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Mostrando entradas de 2012

Al Concluir este Año

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Al concluir este año quiero elevar mis ojos a Ti.   A Ti que habitas en el cielo y estás siempre presente en la Tierra. A Ti que eres la única razón de mi vida, de mi existencia, de mi historia y de mi vocación. Elevo los ojos a Ti Padre del Cielo, Padre de las Misericordias y Dios de todo consuelo. Pero más que los ojos elevo mi corazón. Mi corazón cargado de inmensa gratitud, tanta, que las palabras no podrán describirla. Hoy es un día maravilloso. Y sé Dios mío, Eterno y verdadero, sé que decir hoy es decir ayer, es decir mañana, es decir siempre. Sí siempre, siempre, siempre, porque siempre están derramando tu gracia a raudales en todos tus hijos, también en aquellos que ni siquiera se dan por enterados de ello. ¡Cuánta gracia! ¡Cuánto amor! ¡Cuánto cielo en la Tierra! ¡Cuánta misericordia! Dios eterno y verdadero ¿es hora de hacer un examen? ¿Es tiempo de hacer un balance de mi vida? ¿Es tiempo de estar cara a cara Contigo? Y el corazón dilatado, ensanchado y latiendo f

Me sigue a todas partes

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31 de diciembre Soy plenamente consciente de que no hay nada en mí que pueda atraer las miradas de nuestro dulcísimo Jesús. Ha sido únicamente su bondad la que ha colmado mi alma de tantos bienes. Él casi nunca me pierde de vista; me sigue a todas partes; da vida a mi vida envenenada por el pecado; disipa en mí las densas nubes en las que se halla envuelta mi alma después del pecado. Tan pronto como, al cerrarse mis ojos, veo descender el velo de la noche, veo abrirse ante mí el paraíso y, feliz ante esta visión, duermo con una sonrisa de felicidad en mis labios y una calma total en la frente, esperando que mi pequeño compañero de infancia venga a despertarme, y así entonar juntos las alabanzas matutinas al amado de nuestros corazones. ¡Oh!, padre mío, si el conocimiento de mi realidad despierta en usted algún pensamiento que no sea de compasión, diríjalo, se lo ruego, en mi nombre, a mi amado, como prueba de reconocimiento y de gratitud.   (14 de octubre de 1912, al P

Recibe de Jesús su abrazo, un beso que te santifique y te salve

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27 de diciembre T e exhorto a unirte a mí y a acercarte conmigo a Jesús para recibir su abrazo, un beso que nos santifique y nos salve. Escuchemos en tal sentido al santo rey David, que invita a besar devotamente al Hijo: « Besad al hijo »; porque este hijo del que habla aquí el profeta real no es otro que aquel del que dijo el profeta Isaías: « Una niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: Puer natus est nobis, filius datus est nobis ». Este niño, Raffaelina, es aquel hermano amoroso, aquel esposo amadísimo de nuestras almas, del que la sagrada esposa del Cantar, figura del alma fiel, buscaba la compañía, y suspiraba por sus besos divinos: « ¡Quién me diera a ti por hermano mío, te buscaría y te besaría. Bésame con el beso de tu boca ». Este hijo es Jesús; y el modo de besarle sin traicionarlo, de estrecharlo entre nuestros brazos sin aprisionarlo, el modo de darle el beso y el abrazo de gracia y de amor, que espera de nosotros, y que nos promete devolver, es, según san B

El Señor y la santísima Virgen te hagan cada vez más digna de la gloria eterna

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22 de diciembre Quiero desearte de nuevo felices fiestas del santo Niño con toda tu preciosísima familia. El Señor y la santísima Virgen te hagan cada vez más digna de la gloria eterna. Con esta fe y con estos sentimientos, os deseo a todas vosotras muy felices las hermosas fiestas del santísimo nacimiento de Jesús Niño, y hago fervientes votos para que puedas repetirlas durante el mayor tiempo posible de vida, y siempre con creciente caridad, que es la reina y madre de todas las virtudes. ¡Oh, qué sublime es la bella virtud de la caridad que nos ha traído el Niño Dios! Todos deben llevarla en el corazón, y sobre todo quienes hacen profesión de santidad. A esta santidad el Señor, sin mérito alguno de tu parte, te ha llamado; y, si es cierto que te veo bien encaminada en la caridad, no por eso dejo de invitarte continuamente a que sigas avanzando cada día más en ella.   (22 de diciembre de 1914, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 280)

Acoja el Niño mis pobres ruegos

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21 de diciembre Para las próximas fiestas de la santa Navidad y de fin de año, con el corazón lleno de reconocimiento y con afecto más que filial, le mando mi más sincera felicitación, pidiendo al Niño celestial por su felicidad espiritual y temporal. No dude, padre, de que su hijo sabe cumplir, en cuanto su pequeñez se lo permite, su deber con nuestro común padre, con la firme esperanza de ver cumplidos sus deseos. Acoja el niño que va a nacer mis pobres y débiles ruegos, que en estos días le dirijo, con la más santa insistencia, por la Orden, los superiores, la provincia y la Iglesia entera. Escuche qué curioso fenómeno se está dando en mí desde hace algún tiempo, y que, por otro lado, no deja de preocuparme. En la oración me sucede que me olvido de rogar por aquellos que se han encomendado a mí (no de todos, es verdad) o por aquellos por los que tenía intención de orar. Antes de ponerme a orar, me esfuerzo por encomendar, por ejemplo, a esta o a aquella persona; pero,