LECTIO DIVINA VIERNES XIV DEL TIEMPO ORDINARIO A. Sé rocío para mí, Señor. Floreceré en ti
Cuando
venga el Espíritu de verdad, él les enseñará toda la verdad y les recordará
todo cuanto yo les he dicho, dice el Señor.
Oseas 14, 2-10 Salmo
50 Mateo
10,16-23
LECTIO
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Oseas 14, 2-10
Esto dice el Señor Dios: “Israel,
conviértete al Señor, Dios tuyo, pues tu maldad te ha hecho sucumbir.
Arrepiéntanse y acérquense al Señor para decirle: 'Perdona todas nuestras
maldades, acepta nuestro arrepentimiento sincero, que solemnemente te
prometemos.
Ya no nos salvará Asiria, ya no confiaremos
en nuestro ejército, ni volveremos a llamar “dios nuestro” a las obras de
nuestras manos, pues sólo en ti encuentra piedad el huérfano'. Yo perdonaré
sus infidelidades, dice el Señor; los amaré, aunque no lo me- rezcan, porque
mi cólera se ha apartado de ellos. Seré para Israel como rocío; mi pueblo
florecerá como el lirio, hundirá profundamente sus raíces, como el álamo, y
sus renuevos se propagarán; su esplendor será como el del olivo y tendrá la
fragancia de los cedros del Líbano. Volverán a vivir bajo mi sombra,
cultivarán los trigales y las viñas, que serán tan famosas como las del
Líbano. Ya nada tendrá que ver Efraín con los ídolos. Yo te he castigado,
pero yo también te voy a restaurar, pues soy como un ciprés, siempre verde, y
gracias a mí, tú das frutos”. Quien sea sabio, que comprenda estas cosas y
quien sea prudente, que las conozca. Los mandamientos del Señor son rectos y
los justos los cumplen; los pecadores, en cambio, tropiezan en ellos y caen.
Palabra de Dios.
R./ Te alabamos,
Señor.
Es el último vaticinio de Oseas, admirable tanto por el contenido
como por el arrebato lírico-afectivo. El profeta proclama una vez más el amor
apasionado de Dios por Israel, expresando, en primer lugar, la invitación a
volver al Señor con conciencia del propio pecado (vv. 2ss). Se trata, en
sustancia, de la llamada repetida por otros profetas para que Israel se
muestre, esencialmente, consone con el espíritu de la alianza (cf. Am 5,21-24; Is
1,10-17; Miq 6,6-8; Sal 50,8-21; 51,18ss). En respuesta al compromiso
penitencial del pueblo, que se entrega a YHWH persuadido ahora de la inutilidad
y del daño de cualquier recurso a las potencias extranjeras (Asiria) y de toda
confianza ilusoria en las propias iniciativas al margen de Dios (v. 4), en
respuesta a esto, decíamos, el Señor mismo saldrá garante de un futuro de
esperanza para el pueblo (v. 5).
El punto decisivo de la perícopa reside en el despliegue de unas imágenes
bellísimas de la naturaleza: Dios se compara con el rocío, que vivifica lo que
era árido. De esta suerte, el pueblo vuelve a tener la lozanía de la flor del
lirio. Se parte de la magnificencia del próvido
olivo y de la fragancia del Líbano, cuyos cedros difunden perfume,
para expresar el reflorecimiento de Israel en cuanto acepta volver al Señor
(vv. 6ss). Pero, a continuación, se compara al Señor mismo con un árbol a cuya
sombra descansará la gente, sacando nuevas fuerzas para hacer florecer, como la
vid, toda la nación (v. 8). Dios es, para un Israel renovado por completo,
alguien que vigila y escucha. Es como el ciprés, el árbol firme, fuerte,
perennemente verde: metáfora de la omnipotencia de Dios, que permite a Israel
dar frutos todavía (v. 9). El v. 10 cierra la perícopa confiando a los sabios
la comprensión de todos los vaticinios. Para el autor de esta expresión
conclusiva (que tal vez no es Oseas), la sabiduría es caminar con rectitud por
los
caminos del Señor.
SALMO RESPONSORIAL (SAL 50)
R./ Abre, Señor, mis labios y te alabaré.
L. Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor,
apiádate de mí y olvida mis ofensas. Lávame bien de todos mis delitos y
purifícame de mis pecados.
R./ Abre, Señor, mis labios y te alabaré.
L. Enséñame, Señor, la rectitud de corazón que
quieres. Lávame tú, Señor, y purifícame y quedaré más blanco que la
nieve.
R./ Abre, Señor, mis labios y te alabaré.
L. Crea en mí, Señor, un corazón puro, un espíritu
nuevo para cumplir tus mandamientos. No me arrojes, Señor, lejos de ti ni
retires de mí tu santo espíritu.
R./ Abre, Señor, mis labios y te alabaré.
L. Devuélveme tu salvación, que regocija, y mantón en
mí un alma generosa. Señor, abre mis labios y cantará mi boca tu alabanza.
R./ Abre, Señor, mis labios y te alabaré.
ACLAMACIÓN antes del Evangelio (Jn 16, 13; 14, 26)
R./ Aleluya, aleluya.
Cuando venga el Espíritu de verdad, él
les enseñará toda la verdad y les recordará todo cuanto yo les he dicho,
dice el Señor.
R./ Aleluya, aleluya.
+ EVANGELIO según san Mateo 10,16-23
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “Yo los envío como ovejas entre lobos. Sean, pues, precavidos como las serpientes y sencillos como las palomas.
Cuídense de la gente, porque los
llevarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas, los llevarán ante
gobernadores y reyes por mi causa; así darán testimonio de mí ante ellos y ante
los paganos. Pero, cuando los entreguen, no se preocupen por lo que van a decir
o por la forma de decirlo, porque en ese momento se les inspirará lo que han
de decir. Pues no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre
el que hablará por ustedes. El hermano entregará a su hermano a la muerte, y
el padre a su hijo; los hijos se levantarán contra sus padres y los matarán;
todos los odiarán a ustedes por mi causa, pero el que persevere hasta el fin,
se salvará. Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra. Yo les aseguro
que no alcanzarán a recorrer todas las ciudades de Israel, antes de que venga
el Hijo del hombre”.
Palabra del Señor.
R./ Gloria a ti, Señor Jesús.
La perícopa está penetrada toda ella por la fuerza dramática, aunque salvífica, de la pertenencia a Cristo. El «he aquí» inicial introduce esta nueva enseñanza sobre la misión. Se trata de trillar los caminos de la mansedumbre y de la no violencia, aun siendo conscientes de estar rodeados por un mundo feroz y agresivo.
La imagen de las ovejas asimila al evangelizador con el Cordero
«que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29): aquel que cargó con nuestras
iniquidades y nuestros dolores (cf. Is 59,11), para realizar el proyecto de un
Dios que quiere que todos los hombres se salven (cf. 1 Tim 2,4).
La mansedumbre y la no violencia del evangelizador no son nunca,
sin embar debilidad, ni simpleza ni, menos aún, masoquismo. Se trata de vivir
dos virtudes que parecen, aunque no lo son, opuestas: la prudencia de la serpiente,
como ejercicio de una inteligencia vigilante, realista y crítica, que se
sustrae al engaño, y la sencillez de la paloma, como ejercicio del proceder
limpio y confiado, propio de quien sabe que está en las manos de un Padre
omnipotente y bueno.
La exhortación a llevar cuidado con los hombres (cuando se trate
de «lobos» dispuestos a tramar perfidias) cae, por tanto, de la parte de la
prudencia; la exhortación a no preocuparse por lo que haya que decir, poniendo más
bien toda la confianza en el Espíritu del Padre, que se ocupará de inspirar lo
que haya que decir, cae, en cambio, de la parte de la sencillez. La perspectiva
de lo que tendrá lugar antes del triunfo definitivo de Cristo no es una
perspectiva rosa: el mal es engendrador de mal y agita las mismas relaciones
familiares, llegando hasta las
raíces de la vida (v. 21), pero quien soporte ser odiado (no a
causa de sus propias fechorías, sino de Cristo soberanamente amado y seguido:
v. 22) será salvo.
Se trata, en definitiva, de perseverar en el obrar contra el mal,
aunque intentando huir de los perseguidores (v. 23), con la certeza en el
corazón de que, dentro del discurrir de los días, sigue siendo inminente la
venida del Hijo del hombre, con su victoria definitiva sobre el mal y sobre la
muerte (v. 23b).
MEDITATIO
Vivir las jornadas espiritualmente significa experimentar que
ninguna potencia humana nos salva y que no es «elaborando proyectos de
autosuficiencia, ni poniendo nuestra confianza en nuestras obras como
realizamos el Reino de Dios en nosotros y a nuestro alrededor. El secreto de
una vida verdadera es, en primer lugar, el continuo retorno al corazón habitado
por Dios.
Decían los Padres que hacer memoria continuamente de Dios a lo largo
de nuestras propias jornadas es lo que, en concreto, nos hace caminar con el
Señor, dando frutos en él. La estrategia consiste, por consiguiente, en una
interioridad activa: desde la dispersión que supone hacer muchas cosas, hemos
de tomar de nuevo, lo más a menudo que podamos, conciencia de que el Señor
«mora» en nosotros, y volver a él con rápidos, pero igualmente frecuentes,
contactos de amor. Verdaderamente, será como «sentarse a su sombra» (Os 14,8) y
encontrar reposo; será un florecer y un dar fruto también en el campo
apostólico.
Lo sabemos: no se trata de una aventura fácil, pero el Señor será
«rocío» de Espíritu Santo, que nos sugerirá cómo relacionarnos con el mundo en
que vivimos para que podamos ser sencillos en la búsqueda de Dios y de todo lo
que es verdad de amor, prudentes en el discernimiento de los caminos que no nos
alejen de esta verdad.
La elección de un estilo de vida marcado por la mansedumbre del
Cordero en una sociedad penetrada por grandes y sutiles y, aparentemente,
triunfantes violencias nos asemeja al Señor Jesús: el Cordero que quita el pecado
del mundo, nuestros mismos pecados. En él y por él, dentro de una fe que lo
envuelve todo, es como discurren los días serenos incluso en medio de las
dificultades, a veces en medio de persecuciones. Porque lo sabemos: «Ésta es la
victoria que vence al mundo: nuestra fe» (1 Jn 5,4).
ORATIO
Señor, hazme volver a ti: a cada hora, en cada momento. Que dentro
del torbellino de cosas que debo hacer, sea tu recuerdo, el de tu presencia
gloriosa en mí, lo que me permita dar «fruto» en todas las obras buenas que has
proyectado para mí.
Sé para mí rocío del Espíritu Santo: tanto para mi continuo
«florecer» en la relación de amor vital y nupcial contigo como para el modo de relacionarme
con los hermanos. No permitas que la violencia, típica de este mundo, me
envenene o se mezcle conmigo. Que no me debilite en los miedos.
Hazme apacible con la fuerza de tu amor. Que el perdonar con
facilidad sea el estilo con que discurren mis días y que la humilde aceptación
y comprensión del otro, incluso cuando no pueda y no deba compartir su credo y
sus ideas, se convierta en mi participación en tu ser amor que salva.
CONTEMPLATIO
Libéranos de todas las acciones impuras, repugnantes a tu inhabitación
en nosotros. Que no apaguemos los esplendores de tu gracia que ilumina la vista
de los ojos interiores. Que sepamos que tú te unes a nosotros gracias a la
oración y a una vida irreprensible y santa (cf. 1 Cor 6,17).
Y puesto que uno de la Trinidad se ha ofrecido en sacrificio y
Otro lo recibe y se muestra propicio con nosotros, acepta, oh Señor, nuestra
súplica. Dispón en nosotros santas moradas, a fin de que saboreemos al Cordero
celestial y recibamos el maná que da la vida inmortal y una salvación nueva a
través de un camino de amor (Gregorio de Norek, Liber orationum, 33,5).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive la Palabra:
«Sé rocío para mí, Señor. Floreceré en ti».
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
En el ejercicio de su propia actividad laboral se esforzará el cristiano
por tener siempre la intención de hacerlo todo para gloria de Dios y para el
mayor bien del prójimo: por eso se comparará a menudo con aquellos de la
comunidad o de su lugar de trabajo que puedan ayudarle y, sobre todo, con el
Señor, a través de la escucha de la Palabra y de la oración, a fin de que el
trabajo sea ámbito de gracia y de santificación para sí y para aquellos con
quienes se encuentra y queden superados las contradicciones, los sufrimientos y
las pobrezas que pesan sobre la experiencia del trabajo humano.
Esta espiritualidad del trabajo se convierte en un modo concreto
de dar gracias a Dios por sus dones y vivir la vuelta a él de todo lo que, de
manera gratuita, nos ha dado al llamarnos a la vida y a la fe.
Educar significa asimismo dar gratis a otros lo que nos ha sido
dado gratuitamente: la educación es una forma elevada de restitución de los
bienes recibidos, por eso la Iglesia se siente llamada a ser comunidad educadora
en la gratitud a Dios, dador de dones, y en el compromiso prioritario del
servicio a las nuevas generaciones (Carlo Maria Martini, Parlo al tuo core. Lettera
pastorales per l´anno 1996-1997, Milán 1996, pp. 44 ss).
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