Lectio Divina Sábado XIII del Tiempo Ordinario A. ¿Es que pueden estar tristes los amigos del novio mientras él está con ellos?


Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor;
yo las conozco y ellas me siguen.

Amos 9,11-15   Salmo 84 Mateo 9,14-17



LECTIO
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Amos 9,11-15

Esto dice el Señor: “Aquel día renovaré la casa de David convertida en ruinas, taparé sus brechas, levantaré sus muros y la reconstruiré como era en otros tiem- pos, para que entre en posesión de lo que queda de Edom y de todas las naciones donde se invocó mi nombre”. Esto dice el Señor y él se encargará de cumplirlo. “Días vendrán, dice el Señor, cuando el que ara alcanzará al segador y el que pisa las uvas, al sembrador; de los montes brotará vino y correrá por las colinas.
Entonces haré volver a los cautivos de Israel: reconstruirán las ciudades destruidas y las habitarán, plantarán viñas y beberán de su vino, cultivarán huertos y comerán de sus frutos. Los plantaré en su suelo y ya no serán arrancados de la tierra que yo les di”, dice el Señor, tu Dios.

Palabra de Dios.
R./ Te alabamos, Señor.

El libro de Amós se cierra con estos versículos cargados de esperanza y de promesas, muy diferentes del tono áspero y severo que atraviesa el resto del libro. Dios agracia, perdona y rescata a Israel; prepara un día que será de plena reconciliación, de verdadera paz, de profunda armonía. La restauración de Israel asume así rasgos indudablemente mesiánicos, con imágenes del mundo agrícola, de arraigo en la tierra y de permanente residencia en ella. Comer y beber en paz en la propia tierra: ésa es la imagen del futuro reconciliado de Israel;
la idea del retorno y de la imposibilidad de cualquier «desarraigo» ulterior reafirman al final la gracia, la fidelidad y la misericordia infinita de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
(SAL 84)
R./ Escucharé las palabras del Señor.
L. Escucharé las palabras del Señor, palabras de paz para su pueblo santo y para los que se convierten de corazón.
R./ Escucharé las palabras del Señor.
L. La misericordia y la verdad se encontraron, la justicia y la paz se besaron, la fidelidad brotó en la tierra y la justicia vino del cielo.
R./ Escucharé las palabras del Señor.
L. Cuando el Señor nos muestre su bondad, nuestra tierra producirá su fruto. La justicia le abrirá camino al Señor e irá siguiendo sus pisadas.
R./ Escucharé las palabras del Señor.

ACLAMACIÓN antes del Evangelio (Jn 10, 27)
R./ Aleluya, aleluya.
Mis ovejas escuchan mi voz, dice el  Señor; yo las conozco y ellas me siguen.
R./ Aleluya, aleluya.

+ EVANGELIO según san Mateo 9,14-17
En aquel tiempo, los discípulos de juan fueron a ver a Jesús y le preguntaron: “¿Por qué tus discípulos no ayunan, mientras nosotros y los fariseos sí ayunamos?”. Jesús les respondió: “¿Cómo pueden llevar luto los amigos del esposo, mientras él está con ellos? Pero ya vendrán días en que les quitarán al esposo, y entonces sí ayunarán.
Nadie remienda un vestido viejo con un parche de tela nueva, porque el remiendo nuevo encoge, rompe la tela vieja y así se hace luego más grande la rotura. Nadie echa el vino nuevo en odres viejos, porque los odres se rasgan, se tira el vino y se echan a perder los odres. El vino nuevo se echa en odres nuevos y así las dos cosas se conservan”.

Palabra del Señor.
R./ Gloria a ti, Señor Jesús.

También en este fragmento evangélico trata Mateo la relación de Jesús con el pecado y con la reciliación. En el centro, como en el fragmento precedente, se encuentra el acto de la comida, no ya considerado como ámbito de relación, sino en cuanto tal, en cuanto posible acto de renuncia, de sacrificio y de tristeza. En realidad, el eje del evangelio de hoy es la relación entre lo nuevo y lo viejo, que había caracterizado ya al evangelio de Mateo en el extenso «sermón del monte». El ayuno no cuadra con la presencia del esposo en medio de la comunidad. Jesús es el esposo, el resucitado, presente en medio de la Iglesia «hasta el fin del mundo». El ayuno experimenta así, para el cristiano, gracias también a estas expresiones, una gran transformación: de expresión de luto se convierte en
manifestación de la expectativa confiada por el retorno del Señor.

El cristiano celebra realmente la muerte del propio Señor resucitado cada vez que come y bebe el pan y el vino: no es el ayuno, sino la comida lo que permite y simboliza la memoria de la cruz, victoria sobre el pecado y don de salvación.

MEDITATIO

La restauración de Israel y las bodas de Cristo con la Iglesia están estrechamente relacionadas con la eucaristía, como contexto en el que es proclamada la lectura. La expectativa de Israel se cumple en el misterio pascual del Hijo de Dios. El ayuno, como tensión hacia el banquete del final de los tiempos, es ya plenamente posible, ya ha sido autorizado, aunque sólo como memoria de la muerte del Señor. El Crucificado ha resucitado, pero el Resucitado sigue siendo el Crucificado, con sus llagas. El ámbito para un ayuno cristiano no es ya el de la expectativa de un acontecimiento absolutamente nuevo: ese acontecimiento está ya dentro de la historia.

El ayuno cristiano orienta en cambio a la vigilancia, a la paciencia, a la reserva histórica, al «todavía no» de aquel «ya» que fue afirmado, de una vez por todas, en la cruz de Cristo.

ORATIO

Oh Señor, enséñanos el ayuno festivo, muéstranos la alegría en el luto, guíanos a la vida a través de la muerte. Oh Dios, si con la pasión de tu Hijo asumiste todo nuestro sufrimiento, si en la resurrección de Jesús rescataste todo nuestro morir, conducenos a cada uno de tus hijos al encuentro con el Esposo, que está siempre presente en su Iglesia, templo de su Espíritu y esposa de aquel que es ayer, hoy y siempre. Te lo pedimos sin descanso: «¡Ven siempre, Señor!».

CONTEMPLATIO

Los discípulos de Juan tenían, qué duda cabe, un buen maestro. Un maestro que había sido el precursor destinado a preparar los caminos del Señor; ahora bien, puesto que ignoraban el misterio de la encarnación del Señor, no podían saber la razón de que no fuera oportuno que ayunaran los apóstoles.

El ayuno es, a buen seguro, un uso devoto, pero no puede servirle al hombre para su salvación sin el conocimiento de la verdad, esto es, sin la fe en el nombre de Cristo. Por eso ayunaban los discípulos de Juan y los fariseos no sólo con el cuerpo, sino con el ánimo,
ignorando el pan celeste que había venido para alimentar los corazones de los creyentes (Cromacio de Aquileya, Comentario a Mateo, 46, 1).


ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«¿Es que pueden estar tristes los amigos del novio mientras él está con ellos?» (Mt 9,15).

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Ven de noche,
pero en nuestro corazón siempre es de noche:
por tanto, ven siempre, Señor.
Ven en silencio,
nosotros no sabemos ya qué decirte:

por tanto, ven siempre, Señor.
Ven en soledad,
pero cada uno de nosotros se encuentra cada vez más solo:
por tanto, ven siempre, Señor.
Ven, hijo de la paz,
nosotros ignoramos qué es la paz:
por tanto, ven siempre, Señor.'
Ven a liberarnos,
nosotros seguimos siendo cada vez más esclavos:
por tanto, ven siempre, Señor.
Ven a consolarnos,
nosotros estamos cada vez más tristes:
por tanto, ven siempre, Señor.
Ven a buscarnos,
nosotros andamos cada vez más perdidos:
por tanto, ven siempre, Señor.
Ven, ya que nos amas,
nadie está en comunión con su hermano
si antes no lo está contigo, Señor.
Todos estamos lejos, perdidos,
no sabemos quiénes somos, ni qué queremos:
ven, Señor.
Ven siempre, Señor

(D. M. Turoldo, «Lungo i fiume...». I Salmi, Cinisello B 1987, p. 7).




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