LECTIO DIVINA JUEVES 2ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 LECTIO DIVINA JUEVES 2ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

I Samuel 18, 6-9; 19, 1-7. Marcos 3, 7-12

Enséñame, Señor, a alegrarme del bien

 


 

PRIMERA LECTURA

Saúl quería matar a David.

Del primer libro de Samuel 18, 6-9; 19, 1-7

 

En aquellos días, cuando David regresaba de haber matado al filisteo, las mujeres de todos los poblados salieron a recibir al rey Saúl, danzando y cantando al son de tambores y panderos, y dando grandes gritos de alegría. Al danzar, las mujeres cantaban a coro: “Mató Saúl a mil, pero David a diez mil”. 

A Saúl le cayeron muy mal esas palabras y se enojó muchísimo y comentó: “A David le atribuyen diez mil, y a mí tan sólo mil. Lo único que le falta es ser rey”. Desde entonces Saúl, miraba a David con rencor. 

Un día, Saúl comunicó a su hijo Jonatán y a sus servidores que había decidido matar a David. Pero Jonatán quería mucho a David y le dijo a éste: “Mi padre Saúl, trata de matarte. Cuídate, pues, mucho, mañana por la mañana. Retírate a un lugar seguro y escóndete. Yo saldré con mi padre por el campo donde tú estés y le hablaré de ti; veré que piensa y te lo avisaré”.  

Habló entonces Jonatán a su padre en favor de David y le dijo: “No hagas daño, señor mío, a tu siervo David, pues él no te ha hecho ningún mal, sino grandes servicios. Arriesgó su vida para matar al filisteo, con lo cual el Señor dio una gran victoria a todo Israel. Tú mismo lo viste y te alegraste. ¿Por qué, pues, quieres hacerte reo de sangre inocente, matando a David sin motivo?” Al oír esto, se aplacó Saúl y dijo: “Juro por Dios que David no morirá”. 

Entonces Jonatán llamó a David y le contó lo sucedido. Luego lo condujo ante Saúl, y David continuó a su servicio, como antes. 

 

Palabra de Dios.

R./Te alabamos Señor

 

Los versículos de la primera parte de la lectura, extrapolados del capítulo 18, narran la irrupción de un agudo sentimiento de celos por parte del rey Saúl contra David. En compensación, surge la gracia divina, que actúa ahora de modo claro en la vida de David; gracias a su valor, se está afirmando como el elegido del Señor. Saúl, por el contrario, se muestra más interesado por su prestigio personal que por el beneficio de la nación a la que debería servir. 

Los versículos tomados del capítulo 19 presentan, sin embargo, la mediación llevada a cabo por Jonatán ante Saúl. Impulsado por la gran amistad que ha entablado con David, Jonatán consigue superar el espíritu de servilismo y de autodefensa que reina ahora en la corte. Una pasión movida por la envidia agrede al consagrado del Señor y una pasión movida por la amistad lo salva. A través de nuestras pasiones pasan grandes males y grandes bienes. El Señor puede obrar también a través de ellas. Por nuestra parte, es necesario que no las dejemos abandonadas a sí mismas, sino que las pongamos al servicio de un proyecto de amor.

 

 

EVANGELIO

Los espíritus inmundos gritaban: "Tú eres el Hijo de Dios". Pero Jesús les prohibía que lo manifestaran.

Del santo Evangelio según san Marcos 3, 7-12

 

En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, seguido por una muchedumbre de galileos. Una gran multitud, procedente de Judea y Jerusalén, de Idumea y Transjordania y de la parte de Tiro y Sidón, habiendo tenido noticias de lo que Jesús hacía, se trasladó a donde él estaba.  

Entonces rogó Jesús a sus discípulos que le consiguieran una barca para subir en ella, porque era tanta la multitud, que estaba a punto de aplastarlo. 

En efecto, Jesús había curado a muchos, de manera que todos los que padecían algún mal, se le echaban encima para tocarlo. Cuando los poseídos por espíritus inmundos lo veían, se echaban a sus pies y gritaban: “Tú eres el Hijo de Dios”. Pero Jesús les prohibía que lo manifestaran. 

 

Palabra del Señor.

R./ Gloria a Ti, Señor Jesús.

 

Con el pasaje de hoy se abre una nueva sección narrativa (Mc 3,7–6,6) que tiene como escenario de fondo el espacio abierto, mientras que en la precedente se desarrollaban los hechos en la sinagoga o en zonas relacionadas con ella. La actividad de Jesús se propaga; ya no es en absoluto un desconocido, y suscita sensación. A pesar de este ensanchamiento del horizonte, el entusiasmo acogedor, aunque bastante poco arraigado y profundo, se irá amortiguando hasta convertirse en una actitud de estupor incrédulo (6,6). Entre tanto, Jesús se está preparando una nueva familia compuesta por personas que muestran una disponibilidad más auténtica respecto a él, e inicia una enseñanza particular dirigida a los discípulos. 

La lectura de hoy presenta un eco de la resonancia obtenida por Jesús, que ahora se ha convertido en el centro de la atención. Tiene que defenderse de su misma fama y, por otra parte, no quiere ponerse al servicio de intereses personales, sino al servicio de Dios. Por eso ordena a los demonios que se callen: no tiene que ser considerado como un curandero, sino como el enviado del Padre, que cuenta, recurriendo a todo tipo de experiencias, lo que Dios da a conocer de sí mismo y lo que pide a los hombres, más dispuestos a buscarse a sí mismos que a Dios, incluso en sus actos más clamorosamente religiosos.

 

MEDITATIO

 

Pasamos con frecuencia por la experiencia de la incomprensión, del equívoco, de los malentendidos. Alguien dice una palabra, hace un gesto atribuyéndole significado y el interlocutor percibe otro. Sobre esta base se forma una opinión, emite un juicio, elabora unos criterios de valoración. ¡Cuánto sufrimiento se sigue de ahí en ocasiones! Nos sentimos interpretados, no nos sentimos reconocidos ni acogidos en nuestra propia verdad, y eso duele. Y todavía más cuando nos damos cuenta de que nos convertimos en objeto de envidia o celos por el simple hecho de ser como somos.  

La experiencia de David nos muestra la oportunidad, por lo que a nosotros respecta, de buscar un camino adecuado para proyectar luz en los meandros del corazón, allí donde los celos generan incomprensión. El ejemplo de Jesús nos sugiere que no hemos de replegarnos en nosotros mismos, que no hemos de encerrarnos en actitudes de resentimiento y un tanto victimistas. Nos invita, más bien, a continuar recorriendo nuestro camino, sin pretender aclaraciones a toda costa, creyendo que, de todos modos, la verdad acabará triunfando y, antes o después, se impondrá por sí misma. Ahora bien, la Palabra del Señor nos invita también hoy a proyectar luz en nuestro propio corazón; tal vez también nosotros, como Saúl, nos encontremos desviados por el temor de perder prestigio y poder; o, como la muchedumbre, busquemos a Jesús sólo por obtener ventajas materiales de su presencia. Éste es el momento oportuno para que aparezca la verdad.

 

ORATIO

 

Hoy no sé cómo dirigirme a ti, Dios mío, y es que me reconozco en el celoso Saúl, aunque también en el ignorante David. Por eso te pido un corazón grande, te invoco para que seas en mí luz de verdad. Sí, Dios mío, tal vez precisamente por eso tengo una gran necesidad de ser como esos discípulos tuyos que van detrás de ti sin otro motivo que aprender a ser como tú eres. 

Oh luz verdadera, que vea yo el camino justo que he de recorrer y no me desvíe, aunque eso pueda atraerme enemistades. Oh amor de todo amor, que no se me endurezca el corazón, sino que sepa acoger el bien y el éxito de los otros, celebrar su alegría, reconocer en ellos la belleza de tu presencia activa.

 

CONTEMPLATIO

 

Amonesto y exhorto en el Señor Jesucristo que se abstengan las hermanas de toda soberbia, vanagloria, envidia, avaricia, preocupación y solicitud por este mundo, de la difamación y la murmuración, de la discordia y de la división. Sean, en cambio, solícitas para conservar siempre, recíprocamente, la unidad de la caridad mutua, que es el vínculo de la perfección (Clara de Asís, Regola, en Fonti Francescane, Padua 31982, 2.262 [edición española: Escritos de Santa Clara y documentos complementarios, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1999]).

 

ACTIO

 

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:

 

«Enséñame, Señor, a alegrarme del bien» (cf. 1 Sm 19,5).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

 

El temor y la hostilidad no se limitan a los encuentros con los desvalijadores, con los drogadictos o con los anormales. En un mundo invadido por la competición, incluso aquellos que se encuentran muy cerca los unos de los otros, como los compañeros de de escuela o de equipo, los actores de una misma compañía, los colegas de trabajo, están infectados por el miedo y por la hostilidad si se sienten, recíprocamente, como una amenaza a la seguridad intelectual o profesional. Muchos de los espacios creados para acercar a la gente y ayudarla a formar una comunidad pacífica degeneran en campos de batalla mental. Los estudiantes en las aulas, los profesores en las reuniones, el personal en los hospitales y los miembros de proyectos comunes se sienten a menudo paralizados por una mutua hostilidad, incapaces de llevar a cabo sus objetivos a causa del miedo, de la sospecha e incluso de una agresión abierta. En ocasiones, las instituciones creadas expresamente para dar vida a un espacio y a un tiempo libres –donde desarrollar las preciosas potencialidades humanas- han terminado siendo tan dominadas por el espíritu de defensa que las mejores ideas y las opiniones más válidas no llegan a expresarse. [...] 

Una gran parte de nuestro mundo se asemeja a un escenario donde la paz, la justicia y el amor son recitados por actores dispuestos, a continuación, a mutilarse unos a otros con una hostilidad recíproca. ¿No hay acaso médicos, sacerdotes, abogados, asistentes sociales, psicólogos y consejeros espirituales que han empezado su actividad con un profundo deseo de servir y, muy pronto, se han convertido en víctimas de una intensa rivalidad y hostilidad tanto en el ámbito personal como en el social? Ministros del culto y sacerdotes que proclaman la paz y el amor desde el púlpito son, después, incapaces de encontrarse cuando se sientan a la mesa en la casa parroquial. Asistentes sociales que intentan resolver litigios familiares se enfrentan con los mismos conflictos en su propia casa. ¿Cuántos de nosotros no estamos agitados por una aprensión interna porque nos sentimos afligidos por los mismos dolores que quienes piden nuestra ayuda? Sin embargo, precisamente esta paradoja podría proporcionarnos la facultad que nos permitiría curar. Tras haber visto y reconocido, sin posibilidad de duda, nuestras hostilidades y nuestros miedos en los otros, podremos estar en condiciones de sentir, desde dentro, el polo hacia el que nos queremos conducir no sólo a nosotros mismos, sino también al prójimo. [...] 

Apenas hayamos adquirido la sensibilidad necesaria para entrever los dolorosos contornos de nuestra hostilidad, estaremos en condiciones de identificar lo opuesto, hacia lo que estamos llamados a desplazarnos: la hospitalidad. [...] Hospitalidad significa, principalmente, creación de un espacio libre donde pueda entrar el extraño para convertirse en amigo en vez de en enemigo. Hospitalidad no significa cambiar a las personas, sino ofrecerles un espacio donde pueda tener lugar el cambio (H. J. M. Nouwen, Viaggio spirituale per l'uomo contemporaneo, Brescia 1998, pp. 63-65).

 

 

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