Fiesta de la conversión de San Pablo







Queridos hermanos y hermanas: Paz y Bien

    El día de hoy concluimos el “Octavario por la unidad de los cristianos”. Es decir, hoy comienza realmente el trabajo práctico. Si durante una semana hemos rezado para que verdaderamente todos seamos uno como el Padre y Jesús en el Espíritu santo son Uno, ahora es necesario que Tú y yo, sí, Tú que estás leyendo esta reflexión te pongas como meta el crear, el generar una verdadera comunión, primeramente entre los tuyos, entre tu familia, de ahí entre tu comunidad, en los miembros de tu iglesia, de tu parroquia de tu capilla, y de ahí dar el salto a la sociedad, iniciando en generar un ambiente de comunión en tu ámbito laborar.
    Rezar por la unidad de los cristianos, significa que estamos dispuestos a ir creciendo en comunión, que podemos respetarnos, aceptar lo hermoso, lo bello, lo verdadero del cristianismo y que se manifiesta en otras denominaciones no católicas, y al mismo tiempo ofrecer, compartir lo grande, lo hermoso, lo bello lo verdadero que tenemos los cristianos católicos, entre otras cosas, el anhelo de que un día todos nos sentemos juntos para compartir la Mesa de La Palabra y La Eucaristía.
    ¡Qué hermoso será cuando llegue ese momento! Pero nosotros hemos de propiciar esa comunión, poniendo todos los medios necesario y las herramientas convenientes para que esto sea verdad.
Hoy, pues, concluimos esta semana de oración con la fiesta de la conversión de Saulo, el que después de encontrarse con el Dios de Jesucristo en el Camino de Damasco se convierte en el mayor evangelizador de todos los tiempos, en el “Apóstol de los gentiles”.
    En la Liturgia de la Palabra para la celebración Eucarística de este día, el Apóstol San Pablo nos abre de par en par su corazón, y nos dice cómo fue su “encontronazo” con Jesucristo. Es la historia vocacional de un hombre que está totalmente abierto a la gracia y al poder de Dios. Cuando Pablo está convencido de que la fidelidad a YAVE radica en acabar con todo aquellos que están en contra de su religión, Jesús le sale a su encuentro, a la mitad del camino y le hace saber que el es el Dios verdadero, que no ha venido solamente para el “Pueblo Elegido”, sino para todos los hombres y mujeres todos los tiempos. Es ahora cuando Pablo comprende que su misión no se reduce a unos cuantos, sino que es del tamaño del mundo. Una vez que se ha encontrado con Jesús, su vida se transforma de “perseguidor en apóstol”, anunciando, proclamando y dando testimonio del amor de Dios para con la humanidad. Dios tiene una prioridad que no puede desplazar ni abandonar bajo ninguna circunstancia, por eso, Dios mismo se busca a los que irán y anunciarán su Palabra a todas la gentes. La salvación de los hombres es la única urgencia de Dios. A Pablo se le dice lo que tiene que hacer: ir por todo el mundo a predicar el evangelio. Se trata ya no de estar abierto o dedicado solamente a los miembros de su comunidad, sino abierto a todos, la mirada universal de la salvación de Dios cobra sentido en la misión del Apóstol y de la Iglesia. Jesucristo murió, resucitó para la salvación de todos.
    La conversión es el momento más intenso en la vida de la persona, que se convierte en proceso de conversión diario, y desemboca en el espíritu de un celo apostólica, misionero. Pablo, en el Camino hacia Damasco se da cuenta que Jesús de Nazaret era el Mesías, no lo descubre por su inteligencia, ni tampoco por lo que había estudiado, ni por lo que sabía de la Biblia, lo descubre por revelación divina. Dios le sale al encuentro.
    Jesús resucitado, Aquél que había sido crucificado, muerto, sepultado, había resucitado el Domingo de Pascua, y ahora se revela como uno con sus hermanos. Esta revelación marca toda la vida, la existencia y la misión de Pablo.
    Toda la vida estuvo animada por esta experiencia de encuentro. Sí, es verdad, fue un instante, pero el más intenso de toda su vida, tanto, que lo marcó para siempre, lo transformó. Este instante se convierte en un proceso, en un camino donde es necesario ponerlo todo al servicio del Reino. Cuánto más se tiene la experiencia de Dios, cuánto más se vive de cara a Dios, más evidente es la conversión. Esta fue la experiencia de Pablo, se cristificó plenamente.
    Pablo vive una transformación interior plena y absoluta. La transformación no solamente es espiritual, sino física, corporal. Esto se va a manifestar en la ceguera que experimenta Pablo y la devolución de la vista. Es la vivencia profunda de la experiencia de Dios en la propia vida, una experiencia que le marcará totalmente y lo hará un hombre nuevo. Su existencia ha cambiado de Saulo a Pablo, pasa de la ceguera a la recuperación de la vista. La transformación no es por arte de magia, sino que Pablo es bautizado, recibe al Espíritu Santo y recobra la vista. El proceso es gradual, y la verdadera renovación interior, en otras palabras la conversión la suscita y la lleva a plenitud el Espíritu santo que hace que Pablo recobre las fuerzas. Estamos ante el proceso de la gracia de Dios y la colaboración de la persona que permite que esa gracia actúe verdaderamente en ella.
    Pablo cae en tierra, y debe levantarse, de ahora en adelante, ya no serán sus propias fuerzas, ya no será su elocuencia, ya no serán sus propios criterios, sino el Espíritu de Dios que actuará en Él y a través de Él. Esto es la conversión, Pablo toca fondo para volverse a Dios.
    Es necesario, pues, pasar del no-ver al ver-con-claridad. La ceguera nos puede venir de nuestros propios criterios, de nuestra propia soberbia, de nuestra propia confianza en nosotros mismos, la luz, el ver, nos vine de la apertura a la gracia de Dios, a la acción del Espíritu Santo que nos ilumina y nos conduce. El Espíritu Santo es el que da la fortaleza para levantarse y continuar en el camino, caminando hacia la meta, y esa meta es la plenitud de vida en Cristo.
    Así pues, hoy que celebramos la fiesta del Apóstol de Los Gentiles, descubrimos que la conversión es en primer lugar para estar con Dios, y en segundo lugar es para ponernos al servicio del Reino, es decir para beneficiar a alguien. Tú y yo, como miembro de una comunidad, como miembro de la Iglesia estamos llamado a servir a nuestros hermanos, a ir y anunciar la Buena Nueva del Evangelio, para que todos tengan vida y vida en abundancia en el nombre de Cristo Jesús, nuestro Señor, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Zapopan Jalisco, 24 enero 2022
Fray Pablo Jaramillo, OFMCap

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