Lectio Divina Sábado XV del Tiempo Ordinario A. Señor, no te olvides de los pobres
Dios reconcilió
al mundo consigo por medio de Cristo,
y a nosotros nos
confió el mensaje de la reconciliación.
Miqueas: 2, 1-5 Salmo 9 Mateo 12,14-21
LECTIO
PRIMERA LECTURA
Codician los campos y usurpan las casas.
Del libro del profeta Miqueas: 2, 1-5
¡Ay de aquellos que planean injusticias,
que traman el mal durante la noche y al despuntar la mañana, lo ejecutan,
porque son gente poderosa!
Codician los campos y los roban, codician
las casas y las usurpan, violando todos los derechos arruinan al hombre y lo
despojan de su herencia. Por eso dice el Señor: "Estoy planeando contra
esta gente una serie de calamidades de las que no podrán escapar. Entonces ya
no caminarán con altivez, porque será un tiempo de desgracias.
Aquel día, la gente se burlará de ellos y les cantará un triste canto: Nos han despojado de todo y se han repartido nuestras tierras; se han apoderado de nuestra herencia y no hay quien nos la devuelva".
Por eso dice el Señor: "Cuando la asamblea del pueblo distribuya nuevamente las tierras, no habrá parte para ellos".
Aquel día, la gente se burlará de ellos y les cantará un triste canto: Nos han despojado de todo y se han repartido nuestras tierras; se han apoderado de nuestra herencia y no hay quien nos la devuelva".
Por eso dice el Señor: "Cuando la asamblea del pueblo distribuya nuevamente las tierras, no habrá parte para ellos".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
La actividad del profeta Miqueas se sitúa en el contexto social y
religioso del Reino de Judá, en la segunda mitad del siglo VIII a. de C.
Miqueas, casi contemporáneo del primer Isaías, denuncia la idolatría y las
injusticias sociales cometidas por los jefes del pueblo (corte real, sacerdotes,
profetas), a las que se ha visto sometida toda la población. El justo juicio de
Dios no tardará y el castigo será inevitable, puesto que han abandonado la fidelidad
a la alianza. Con todo, al castigo le seguirá la rehabilitación, y a la
destrucción la promesa de una nue va fecundidad a partir del pequeño grupo de aquellos
que, en medio de tanta iniquidad, han conservado integra la fe en YHWH.
El oráculo que constituye el presente texto litúrgico es una
invectiva contra aquellos que, ya ricos, recurren a todo para acaparar cada vez
más, usurpando casas y terrenos a sus legítimos propietarios y reduciendo a esclavitud
a estos últimos. Se presenta a los acaparadores enteramente ocupados en sus
lechos en tramar proyectos perversos que ejecutan en cuanto amanece el día, gracias
a su poder económico (v. 1). En este estado de cosas, en el que unos pocos
ricos se hacen cada vez más ricos y los pobres son cada vez más numerosos e
indigentes, se levanta la voz del profeta, que proclama el juicio de Dios: del
mismo modo que los poderosos traman sus acciones inicuas (v. la), así también
trama el Señor el castigo (v. 3b), del que no podrán huir y que será justo sobre
la base de la ley del talión (cf. Dt 19,21). Aquellos que, privando a los otros
de sus legítimas posesiones y reduciéndolos a esclavitud, los excluyen de hecho
de la participación en la promesa de la tierra dada por Dios para siempre,
serán hechos esclavos y dejarán de tener tierra. Miqueas expresa ese grave
castigo con la metáfora del yugo: del mismo modo que el yugo impide a los hombres
esclavos o prisioneros y a los animales levantar la cabeza, así también el
grave castigo de Dios sólo permitirá caminar a los malvados con la cabeza inclinada.
En el v. 4 el profeta pone en boca de los acaparadores castigados un canto que
explica su destino: despojados de los bienes por los enemigos, que en este
contexto son casi seguro los asirios, ven repartidas entre los invasores
aquellas tierras cuya propiedad ya no pueden volver a adquirir. Ironías del destino:
a ellos, que tramaban todos los modos posibles para enriquecerse, no les tocará
ni siquiera un pedazo de la Tierra prometida.
SALMO
RESPONSORIAL
Del salmo 9, 22-23. 24-25. 28-29. 35.
Del salmo 9, 22-23. 24-25. 28-29. 35.
R/.
Señor, no te olvides de los pobres.
¿Por
qué te quedas lejos, Señor, y te escondes en el momento de la angustia? La
soberbia del malvado oprime al pobre. ¡Que se enrede en las intrigas que ha
tramado!
R/.
Señor, no te olvides de los pobres.
El
malvado presume de su ambición y el avaro maldice al Señor. El malvado dice
con insolencia que no hay Dios que le pida cuentas.
R/.
Señor, no te olvides de los pobres.
Su
boca está llena de engaños y fraudes, su lengua esconde maldad y opresión;
se agazapa junto a la casa del inocente para matarlo a escondidas.
R/.
Señor, no te olvides de los pobres.
Pero
tú, Señor, ves las penas y los trabajos, tú los miras y los tomas en tus
manos; el pobre se encomienda a ti, tú eres el socorro del huérfano.
R/.
Señor, no te olvides de los pobres.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO 2 Co 5, 19
R/. Aleluya, aleluya.
Dios reconcilió al mundo consigo por medio de Cristo, y a nosotros nos confió el mensaje de la reconciliación. R/ Aleluya, aleluya.
Dios reconcilió al mundo consigo por medio de Cristo, y a nosotros nos confió el mensaje de la reconciliación. R/ Aleluya, aleluya.
EVANGELIO
Del santo Evangelio según san Mateo: 12, 14-21
Del santo Evangelio según san Mateo: 12, 14-21
En aquel tiempo, los fariseos se confabularon contra
Jesús para acabar con él. Al saberlo, Jesús se retiró de ahí. Muchos lo
siguieron y él curó a todos los enfermos y les mandó enérgicamente que no
lo publicaran, para que se cumplieran las palabras del profeta Isaías:
Miren a mi siervo, a quien sostengo; a mi elegido, en quien tengo mis complacencias. En él he puesto mi Espíritu, para que haga brillar la justicia sobre las naciones. No gritará ni clamará, no hará oír su voz en las plazas, no romperá la caña resquebrajada, ni apagará la mecha que aún humea, hasta que haga triunfar la justicia sobre la tierra; y en él pondrán todas las naciones su esperanza.
Miren a mi siervo, a quien sostengo; a mi elegido, en quien tengo mis complacencias. En él he puesto mi Espíritu, para que haga brillar la justicia sobre las naciones. No gritará ni clamará, no hará oír su voz en las plazas, no romperá la caña resquebrajada, ni apagará la mecha que aún humea, hasta que haga triunfar la justicia sobre la tierra; y en él pondrán todas las naciones su esperanza.
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
El hecho de haber contravenido la ley sobre el reposo sabático
acarrea a Jesús el complot de los fariseos. Estos formulan el propósito (por
vez primera, según la narración de Mateo) de matarlo. Jesús reacciona continuando
en otro lugar su actividad taumatúrgica y cura a todos los que le siguen, sin
excepción. Estas curaciones, en el contexto del milagro que acaba de realizar (cf.
Mt 12.10-13), dan razón del amor misericordioso de Dios, que Jesús ha venido a
anunciar y que constituye el centro y el sentido de su ministerio. Mateo ve
realizada aquí la profecia de ls 42,1-4, en la que se presenta la figura del
Siervo de YHWH. Este, elegido y enviado por Dios, que lo ha colmado de su
Espíritu, llevará a cabo la misión de hacer conocer a todos los pueblos la
verdade ra relación entre Dios y los hombres. El estilo del Siervo, sencillo y
discreto, ajeno al conflicto y al clamor, atento a valorar toda posibilidad de
vida, ha sido plenamente realizado por Jesús, que se acaba de declarar «sencillo
y humilde de corazón» (Mt 11,29) y pide que se guarde silencio sobre su obrar
(cf. Mt 12,16).
Una vez más, el evangelista Mateo, comentando los acontecimientos de
la vida de Jesús a la luz del Antiguo Testamento, recuerda que este representa
el cumplimiento de la revelación veterotestamentaria; ayuda a interpretar el
acontecimiento-Jesús y a comprender su significado, presenta en Jesús el modelo
de obediencia a la Palabra del Padre.
MEDITATIO
Quien más tiene, más quisiera tener. Se trata de un viejo dicho acuñado
por la constatación de lo insaciable que muestra el instinto de posesión. Es de
una trágica actualidad el imperio de la ley de la prepotencia de los que son más
fuertes desde el punto de vista económico. Los estragos que la codicia de unos
pocos realiza a expensas de muchos se perpetran cada día, en todos los puntos
del globo terraquio. El dinero se muestra como un arma aún más letal que los
mecanismos explosivos, cuando se usa exclusivamente en provecho nuestro. Hiere
al hombre en su existencia física, aunque también en la psíquica y espiritual.
Por dinero la gente está dispuesta a todo, y pisotea afectos y valores éticos.
Y es que el dinero, si se convierte en el fin de la vida, no admite rivales. Quien
le dedica su misma persona no puede conocer ningún tú, sólo el yo. Por eso dijo
Jesús que o escogemos a Dios o escogemos la lógica del dinero, no hay posibilidad
de compromiso. Jesús, como vemos, se decidió por el primer miembro de la
alternativa y está en relación constante con el tú del Padre y con el tú de los
hermanos. Lo demuestra mostrando su preferencia sólo por los abandonados, a los
que socorre con una atención especial. Sin estrépito ni clamores en la plaza,
sin campañas publicitarias ni sofisticados medios de persuasión; más aún, con
tono distendido, aunque seguro, y con palabras verdaderas y coherentes, se va
difundiendo el anuncio evangélico del amor de Dios gracias a cualquiera que
renuncie a la lógica del atropello, por poco o muy explícita que sea. La
esperanza abre en quien la acoge unos horizontes luminosos.
ORATIO
Oh Dios, que has otorgado privilegio a los medios humildes, perdóname
cuando sonrío de manera irónica a quien intenta seguirte en tu misma opción y
cuando, por mi parte, no desdeño la violencia. Oh Dios, que te hiciste pobre,
perdóname cuando pienso y digo que, de todos modos, es preciso arreglarselas y
cualquier medio es bueno. Oh Dios, que te has inclinado sobre todo germen de
vida y le has dado valor, perdóname cuando, sin remordimiento, pisoteo los
derechos de mi hermano, de quien sé que no he de temer reacciones de venganza. Oh
Dios, que te has mostrado atento a todos, perdóname cuando busco sólo lo que me
conviene, sin preocuparme de los otros.
CONTEMPLATIO
Dice el avaro: «¿A quién hago mal reteniendo los bienes que me pertenecen?».
Mas ¿qué bienes son los que te pertenecen? ¿De dónde te han
venido?
Te pareces a un hombre que entró en un teatro y quería impedir la
entrada a los otros para gozar el solo del espectáculo al que todos tienen
derecho.
Así son los ricos: acaparan los bienes de la sociedad y después
sostienen que son ellos los dueños de los mismos por el simple motivo de haber
sido los primeros en cogerlos.
Si cada uno retuviera únicamente lo que le sirve para las
necesidades normales y dejase lo restante a los indigentes, desaparecerían la
riqueza y la pobreza.
¿No saliste desnudo del vientre de tu madre? ¿No estarás de nuevo
desnudo cuando vuelvas al polvo? ¿De dónde crees que te han venido estos
bienes?
Quizás me respondas: «Del azar». Entonces careces de fe, porque no
piensas en tu Creador, y te muestras ingrato con aquel que ha llenado tus manos
de dinero.
O bien admitas que son dones de Dios. Entonces explícame por qué
ha sido cautivada tanta riqueza precisamente por ti.
¿Se la debes acaso a la «injusticia de un Dios que reparte de
manera desigual los bienes de la vida? ¿Por qué eres tú rico mientras otro es
pobre? En lo que a ti respecta, eres rico sólo para que con amor y desinterés administres
esos bienes para los otros.
Resulta inconcebible que tú tengas el dinero bajo la campana de
vidrio de una insaciable avaricia y pienses que no haces daño a nadie excluyendo
de él a una multitud de desdichados.
¿Quién es el avaro? El que no se contenta con lo necesario.
¿Y quién es el ladrón? El que priva a los demás de sus bienes,
¿No eres tú un avaro? ¿No eres tú un ladrón?
Aquellos bienes, cuya administración únicamente te había sido
confiada, los has cogido para ti.
A quien asalta a un hombre en el camino y le quita los
vestidos le llaman salteador. Y quien no cubre la desnudez del
pordiosero, siendo que podía hacerlo, no merece un nombre diferente.
Pertenece al hambriento el pan que guardas en tu cocina. Al hombre
desnudo, el manto que está en tu armario. Al que no tiene zapatos, el par que
se estropea en tu casa. Al hombre que no tiene dinero, el que tienes escondido.
Por eso, en vez de ayudar a la gente, eres un explotador.
(Basilio de Cesarea, «Cuando el rico es un ladrón», citado
en El buen uso del dinero, DDB, Bilbao 1995, pp. 57-59).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Tú eres justo, Señor» (cf. Miq 2,3).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
La Iglesia no es un organismo político. Ahora bien, el rechazo de
una función específicamente política no puede hacer olvidar el ansia de
justicia y de fraternidad y el estímulo encaminado a actuar de manera concreta:
no podemos invocar a Dios como Padre si no intentamos construir de modo eficaz
la fraternidad en medio de los hombres.
El discurso religioso se hace inevitablemente social. Y fue precisamente
esta experiencia eclesial la que puso en marcha en mi la reflexión crítica
sobre la situación social que reina en el mundo y de modo particular, en
nuestro sistema democrático occidental, por lo menos tal como se ha venido
realizando hasta ahora. Las enormes ciudades del Tercer Mundo, donde, en torno a
una zona central de riqueza y dinamismo, crecen cinturones de miseria y de
subdesarrollo, la situación de colonialismo económico (no menos grave quizás
que el colonialismo político de otros tiempos) en el que son mantenidos los
países en vías de desarrollo, hacen dudar de la sinceridad del interés y de la
contribución que los pueblos más desarrollados desde el punto de vista
industrial ofrecen a los otros pueblos. Y por encima de todo esto, las naciones
de las grandes democracias que se sostienen sobre la explotación de otros
pueblos son cristianas. Aparece así la paradoja de un cristianismo que parece
alimentar la discriminación y la explotación de los pueblos, mientras que el anticristianismo
se convierte en la bandera de las legítimas aspiraciones a la igualdad y a la
participación. La realidad del mundo pobre, subdesarrollado, explotado, es una
crítica viviente a la parcialidad y al egoísmo de nuestros proyectos de
desarrollo y se convierte en una contestación dramática de nuestro cristianismo
abstracto e individualista (L. Bettazzi, Farsi uomo. Confessioni di un
vescovo, Turín 1977).
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