LECTIO DIVINA JUEVES DE PASCUA. No teman; soy yo. ¿Por qué se espantan? ¿Por qué surgen dudas en su interior?
Pueblo
redimido por Dios, anuncia las maravillas del Señor, que te ha llamado de las
tinieblas a su luz admirable. Aleluya.
Hechos
3, 11-26 Salmo 8 Lucas 24,35-48
LECTIO
1°
Lectura (Hech 3, 11-26)
Del
libro de los Hechos de los Apóstoles
Como
el paralitico curado por Pedro y Juan no se les despegaba, todo el pueblo,
asombrado, corrió hacia ellos al pórtico de Salomón. Al ver a la muchedumbre,
Pedro les dirigió la palabra:
"Israelitas:
Por qué les causa admiración esto y por qué nos miran de ese modo, como si por
nuestro poder o nuestra virtud hubiéramos hecho andar a este hombre? El Dios de
Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de un padres, ha glorificado a su siervo Jesús
a quien ustedes entregaron a Pilato y a quien rechazaron en su presencia,
cuando él ya había decidido ponerlo en libertad. Rechazaron al santo, al justo,
y pidieron el indulto de un asesino, han dado muerte al autor de la vida, pero
Dios lo resucitó de entre los muertos y de ello nosotros somos testigos. El
nombre de Jesús y la fe en él es lo que ha robustecido los miembros de este
hombre al que están viendo y todos conocen. Esta fe es la que le ha restituido
completamente la salud, como pueden observar.
Ahora
bien, hermanos, yo sé que ustedes han obrado por ignorancia, de la misma manera
que sus jefes, pero Dios cumplió así lo que había predicho por boca de los
profetas: que su Mesías tenía que padecer.
Por lo
tanto, arrepiéntanse y conviértanse, para que se les perdonen sus pecados y el
Señor les mande el tiempo de la consolación y les envíe de nuevo a Jesús, el Mesías
que les estaba destinado; aunque él tiene que quedarse en el cielo hasta la
restauración universal, de la que habló Dios por boca de su profeta desde muy
antiguo.
En
efecto, Moisés dijo: El Señor Dios hará surgir de entre sus hermanos un profeta
como yo. Escuchen todo cuanto les diga, quien no escuche al profeta, será
expulsado del pueblo. Y todos los profetas, a partir de Samuel, anunciaron igualmente
estos días.
Ustedes
son herederos de los profetas y beneficiarios de la alianza que Dios hizo con
sus padres, cuando le dijo a Abraham: Tu descendencia será fuente de bendición
para toda la humanidad. Para ustedes, en primer lugar, ha resucitado Dios a
su siervo y lo ha enviado para bendecirlos y ayudarlos a que cada uno se aparte
de sus iniquidades".
Palabra
de Dios.
A. Te
alabamos, Señor.
Con
este discurso, bastante articulado, pretende convencer Pedro de su error a los
que rechazaron a Cristo, ofreciéndoles la posibilidad de arrepentirse. Pedro
establece una distinción importante: antes de la resurrección era el tiempo de
la ignorancia, el tiempo en que era posible cometer errores. Fue el tiempo que
permitió a Dios dar cumplimiento a las profecías. Pero después del hecho
clamoroso de la resurrección ya no se admite la ignorancia, porque aquel que
fue crucificado por los hombres ha sido resucitado por Dios, y los que
lo
rechazan merecen ser excluidos del pueblo de Dios, como reincidentes. Por otra
parte, el arrepentimiento y la aceptación de Jesús pueden apresurar los tiempos
de las bendiciones mesiánicas, cuando Dios, al final del mundo, enviará a Jesús
por segunda vez, a fin de que
tanto
sus enemigos como los incrédulos le reconozcan como Mesías. Ahora está en el
cielo, desde su ascensión, hasta la restauración final.
Pedro
habla también de Moisés, que había dicho: «El Señor Dios hará surgir de
entre sus hermanos un profeta como yo». Lucas lee «suscitará» en el seno de
«volver a suscitar» un profeta como Moisés, es decir Jesús. A éste hay que
escuchar. Y el que no lo haga será excluido del pueblo santo. Podemos señalar
que mientras Mateo considera a los cristianos como un pueblo nuevo que
sustituye al antiguo Israel, Lucas subraya la continuidad del pueblo de Dios a
través de los judíos que acogen a Jesús. Pedro afirma, por último, que sus
oyentes forman parte del pacto a través del cual serán bendecidas todas las
naciones en la descendencia de Abrahán. En suma, con su resurrección, Jesús
trae la bendición a los judíos y la oportunidad de la conversión.
Salmo
responsorial (Sal 8)
R.
¡Qué admirable, Señor, es tu poder! Aleluya.
L.
¡Qué admirable es, Señor y Dios nuestro, tu poder en toda la tierra! ¿Qué
es el
hombre, para que de él te acuerdes; ese pobre ser humano, para que de él
te
preocupes? /R.
L. Sin
embargo, lo hiciste un poquito inferior a los ángeles, lo coronaste
de
gloria y dignidad; le diste el mando sobre las obras de tus manos y todo lo
sometiste
bajo sus pies./R.
L.
Pusiste a su servicio los rebaños y las manadas, todos los animales salvajes.
las
aves del cielo y los peces del mar, que recorren los caminos de las aguas. /R.
Aclamación
antes del Evangelio (Sal 117, 24)
R.
Aleluya, aleluya. Éste es el día del triunfo del Señor, día de júbilo y de
gozo.
R.
Aleluya.
Evangelio
(Lc 24, 35-48)
Del
santo Evangelio según san Lucas
A.
Gloria a ti, Señor
Cuando
los dos discípulos regresaron de Emaús y llegaron al sitio donde estaban
reunidos los apóstoles, les contaron lo que les había pasado en el camino y
cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Mientras
hablaban de esas cosas, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo:
"La paz esté con ustedes”. Ellos, desconcertados y llenos de temor, creían
ver un fantasma. Pero él les dijo: “No teman; soy yo. ¿Por qué se espantan? ¿Por
qué surgen dudas en su interior? Miren mis manos y mis pies. Soy yo en persona.
Tóquenme y convénzanse: un fantasma no tiene ni carne ni huesos como ven que
tengo yo”. Y les mostró las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de
creer de pura alegría y seguían atónitos, les dijo: "Tienen aquí algo de
comer?”. Le ofrecieron un trozo de pescado asado; él lo tomó y se puso a comer
delante de ellos.
Después
les dijo: “Lo que ha sucedido es aquello de que les hablaba yo, cuando aún
estaba con ustedes: que tenía que cumplirse todo lo que estaba escrito de mí en
la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos”.
Entonces
les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras y les dijo:
“Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los
muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las
naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el
perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto”.
Palabra
del Señor.
A.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Poco a
poco, Jesús resucitado se va manifestando a la primera comunidad cristiana.
Comenzó
con algunas mujeres, luego los apóstoles y discípulos. Hoy vemos que, luego
del
regreso de los discípulos de Emaús, el Señor se aparece a los once apóstoles.
Todos los evangelistas subrayan que les costaba mucho creer que Jesús estuviera
vivo.
Vemos
que se imaginan que es un fantasma. Jesús, de manera paciente, les va mostrando
su nueva realidad de resucitado. Comienza deseándoles la paz, esto es, todas
las bendiciones de Dios. Después, ante sus miedos, dudas e incredulidad, Jesús
pide que lo toquen, y les muestra las manos y los pies para que vean las
heridas de los clavos. Como no acababan de convencerse, pide que le den algo de
comer, y le ofrecen la comida de los pobres, pescado asado, que El se come en
su presencia.
Recordemos
que el evangelio de Lucas fue escrito para los cristianos que provenían de la
cultura griega, gentes que no valoraban el cuerpo, sino más bien lo
consideraban un lastre para el alma. Pero el evangelio nos habla de una
resurrección integral, del cuerpo y del alma, por eso Cristo pide que lo toquen
y le den algo de comer. Finalmente, vemos que esta aparición tiene de nuevo un
contenido eucarístico: Cristo les explica las Escrituras para que entiendan su
mesianismo, y después come en compañía de ellos, subrayando que lo más
importante es compartir el pan.
El tema
del fragmento evangélico, que completa el relato de la aparición a los dos
discípulos de Emaús, subraya las pruebas sobre la realidad de la resurrección de
Jesús. También la primera comunidad cristiana pasó por dificultades para
penetrar en el misterio del Señor resucitado, y las superó empleando una doble
prueba.
La
prueba real y material del contacto físico de los discípulos con Jesús,
poniendo de relieve la corporalidad del Cristo pascual: «Vean mis manos y
mis pies, soy yo en persona. Tóquenme y convénzanse» (v. 39), así como la
iniciativa del Señor de comer algo ante los suyos: «¿Tienen algo de comer?»
(v. 41). La otra prueba es la espiritual, basada en la comprensión de la
Palabra en las Escrituras: «Estaba escrito» (v. 46).
Lucas
precisa que la historia de Israel adquiere su sentido y se comprende sólo si
culmina en el acontecimiento histórico de Jesús de Nazaret muerto y resucitado.
Y, por otra parte, nos enseña que sólo cuando los hombres se abren a la
conversión y experimentan el perdón de Dios pueden comprender del todo el
triunfo de la pascua del Señor. La salvación está abierta a todos, y la Iglesia
tiene la tarea de anunciar la realidad física de la pascua del Señor y su valor
como nuevo inicio de la historia humana, a través de la acogida del perdón de
Dios. La resurrección de Jesús es el dato cierto sobre el que se asienta la fe
de los creyentes y la historia
de los
hombres.
MEDITATIO
Habla
Pedro de la segunda venida de Jesús como Mesías, y la presenta como la que nos
trae «los tiempos de la consolación», «los tiempos de la restauración
de todas las cosas». Propone una visión amplia y solemne de la historia de
Israel, una historia que es un camino
hacia
los días de Jesús, el consolador de Israel y el restaurador de todas las cosas.
Todo concurre a preparar este gran día de la bendición mesiánica sobre todas
las cosas, a partir de Israel y hasta «todas las familias de la tierra»,
incluso a toda la creación. La [restauración] de la Iglesia ya es universal
desde el comienzo, e incluye toda la realidad redimida por la cruz de Cristo.
Pedro
extiende la mirada al futuro de Dios con el optimismo de quien sabe que la
resurrección es el hecho decisivo, aunque también con la conciencia de que
habrá un acto final, donde el misterio salvífico de la resurrección será
revelado en plenitud y extendido a todos los pueblos y a toda la creación. Se
enuncia ya aquí el ya y el todavía no de la historia cristiana: ésta se mueve entre
el «ya» de la pascua y el «todavía no» de la reconstrucción definitiva de todas
las cosas. Entre ambos límites se sitúa el tiempo oportuno para la conversión, para
hacernos dignos de las bendiciones mesiánicas, las ya realizadas y las que
vendrán.
ORATIO
¡Qué
estrecha es, Señor, mi perspectiva! Mi problema de hoy me atosiga, me preocupa,
parece que es todo. Sin embargo, me hace falta situar las cosas de cada día en
el vasto horizonte de la historia de la salvación, especialmente entre el ya de
la resurrección y el todavía no de la reconstrucción final. ¡Qué alivio tendrían
con ello mis pequeñas acciones y mis pequeñas o grandes preocupaciones!
Ayúdame,
Señor, a hacer cada día el encuadre de la situación, no tanto para relativizar
mis cosas como para insertarlas en el plano general de la historia de la
salvación. Ilumíname y ayúdame no a disminuir el valor de lo cotidiano, sino a
comprender su seriedad y su alcance dentro de esta historia. Ya no vivo en los
tiempos de la ignorancia, sino en los de la conversión, en los de la espera
laboriosa, en los de la confianza, en los del optimismo, en los de la
aceleración de la venida de la consolación de Dios.
Oh
Señor, hazme caminar hacia estos tiempos definitivos con paso ágil, con el
corazón ardiente, con manos laboriosas, con optimismo, porque estás preparando
la reconstrucción de todo lo que nosotros hemos deformado a lo largo de los
milenios de nuestra historia.
CONTEMPLATIO
La
santa Iglesia soporta la adversidad de esta vida con el fin de que la gracia
divina la lleve a los premios eternos. Desprecia la muerte de la carne porque
tiene fijada la mirada en la gloria de la resurrección. Los males que sufre son
pasajeros; los bienes que espera, eternos.
No
alberga la menor duda sobre estos bienes porque posee ya, como fiel testimonio,
la gloria de su Redentor.
Ve en
espíritu su resurrección y refuerza vigorosamente su esperanza. Alimenta la
segura esperanza de que lo que ve ya realizado en su cabeza se realizará
también en su cuerpo. No debe dudar de su propia resurrección, porque posee ya
en el cielo, como testigo fiel, a aquel que resucitó de entre los muertos. Por
eso, cuando el pueblo creyente padece la adversidad, cuando pasa por la dura
prueba de las tribulaciones, debe elevar el espíritu a la esperanza de la
gloria futura y, confiando en la resurrección de su Redentor, debe decir:
«Tengo en el cielo mi testigo, mi defensor habita en lo alto» (Jb 16,19) (Gregorio
Magno, Comentario moral a Job, XIII, 27).
ACTIO
Repite
con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Ustedes
son testigos de estas cosas» (Lc 24,48).
PARA
LA LECTURA ESPIRITUAL
Esperar
la segunda venida de Cristo y esperar la resurrección son una sola y misma
cosa. La segunda venida es la venida de Cristo resucitado, que resucita
nuestros cuerpos mortales con él en la gloria de Dios. La resurrección de Jesús
y la nuestra son fundamentales para nuestra fe. Nuestra resurrección está tan íntimamente ligada a la resurrección de Jesús como el hecho de ser predilectos
de Dios está ligado al hecho de que Jesús es su amado. Pablo se muestra
absolutamente claro en este punto. Dice, en efecto: «Si no hay resurrección de
los muertos, tampoco Cristo resucito. Y si no resucitó Cristo, vacía es nuestra
predicación, vacía también vuestra fe» (1 Cor 15,13s).
¿Esperamos
de verdad que Cristo resucitado nos eleve con él a la vida eterna con Dios? De
la perspectiva de resurrección de Jesús y de la nuestra toman su vida y la
nuestra su pleno significado. No hemos de ser compadecidos, porque, como
seguidores de Jesús, podemos mirar mucho más allá de los límites de nuestra
breve vida sobre la tierra y confiar en que nada de lo que vivamos hoy en
nuestro cuerpo se perderá (H.J. M. Nouwen, Pane per il viaggio, Brescia
1997, p. 351 (trad. esp.: Pan para el viaje, PPC, Madrid 1999]).
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