para inducir a personas espirituales a mayor perfección!

 (28 de julio de 1914, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 138)

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