LECTIO DIVINA FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR C. Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego

 LECTIO DIVINA FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR C

Isaías 40, 1-5. 9-11. De la Carta de Pablo a Tito 2, 11-14; 3, 4-7. Lucas 3, 15-16. 21-22

Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego


 


 

LECTIO

 

PRIMERA LECTURA

[Se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán.] 

Del libro del profeta Isaías 40, 1-5. 9-11

 

"Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice nuestro Dios. Hablen al corazón de Jerusalén y díganle a gritos que ya terminó el tiempo de su servidumbre y que ya ha satisfecho por sus iniquidades, porque ya ha recibido de manos del Señor castigo doble por todos sus pecados". Una voz clama: "Preparen el camino del Señor en el desierto, construyan en el páramo una calzada para nuestro Dios. Que todo valle se eleve, que todo monte y colina se rebajen; que lo torcido se enderece y lo escabroso se allane. Entonces se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán". Así ha hablado la boca del Señor. Sube a lo alto del monte, mensajero de buenas nuevas para Sión; alza con fuerza la voz, tú que anuncias noticias alegres a Jerusalén. Alza la voz y no temas; anuncia a los ciudadanos de Judá: "Aquí está su Dios. Aquí llega el Señor, lleno de poder, el que con su brazo lo domina todo. 

El premio de su victoria lo acompaña y sus trofeos lo anteceden. Como pastor apacentará a su rebaño; llevará en sus brazos a los corderitos recién nacidos y atenderá solícito a sus madres". 

 

Palabra de Dios.

R./ Te alabamos Señor

 

Con este estupendo prólogo comienza “el libro de la consolación” (Is 40-55). Dios sacude el torpor de su pueblo, humillado y esclavo en Babilonia, suscitando mensajeros de su voluntad, y entre éstos al Segundo Isaías, profeta del exilio. El profeta anuncia que la liberación de Dios a favor del pueblo que le ha permanecido fiel no tardará. Este “resto” será repatriado en la alegría general a la tierra prometida a sus padres para siempre y así terminarán todo sufrimiento y tristeza. 

El mensajero hace resonar primero el anuncio de liberación entre los exiliados en Babilonia con palabras que “tocan” el corazón de su pueblo y muestran el de Dios: «Consuelen... hablen al corazón... y grítenle que ha terminado su condena... En el desierto preparen un camino al Señor» (vv. 1-5). Después sube a la colina de Sión, en Jerusalén, y aquí dirige otro mensaje de consuelo a los que vuelven a la patria: «Miren, el Señor Dios llega con poder... Como un pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne» (vv. 9-11). Ha sonado la hora del perdón y de la liberación para el pueblo. La gloria del Señor se manifestará con poder entre los pueblos. Es siempre Dios el que toma la iniciativa hacia su pueblo elegido, como un pastor que guía su rebaño, y con la fuerza de su amor lo reúne en torno a sí, llevando «en brazos los corderos», y «conduce con delicadeza a las recién paridas» (v. 11; cf. Jr 23,3; Ez 34,11-16; In 10,1-6, Lc 15,3-7). El reino mesiánico de la paz, de la salvación y de la justicia se instala en el pueblo de Dios.

 

SEGUNDA LECTURA

[Él nos salvó mediante el bautismo, que nos regenera y nos renueva, por la acción del Espíritu Santo.]

De la carta del apóstol san Pablo a Tito 2, 11-14; 3, 4-7

 

Querido hermano: La gracia de Dios se ha manifestado para salvar a todos los hombres y nos ha enseñado a renunciar a la irreligiosidad y a los deseos mundanos, para que vivamos, ya desde ahora, de una manera sobria, justa y fiel a Dios, en espera de la gloriosa venida del gran Dios y salvador, Cristo Jesús, nuestra esperanza. Él se entregó por nosotros para redimirnos de todo pecado y purificarnos, a fin de convertirnos en pueblo suyo, fervorosamente entregado a practicar el bien. 

Al manifestarse la bondad de Dios, nuestro salvador, y su amor a los hombres, él nos salvó, no porque nosotros hubiéramos hecho algo digno de merecerlo, sino por su misericordia. Lo hizo mediante el bautismo, que nos regenera y nos renueva, por la acción del Espíritu Santo, a quien Dios derramó abundantemente sobre nosotros, por Cristo, nuestro salvador. Así, justificados por su gracia, nos convertiremos en herederos, cuando se realice la esperanza de la vida eterna. 

 

Palabra de Dios.

R./ Te alabamos Señor

 

Pablo, luego de haber exhortado a su discípulo Tito, al que había dejado en Creta como responsable de la comunidad cristiana, acerca del modo de intervención que deberá practicar respecto a las diversas categorías de personas de que está formada su Iglesia, vuelve sobre la persona de Jesús, única salvación dada por el Padre. Jesús es la manifestación suprema de la ternura y del amor de Dios a la humanidad: «Se ha manifestado la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres» (v. 11). El Padre lo ha realizado todo por medio de su Hijo Jesús y su único objetivo ha sido el de hacernos hijos, a través de «un bautismo de regeneración», que es el bautismo, y a través de «la renovación en el Espíritu Santo» (3,5). 

El amor del Padre nos viene dado por medio del Hijo y del Espíritu para ponernos en grado de poseer en plenitud el don de la salvación. Sólo una comunidad de fe que vive estos ideales puede ser luz para los no creyentes y obtener el premio que Jesús nos ha prometido: la vida eterna. Pero el ideal de vida cristiana, al que el cristiano y la misma comunidad deben mirar, continúa siendo la persona misma de Jesús, que, en su existencia terrena fue siempre dócil al Padre, supo resistir a toda tentación del Maligno, practicó la justicia en su misión pública, amando a todos hasta el don de su propia vida (v. 12-13).

 

EVANGELIO

[Después del bautismo de Jesús, el cielo se abrió.]

Del santo Evangelio según san Lucas 3, 15-16. 21-22

 

En aquel tiempo, como el pueblo estaba en expectación y todos pensaban que quizá Juan el Bautista era el Mesías, Juan los sacó de dudas, diciéndoles: “Es cierto que yo bautizo con agua, pero ya viene otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego”. 

Sucedió que entre la gente que se bautizaba, también Jesús fue bautizado. Mientras éste oraba, se abrió el cielo y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma sensible, como de una paloma, y del cielo llegó una voz que decía: “Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco”.

 

Palabra del Señor.

R./ Gloria a ti, Señor Jesús

 

El relato del bautismo de Jesús en Lucas consta de dos partes. En la primera (vv. 15 16) se subraya la diferencia entre el bautismo de Juan, con agua, para la purificación según el uso judaico antiguo, y el de Jesús, con Espíritu Santo, que transforma el corazón dando vida nueva. En la segunda parte (vv. 21-22) se afirma la superioridad y la riqueza del bautismo de Jesús, donde él se revela Mesías e Hijo de Dios y, en consecuencia, la superioridad del bautismo del cristiano, que es don del Espíritu y en el que se convierte en hijo de Dios por medio del Hijo. El bautismo es un momento extraordinario de manifestación del Espíritu de Dios en la persona de Jesús. Y él lo recibe mientras está en oración, otro don del Espíritu Santo, típico en la teología lucana. 

La tarea de Jesús en el mundo, por tanto, es doble: él es el Mesías, enviado por el Padre, y por esto recibe la fuerza del Espíritu para su misión de Salvador de los hombres, sacándola del misterio mismo de Dios, de quien proviene. Pero al mismo tiempo él es también el Hijo predilecto del Padre, el rostro visible de Dios, el revelador de la Palabra escuchada del Padre y transmitida a los hombres. De la misión de Jesús nace la vocación de la Iglesia y la de todo creyente: acoger el mensaje de amor que el Padre nos dirige con el Hijo para, a nuestra vez, darlo a los hermanos. Nace, además, la llamada a vivir el propio bautismo sabiéndonos poseedores del Espíritu y de la vida nueva que se nos ha dado, comportándonos como hijos de Dios para testimoniar la vida divina, única verdad que hace libre al hombre (cf. Jn 8,31).

 

MEDITATIO

 

La misión principal de la Iglesia en el mundo de ayer y de hoy es la de anunciar "la buena noticia” de Jesús: es la evangelización (cf. Mc 16,15-18). 

La situación especial y del todo imprevisible en que el mundo y la Iglesia se encuentran hoy, y en particular las nuevas exigencias que en este tercer milenio nos urgen cada vez más, hacen que la misión evangelizadora de la Iglesia exija un proyecto de pastoral original y orgánico para responder a los desafíos del hombre post-moderno. En todo caso, sin embargo, el núcleo de la evangelización sigue siendo el anuncio claro y completo de la persona y de la vida de Jesús, de su doctrina y del Reino que él proclama con su misterio pascual: Jesucristo crucificado, muerto y resucitado. El rostro de Jesús que todo cristiano debe anunciar con la palabra y con la vida es el rostro humano del Hijo de Dios y el rostro divino del hombre Jesús. 

El encuentro personal con el Señor produce siempre signos de gran renovación espiritual y humana, por lo cual uno se siente impulsado a participar, compartiéndola, y a dar a los otros la experiencia de este encuentro exaltante. El testimonio de vida, además, provoca casi siempre un encuentro posterior, para que también otros encuentren personalmente a Jesús y su Palabra. 

El Señor continúa siendo el Viviente en la vivencia humana, el único Salvador de toda la humanidad y el Señor de la historia que actúa con su Espíritu de vida. Para todos encontrar a Cristo es acoger su amor gratuito, adherirse a su proyecto, abrazar su destino y anunciar el Reino de Dios, especialmente a los pobres y a los que no tienen esperanza en un futuro: para construir así una sociedad justa y solidaria.

 

ORATIO

 

Señor y Padre nuestro y de todos, nos llenan de alegría las muchas cosas que nos has revelado por tu Hijo Jesús, referentes a nuestra felicidad y a nuestra salvación eterna. A menudo, sin embargo, nos asalta el temor de no estar a la altura de corresponder plenamente a tu amor de Padre. Pensamos con frecuencia en la vivencia de tu pueblo elegido, que en la “antigua alianza” endureció su corazón contra ti (cf. Ex 19,9-11); y más tarde, cuando enviaste a tu Hijo entre nosotros, los jefes del pueblo hicieron otro tanto con él, que habló y reveló tu rostro con mansedumbre y verdad. Y todo porque no han acogido tu Palabra en ellos, no han hecho espacio a tu presencia en su vida, no han hecho germinar la semilla de la Palabra de Jesús en su corazón. 

Tú nos has enseñado que la fe nace sólo en el corazón de aquellos en quienes habita tu amor. Nosotros nos sentimos débiles y tenemos miedo de no estar a la altura en este camino de la Palabra interiorizada y vivida en lo cotidiano, en la verdad y en el amor fraterno. Haz que nunca endurezcamos nuestro corazón a tu reclamo paterno ni a la acción interior de tu Espíritu Santo. Y si alguna vez se da en nosotros la experiencia de la fragilidad humana y del corazón cerrado a tu Palabra o traicionamos el evangelio, escondiendo la injusticia bajo la apariencia de caridad, no nos abandones, y haznos recuperar de inmediato la paz interior y la comunión contigo, en la que reside nuestra verdadera y única alegría.

 

CONTEMPLATIO

 

«Los cielos anuncian su justicia». ¿Quiénes son estos cielos? Aquellos que se han hecho morada de Dios. Si lo quieres, también tú serás un cielo. ¿Quieres serlo? Si has comenzado a saborear las cosas de arriba ¿no te has convertido, quizás, en un cielo? Tu morada está en el cielo. Toda la Iglesia es mensajera de Cristo; son cielos todos los fieles que procuran llevar a Cristo a los no creyentes y lo hacen movidos por el amor. ¡Estad tranquilos! Les lleváis a uno que no desilusionará a cuantos lo vean. Y rogadle a fin de que los ilumine y logren mirarlo bien (...). 

En cuanto a ti, imagina que has visto el sol. Si encontrases a uno que (sin haberlo visto) viniese a encomiarte el esplendor de una lámpara, tú le dirías: «¡Esto no es luz!». ¿Por qué le dices esto? Porque tú conoces otra belleza. Me replicarás: «Pero yo no la conozco». Cree y la verás. Puede ser, en efecto, que no tengas ojos adaptados para verla. Quizás tu ojo esté enfermo. Antes de ver, cree: así serás curado y lograrás ver: «Amanece la luz para el justo, la alegría para los rectos de corazón» (San Agustín, Enarraciones sobre los Salmos, 96).

 

ACTIO

 

Repite a menudo y vive hoy la Palabra:

 

«Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego» (Lc 3,16).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

 

Tu verdadera identidad es ser hijo de Dios. Es ésta la identidad que debes aceptar. Una vez que la has reivindicado y te has instalado en ella, puedes vivir en un mundo que te da mucha alegría y también mucho dolor. Puedes recibir alabanzas o calumnias que llegan a ti como una ocasión para fortalecer tu identidad fundamental, porque la identidad que te hace libre ha clavado su ancla más allá de toda alabanza y de toda calumnia humana. Tú perteneces a Dios, y como hijo de Dios has sido enviado al mundo. 

Necesitas un guía espiritual. Necesitas personas que te mantengan anclado a tu verdadera identidad. Subsiste siempre la tentación de cortar el lazo con el lugar profundo en el que Dios te habita y de dejarte ahogar por la alabanza o la calumnia del mundo. Mientras lo más profundo dentro de ti, donde se hunden las raíces de tu identidad como hijo de Dios, te ha sido desconocido, los que eran capaces de "tocarte" han tenido sobre ti un poder imprevisible y a menudo aplastante. Han llegado a ser parte de tu identidad; ya no podías vivir sin ellos. Pero ellos no podían desempeñar el papel divino y te han dejado, y tú te has sentido abandonado. 

Pero precisamente esta experiencia de abandono es la que te ha hecho volver a tu identidad de hijo de Dios. Sólo Dios puede habitar plenamente en lo más profundo de tu alma y darte sentido de seguridad. Pero queda el peligro de que dejes entrar a otros en tu lugar sagrado, hundiéndote así en la angustia (H. J. M. Nouwen, La voz interior del amor, Madrid 1998).

 

 

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