Lectio Divina Domingo XXXI del Tiempo Ordinario A. Quien se ensalza será humillado, y quien se humilla será ensalzado
El mayor de ustedes será el que sirva a los demás
Malaquías 1,14b-2,2b.8-10. 1 Tesalonicenses 2,7-9.13.
Mateo 23,1-12
LECTIO
Primera lectura:
Malaquías 1,14b-2,2b.8-10
"Yo soy un gran rey, dice el Señor todopoderoso, y mi nombre es temido entre las naciones.Y ahora, a ustedes, sacerdotes, se dirige este aviso. Si no escuchan, si no se proponen dar gloria a mi nombre, dice el Señor todopoderoso, yo lanzaré contra ustedes la maldición: convertiré en maldiciones sus bendiciones; de hecho, ya las he convertido en maldiciones porque ninguno hace caso. Pero ustedes se han desviado del camino; con su enseñanza han servido de tropiezo a muchos y han invalidado la alianza de Leví, dice el Señor todopoderoso. Por eso, también yo los he hecho despreciables y viles ante todo el pueblo, porque ustedes no me han obedecido, ni en sus decisiones han tratado a todos por igual. ¿No tenemos todos nosotros un mismo Padre? ¿No nos ha creado un solo Dios? ¿Por qué nos engañamos unos a otros y violamos la alianza que Dios hizo con nuestros antepasados?
Palabra de Dios
R/. Te alabamos Señor
La voz de Malaquías se eleva firme, vehemente, y sin mayores sutilezas diplomáticas denuncia a los responsables del pueblo -en concreto, a los sacerdotes y levitas- porque han reducido la religión a unos gestos rituales, a una conducta exterior, privándola de una efectiva incidencia en la vida personal y social. La moralidad, más que búsqueda del bien у de la justicia, es una práctica pervertida y avalada por un sacerdocio corrompido, que menosprecia la alianza y se ha convertido en motivo de maldición, más que de bendición; es causa de tropiezo y no sirve.
Se advierte que eran funciones fundamentales del sacerdocio bendecir y enseñar (cf. Nm 6,22-27; Neh 8,7ss), pero estas acciones son compatibles sólo si los sacerdotes llevan una vida coherente y honesta, una vida que proceda según el edificante ejemplo de los ilustres predecesores, y no según los indignos deseos personales. Esta conducta es ocasión de divisiones en la comunidad, en lugar de ser muestra de una comunidad unida y fraterna que tiene un mismo padre, un solo Dios. Han hecho de la comunidad un lugar de ritos vacíos, incapaces de crear comunión y vínculos fraternos y sin repercusiones en las relaciones sociales. Ciertamente, el texto es provocador, en concreto, para los sacerdotes, a quienes se dirige el aviso de volver a la alianza que Dios ha establecido con ellos y que han ido invalidado (v. 8) a medida que han apagado la vocación inicial y las exigencias primeras de servir.
También el poder recibido lo han ejercido con parcialidad y favoritismos personales, unas prácticas que chirrían con la igualdad y hermandad queridas por YHWH para que reinen en el pueblo de Israel, a quien ha liberado y le ha revelado su rostro de Padre (v. 10). Esta acción salvífica es la «creación» a la que se refiere Malaquías: el fundamento del proyecto social de Israel y la tarea propia del ministerio de los levitas.
Segunda lectura:
1 Tesalonicenses 2,7-9.13
Hermanos: Nos comportamos afablemente con vosotros, como una madre que cuida de sus hijos con amor. Tanto los queríamos que ansiábamos entregarles no sólo el Evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas. ¡A tal punto llegaba nuestro amor por ustedes! Recuerden, hermanos, nuestras penas y fatigas; recuerden cómo trabajamos día y noche para no ser gravosos a ninguno de ustedes mientras les anunciábamos el Evangelio de Dios. Por todo ello, no cesamos de dar gracias Dios, pues al recibir la Palabra de Dios que les anunciamos, la abrazaron no como palabra de hombre, sino como lo que es en realidad, como Palabra de Dios, que sigue actuando en ustedess los creyentes.
Palabra de Dios
R/. Te alabamos Señor
He aquí un rápido esbozo autobiográfico de la vida de Pablo. Normalmente el apóstol se muestra vigoroso, recio y algo rudo; sin embargo, aquí se revela como una persona llena de sentimientos efusivos y tiernos. Pablo concibe la misión cristiana, la tarea de evangelizar y fundar una comunidad, como un cometido materno («como una madre que cuida de sus hijos», v. 7). Es una imagen entrañable en la literatura bíblica y presente en el corazón del mensaje de Jesús. Dios ama con tanta ternura que tal amor encuentra una imagen humana -la menos inadecuada posible- en el amor materno. Pablo, con el cariño y la ternura con los que una madre cuida a sus hijos, ha engendrado en la fe a los cristianos de la comunidad de Tesalónica con el anuncio vital del Evangelio. Y como una madre, él transmite no sólo palabras, sino, con el Evangelio de Dios, su propia vida (v. 8); no se trata simplemente de la comunicación de un mensaje, sino del regalo de su persona, volcada totalmente en este servicio, con todas las fibras de su ser.
Pablo se ha hecho siervo del Evangelio con palabras y con la vida, con dedicación plena e incondicional, pasando penas y fatigas, trabajando día y noche, procurándose con sus propias manos lo necesario para vivir para no ser ni gravoso a nadie ni confundido con tantos
predicadores itinerantes de la época (v. 9). Conseguir el sustento mediante el trabajo personal era un rasgo característico del estilo misionero (cf. 1 Cor 4,12; 9,6-14; Hch 18,3). Completando el uso de la metáfora de la maternidad, en el versículo siguiente (2,11, no recogido en la lectura litúrgica), el apóstol se atribuye la cualidad de«padre» de los tesalonicenses: «Porque, aunque tuvieran diez mil maestros en la fe, padres no tienen muchos; he sido yo quien os ha hecho nacer a la vida cristiana por medio del Evangelio» (1 Cor 4,15).
La proclamación del Evangelio realizada por Pablo no ha sido el anuncio de una palabra sobre Dios, sino de la Palabra de Dios, esto es, dicha por Dios, acompañada de la fuerza y eficacia de la potencia de Dios, del Espíritu, que produce los frutos de una vida nueva (v. 13). Y los tesalonicenses la han acogido como tal. Es un motivo incesante de agradecimiento a Dios, especialmente para el apóstol.
Evangelio:
Mateo 23,1-12
Entonces Jesús, dirigiéndose a la gente y a sus discípulos, les dijo: -En la cátedra de Moisés se han sentado los maestros de la Ley y los fariseos. Obedézcanlos y hagan lo que les digan, pero no imiten su ejemplo, porque no hacen lo que dicen. Atan cargas pesadas e insoportables y las ponen a las espaldas de los hombres, pero ellos no mueven ni un dedo para llevarlas. Todo lo hacen para que los vea la gente: ensanchan sus filacterias y alargan los flecos del manto; les gusta el primer puesto en los convites y los primeros asientos en las sinagogas; ' que los saluden por la calle y les llamen maestros. Ustedes, en cambio, no se dejéen llamar maestro, porque uno es su maestro y todos ustedes son hermanos. Ni llamen a nadie padre suyo en la tierra, porque uno sólo es su Padre: el del cielo. Ni se dejen llamar preceptores, porque uno sólo es su preceptor: el Mesías. El mayor de ustedes será el que sirva a los demás. ? Porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.
Palabra del Señor
R/. Gloria a Ti, Señor Jesús.
En el evangelio de Mateo, la controversia con los fariseos y los escribas adquiere un tono algo áspero. Los exégetas consideran que la problemática de Mt 23, en una época donde ya se ha producido la separación entre la Sinagoga y la Iglesia, es más el reflejo de las tensiones internas de la comunidad mateana que los encuentros del Jesús histórico con las autoridades religiosas. Además, y hay que advertirlo, la denuncia de la hipocresía, asociada a la dura polémica de los siete «¡ay!» (23,13-36) contra los escribas y fariseos -que habían hecho de la Ley el perno de su vida espiritual-, en último término está encaminada a los destinatarios del Evangelio, es decir, a los cristianos expuestos a los mismos riesgos.
En la presente perícopa Jesús se dirige a los fariseos con tres duros reproches, contrapuestos a tres rasgos característicos del estilo del discípulo auténtico. De ningún modo pretende escarnecer a los maestros del judaísmo (escribas), que han sabido conservar la enseñanza de Moisés, aunque no la han puesto en práctica (v. 3). Ante todo, condena la disociación entre la enseñanza y la vida (v. 3ss); después, la teatralidad a la hora de hacer el bien, como exhibir vistosamente filacterias llamativas (envolturas de cuero y tiras de pergamino con ciertos pasajes de la Escritura, atadas una al antebrazo izquierdo y otra a la frente, según una interpretación literal de Dt 6,8). Y por último, Jesús censura la conducta
ostentosa de los escribas y los fariseos propensos a las reverencias y gustosos de los aplausos públicos (vv. 5-7a) y reprende el deseo solapado de poder, oculto en el modo de comportarse (por ejemplo, el trato y reconocimiento de rabbì, v. 7b).
No basta con no dejarse llamar rabbì -o sea, no ambicionar puestos y dignidades que el discípulo, consciente de su fragilidad, no podría sobrellevar-, sino que es necesario evitar en la vida comunitaria cualquier servilismo que ensombrezca aquella hermandad que tiene su origen en el amor divino (v. 9). La insistencia en el único Maestro (vv. 8.10) o en el único Padre (v. 9) tiene como cometido no tanto enseñar una importantísima verdad dogmática como advertir e instruir al discípulo de una amenaza muy presente en la vida de fe: la tentación de estar más preocupados de la aprobación de los hombres que de la relación con Dios. Esta última es la fuente de una vida comunitaria marcada por el servicio y la humildad (vv. 11ss).
MEDITATIO
Las palabras de Malaquías a los levitas del templo también son válidas para nosotros: funcionan como espuelas, para que todo ministerio en la Iglesia persiga la realización de una vida eclesial según el proyecto divino, que quiere una comunidad realmente fraterna, caracterizada por relaciones no dominadas por la lógica del poder, de la gloria y del aparentar, sino de la entrega y la búsqueda amorosa de la voluntad de Dios. Purificarnos de esta lógica mundana es renunciar -como nos enseña el Evangelio- al amor desordenado, que es la raíz de la incoherencia entre palabras y obras, de la dureza y severidad con el prójimo y del culto obsesivo por destacar y ser distinguido públicamente.
Como discípulos de Jesús, el único Maestro, e hijos del único Padre, estamos llamados a llevar un estilo de vida coherente y a vigilar la autenticidad de nuestras relaciones con Dios y los otros. El servicio, la humildad y la gratitud nacen de la conciencia de haber sido engendrados a una vida nueva por el amor del único Padre celeste; sólo con estas actitudes interiores evitaremos comportamientos arrogantes, teatrales e irrespetuosos con los más débiles, que ofuscan enormemente la percepción del único origen y de la misma dignidad de to dos los miembros de la Iglesia en cuanto hijos del Padre. Si conseguimos ser humildes discípulos, ofreceremos un testimonio auténtico. Y, quizá, otros descubran en ese testimonio la paternidad de Dios y la vida de Cristo. Como antídoto contra la hipocresía nos servirán las palabras de Jesús sobre el estilo humilde y el servicio desinteresado requerido al discípulo: «El mayor de vosotros será el que sirva a los demás. Porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado» (Mt 23,11ss).
Un ejemplo a imitar es Pablo, patente en la primera Carta a los Tesalonicenses, con su apostolado, generoso y exento de intereses personales, preocupado por anunciar con toda franqueza el Evangelio que conduce a la vida nueva.
ORATIO
Señor, líbranos de la hipocresía. Deseamos con la ayuda del Espíritu Santo seguir el estilo de vida propio del discípulo de Cristo. Permítenos reconocer nuestras
incoherencias, que ofuscan el esplendor del Evangelio, y cuidar las relaciones contigo y con nosotros. Te damos gracias porque en tu Pascua nos has engendrado para una vida nueva, manifestándonos tu amor de Padre.
No permitas que en nuestras relaciones comunitarias prevalezca la búsqueda de intereses propios, haciendo valer títulos y honores, sino el don inestimable de la fraternidad, que nace de seguir a Jesús y tenerte como Padre.
Señor, deseamos ser tus discípulos, sin pretender convertirnos en maestros de otros, y aprender de tus labios, único Maestro, siempre con gozo renovado, el amor de Dios Padre por nosotros, sus hijos.
CONTEMPLATIO
¡Qué lastima! ¡El fariseísmo está tan extendido por el mundo...! ¡Apariencias de religiosidad! Cifran su fe en palabras y obras y no se preocupan apenas más que de las apariencias. Ponen la mira en el dinero, el honor, la propia conveniencia, la fama, el disfrute. En una palabra, todo lo que hacen es con intención de medrar. Es decir, tener más y mejor apariencia, ser más distinguidos y famosos. Todas esas cosas, por grandes y dignas que parezcan, no valen para nada a los ojos del Señor. Como los efectos dependen de la causa, las obras valen por la raíz de intención que tiene quien las hace.
Fariseísmo interior. Hay allí fariseísmo interior, mis amigos. Cualquier cosa que haga el hombre farisaico siempre procede de egoísmo. Obran así algunas personas religiosas que piensan, sin embargo, que son los mejores ante Dios. Al considerar de cerca sus obras, oración o cualquier otra actividad, en el fondo no hay más que egoísmo. En todo persiguen el propio interés, aun sin advertirlo. Apenas hay diferencia entre esta clase de personas. Hacen grandes cosas y hermosas, corren a ganar indulgencias, rezan, se dan golpes de pecho. Delante de imágenes se paran para engordar sus gustos, van de iglesia en iglesia por toda la ciudad.
Dios no tiene en cuenta ninguna de sus obras. Su intención y sentimiento descansan en criaturas. Consciente y deliberadamente buscan los propios gustos, provecho o comodidad, placer y utilidad interior y exteriormente. Distan mucho de poner por obra el mandamiento de amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todo el espíritu. Nada cuentan sus obras ante Dios (Juan Tauler, Obras, Universidad Pontificia de Salamanca, Madrid 1984, 306; traducción, Teodoro H. Martín).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Quien se ensalza será humillado, y quien se humilla será ensalzado» (Mt 23,12).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
¿Quién es entonces el discípulo? Es aquel que sigue a Jesús yendo detrás de él, como se va detrás del Maestro, pero reconociendo en él a alguien que es más que un Maestro y haciendo de él el único guía: «Uno sólo es vuestro Maestro: el Cristo» (Mt 23,10), porque es el Mesías mismo.
Esta relación no está fundada sobre la institución, sobre la doctrina, sino sobre la fe, sobre la adhesión a su persona.
Jesús se mostró como rabbí, pero no porque es rabbi hay que seguirle. Si no entendemos este punto discriminante, es inútil nuestro seguimiento: se transforma entonces para algunos sólo en un maestro espiritual, en un hombre carismático para otros, un revolucionario para otros más, y esto no basta para fundamentar la fe y hacer de nosotros unos creyentes. Estemos atentos: el cristianismo siempre ha tenido el grave peligro de entrever y a veces predicar el Jesús Rabbí en base a la actualidad encontrada en su enseñanza: ha salido así el Jesús socialista, el Jesús hippy, el Jesús gurú, el Jesús filántropo... Si esta lectura de Jesús se impusiera, sería el fin de la fe cristiana.
A los discípulos que le llamaban Maestro y Señor, Jesús les que hacían bien, pero se presenta a ellos como Señor y Maestro (cf Jn 13,13ss)
Ante todo, kyrios, y, subordinado a esto, rabbí.
Si la «forma», la condición, en que se presentó Jesús era la de un rabbí, la percepción qe de él tuvo la comunidad apostólica trascendió, fue más allá de la forma (E. Bianchi, Seguir a Jesús, el Señor, Narcea, Madrid 1982, 46-47; traducción, Rita de nardo).
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