Lectio Divina Lunes XIV del Tiempo Ordinario A. AUMENTA MI FE Y SÁLVAME, SEÑOR
Jesucristo,
nuestro Salvador, ha vencido la muerte y ha hecho resplandecer la vida por
medio del Evangelio.
Oseas 2, 16. 17-18. 21-22 Salmo 144 Mateo 9,18-26
Oseas 2, 16. 17-18. 21-22 Salmo 144 Mateo 9,18-26
LECTIO
PRIMERA
LECTURA
Del libro del profeta Oseas 2, 16. 17-18. 21-22
Esto dice el
Señor: “Yo conduciré a Israel, mi
esposa infiel, al desierto y le hablaré al corazón. Ella me responderá
allá, como cuando era joven, como el día en que salió de Egipto. Aquel día,
palabra del Señor, ella me llamará Esposo mío, y no me volverá a decir
'Baal mío'.
Israel, yo te desposaré conmigo para siempre. Nos uniremos en la justicia y la rectitud, en el amor constante y la ternura; yo te desposaré en la fidelidad y entonces tú conocerás al Señor”.
Israel, yo te desposaré conmigo para siempre. Nos uniremos en la justicia y la rectitud, en el amor constante y la ternura; yo te desposaré en la fidelidad y entonces tú conocerás al Señor”.
Palabra de Dios.
R./
Te
alabamos, Señor
El profeta Oseas escribió en tiempos de Jeroboán III (713-743 a.
de C.) , en un período bastante florido, desde el punto de vista social, para
Israel, aunque amenazado por la prostitución del pueblo a los baales, ídolos
cananeos de la sexualidad, de la fecundidad, de la vegetación. La misma mujer
del profeta abandona a su marido y se convierte en prostituta sagrada en un
templo de Baal. Oseas, con la pena del corazón traicionado, es introducido en
un significado más amplio de ese adulterio: no sólo su mujer, sino todo Israel
es adúltero
respecto a Dios.
Y en el hecho de que el profeta, por voluntad del Señor, vuelva a
tomar consigo a la mujer infiel comprende el autor sagrado que debe expresar,
con su propia vida y con su escrito, el drama de un Dios hasta tal punto fiel a
Israel que lo atrae de nuevo hacia sí para renovarlo en un encuentro de
profunda intimidad. Los «viñedos», los bienes perdidos por Israel cuando
abandonó al Señor, él mismo -el esposo, los devolverá otra vez a la amada que
se convierte a él.
Israel, yendo aún más al fondo en la alianza nupcial con Dios, experimentará
la transfiguración de las mismas experiencias más dolorosas. Precisamente como
el «valle de Acor», un estrecho y oscuro desfiladero que evocaba atroces
recuerdos de estragos (cf. Jos 7,24ss), se convertirá en «puerta de esperanza».
Y será muy bello -dice Oseas-, como en los tiempos de la liberación de Egipto,
dirigir cantos de amor a un Dios que desea cada vez más apasionadamente unir a
la creación consigo, renovándola con sus dones nupciales.
Éstos son la justicia, fuente de toda la acción de Dios que
une consigo a la esposa fiel; el derecho, que es defenderla del mal; la ternura
y ese amor intenso y tiernísimo -rahamîm- que caracteriza las nuevas relaciones
del Dios-Esposo con Israel-Esposa, convertida en lo más profundo de su ser. De
este modo es como la esposa «conocerá» a su Dios: no de modo formal, exterior, sino
en lo hondo del corazón.
SALMO
RESPONSORIAL (SAL 144)
R./El Señor es compasivo y misericordioso.
R./El Señor es compasivo y misericordioso.
Un día tras otro, Señor, bendeciré tu nombre y no
cesará mi boca de alabarte. Muy digno de alabanza es el Señor, por ser su
grandeza incalculable.
R./El Señor es compasivo y misericordioso.
R./El Señor es compasivo y misericordioso.
Cada generación a la que sigue anunciará tus obras
y proezas. Se hablará de tus hechos portentosos, del glorioso esplendor de tu
grandeza. R./El Señor es compasivo y
misericordioso.
Alabarán tus maravillosos prodigios y contarán tus
grandes acciones; difundirán la memoria de tu inmensa bondad y aclamarán tus
victorias. R./El Señor es compasivo y misericordioso.
El Señor es compasivo y misericor- dioso, lento para
enojarse y generoso para perdonar. Bueno es el Señor para con todos y su amor
se extiende a todas sus creaturas. R./El Señor es compasivo y
misericordioso.
ACLAMACIÓN
antes del Evangelio (Cfr. 2 Tim 1,10)
R./
Aleluya,aleluya.
Jesucristo, nuestro Salvador, ha vencido la muerte y ha hecho resplandecer la vida por medio del Evangelio.
R./ Aleluya,aleluya.
Jesucristo, nuestro Salvador, ha vencido la muerte y ha hecho resplandecer la vida por medio del Evangelio.
R./ Aleluya,aleluya.
+EVANGELIO
según san Mateo 9, 18-26
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se le acercó un jefe de la sinagoga, se postró ante él y le dijo: “Señor, mi hija acaba de morir; pero ven tú a imponerle las manos y volverá a vivir”. Jesús se levantó y lo siguió, acompañado de sus discípulos. Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó la orilla del manto, pues pensaba: “Con sólo tocar su manto, me curaré”. Jesús, volviéndose, la miró y le dijo: “Hija, ten confianza; tu fe te ha curado”. Y en aquel mismo instante quedó curada la mujer. Cuando llegó a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús a los flautistas, y el tumulto de la gente y les dijo: “Retírense de aquí. La niña no está muerta; está dormida”. Y todos se burlaron de él. En cuanto hicieron salir a la gente, entró Jesús, tomó a la niña de la mano y ésta se levantó. La noticia se difundió por toda aquella región.
Palabra del Señor.
R./
Gloria
a ti, Señor Jesús.
Este relato presenta la típica estructura de encaje. Se trata, en
efecto, de dos episodios tan insertados entre sí que se revelan como dos
aspectos de una única realidad: la fe en Jesús, que, si es auténtica, hace
pasar de la muerte a la vida. Jairo, jefe de la sinagoga de Cafarnaún, se
postra ante Jesús en casa de Mateo precisamente cuando estaba hablando de
bodas, de ropa nueva y de vino nuevo (cf. 9,16ss). En su discurso de vida se inserta
la pena de quien acaba de ver morir a su hija de doce años (cf. Lc 8,42), la
edad de las nupcias para los judíos. Jesús se dirige hacia la casa de la
difunta cuando una mujer, que sufría hemorragias desde hacía doce años, le toca
la orla de su manto, persuadida, por la fe, de que «tocarle» significa
salvarse. Y eso es precisamente lo que le oye decir al Señor: «Ánimo, hija, tu
fe te ha salvado» (v. 22). Si perder sangre de continuo simboliza la amenaza de
la muerte, la curación de la mujer es preludio de la victoria sobre la muerte
que lleva a cabo Jesús enseguida en casa de Jairo. Dice Jesús: «La niña no
ha muerto; está dormida» (v. 24).
En efecto, allí donde se hace sitio a Jesús, que vivió la muerte
por nosotros en su persona y la «engulló» con su resurrección (cf. 1 Cor
15,55), la muerte corporal se convierte en «dormición», y dejarse «tocar» por
Jesús se convierte en certeza de resurrección. La vida -como un caminar hacia
la plenitud de las bodas de amor eterno, teniendo plena confianza en Jesús-
encuentra en esta página una interpretación ejemplar. Vivir es caminar en la
fe, en esa fe que, en concreto, es «tocar» y «dejarse tocar» por Cristo vivo en
la Palabra, en la eucaristía y en el prójimo.
MEDITATIO
Los baales, los ídolos de muerte denunciados por Oseas, también
nos seducen hoy. Son el dinero, la ropa, el culto a la imagen, el sexo, el
hedonismo y también ese sutil, aunque obstinado, dominio del ego, mediante el cual,
incluso cuando hacemos el bien, nos buscamos
más a nosotros mismos y nuestras propias gratificaciones que la
gloria del Señor у la venida del Reino. Sin embargo, nuestro corazón está
profundamente insatisfecho e inquieto. Es preciso escucharlo mientras grita la desolación
de su vacío, de ese adulterio que es dejar perder a Dios en el torbellino del
activismo, en la carrera hacia la exageración para prostituirse con alguno de
los ídolos que hemos citado más arriba. Y es preciso que nos dejemos conducir
por el Señor «al desierto». Para ver con perspicacia que la idolatría del vivir
comprometidos con las lógicas de este mundo no sólo es un insulto al Señor de
la vida, sino también una progresiva pérdida de vida, como experimentaba la
mujer antes de tocar la orla del manto de Jesús, para todo esto, decíamos,
resultan preciosos algunos momentos de meditación. Poco a poco se pierde el
gusto por la oración, la alegría de hacer el bien, la sensibilidad del «hacerse
prójimo». Y, a la larga, se va apagando la vida espiritual. Hay muertos
ambulantes con mucho activismo por dentro y apariencia -¡puede darse!, de bien.
Con todo, es posible la salvación. Se llama Jesús. Éste sólo pide
que le conozcamos, aunque en lo profundo del corazón: con ese conocimiento de
la fe que es «tocarle» como la mujer del evangelio y «dejarse tocar» (coger por
la mano) por él como la niña de doce años que se levanta. Jesús es el Esposo
que libera a quien habita en las tinieblas (en el vacío) y en sombras de muerte
(todo adulterio, prostitución a los ídolos). Con todo, es preciso entrar en
contacto con él con una fe orante.
ORATIO
Señor Jesús, me reconozco idólatra y, con frecuencia, adúltero. Tú
me hablas con gran amor. Derrama tu espíritu para que me deje coger y conducir
a ese desierto interior que, de lugar de horrible vacío y de muerte, se puede
convertir en lugar de intimidad nupcial contigo, si busco momentos de silencio
y de retirada al corazón habitado por ti. Es en el corazón donde llamo: aumenta
en mí la fe que es precisamente la experiencia del «tocarte» y del «dejarme
tocar» por ti.
Si el Espíritu suscita en mí la voluntad de tocarte y de ser
tocado por ti, orando, recibiéndote eucarísticamente vivo en la comunión,
entrando en contacto con el prójimo con la conciencia de entrar en contacto
contigo, entonces vencerás en mí el sentido de pérdida de las
energías espirituales, la muerte que advierto si me separo de ti.
Gracias a esta fe, al tocarte, te conozco matrimonialmente y experimento que en
mi vivir o todo se revela como muerte o todo -incluido el dolor- se transfigura
y se convierte en ti.
CONTEMPLATIO
Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y
he aquí que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba; y
deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas
conmigo, mas yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que,
si no estuviesen en ti, no serían. Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste
y resplandeciste, y fugaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y respiré, y
suspiro por ti; gusté de ti, y siento hambre y sed; me tocaste, y abraséme en
tu paz (Agustín, Las confesiones, X, 27, 38, edición española de Ángel
Custodio Vega, BAC, Madrid 51968).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Aumenta mi fe y sálvame, Señor».
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
¡Cómo quisiera, amigo de Dios, que estuvieras siempre lleno del
Espíritu Santo en esta vida! «Os juzgaré en la condición en que os encuentre»,
dice el Señor (cf. Mť 24,42; Mc 13,33-37; Lc 19,12ss). ¡Ay de nosotros si nos
encuentra cargados de preocupaciones y fatigas terrestres!
Es cierto que toda buena acción hecha en nombre de Cristo confiere
la gracia del Espíritu Santo, pero la oración lo hace más que cualquier otra
cosa, ya que siempre está a nuestra disposición. Podrías sentir el deseo, por
ejemplo, de ir a la iglesia, pero la iglesia está lejos o bien han acabado los
oficios; podrías sentir deseos de hacer limosna, pero no encuentras a ningún
pobre o bien no tienes monedas en el bolsillo; es posible que quisieras encontrar
alguna otra buena acción para hacerla en nombre de risto , pero no tienes
fuerza suficiente o bien no se te presenta la ocasión; nada de todo esto, sin
embargo, afecta a la oración: todo el mundo tiene siempre la posibilidad de
orar.
Es posible valorar la eficacia de la oración, hasta cuando es un
pecador el que la hace, si la hace con un corazón sincero, a partir de este
ejemplo que nos refiere la santa Tradición: al oír la imploración de una madre desgraciada que
acababa de perder a su único hijo, una prostituta, que había encontrado por el camino
y se sentía conmovida por la desesperación de aquella madre, se atrevió a gritar
al Señor: «No por mí, indigna pecadora, sino a causa de las lágrimas de esta
madre que llora a su hijo y sigue creyendo en tu misericordia y en tu
omnipotencia, resucítalo, Señor». Y el Señor lo resucitó. Ámigo de Dios, éste
es el poder de la oración (1. Garainof, Serafino di Sarov, Milán 1995,
p. 161).
Comentarios
Publicar un comentario