Lectio Divina Miércoles XI Del Tiempo Ordinario A. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará

El que me ama cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y haremos en él nuestra morada, dice el Señor
I Reyes: 2, 1. 6-14     Salmo 30, 20.21. 24. Mateo 6,1-6.16-18



LECTIO

PRIMERA LECTURA 
Apareció un carro de fuego y Elías subió al cielo. 

Del segundo libro de los Reyes: 2, 1. 6-14 

Esto fue lo que sucedió cuando el Señor iba a arrebatar a Elías en un remolino hacia el cielo. Ese día Elías y Eliseo habían salido de Guilgal. Al llegar a Jericó, Elías le dijo a Eliseo: "Quédate aquí, porque el Señor me envía al Jordán". Respondió Eliseo: "Por Dios y por tu vida que no te dejaré ir solo". Y se fueron los dos juntos. Los acompañaban cincuenta hombres de la comunidad de los profetas, los cuales, al llegar Elías y Eliseo a la orilla del Jordán, se detuvieron a cierta distancia de ellos. Elías tomó su manto, lo enrolló y con él golpeó las aguas; éstas se separaron a  un lado y a otro, y ambos pasaron el río sin mojarse.
Después de cruzar, Elías le dijo a Eliseo: "Pídeme lo que quieras que haga por ti, antes de que sea arrebatado de tu lado". Respondió Eliseo: "Que sea el heredero principal de tu espíritu". Le dijo Elías: "Es difícil lo que pides; pero si alcanzas a verme, cuando sea arrebatado de tu lado, lo obtendrás; si no, no lo obtendrás". Siguieron caminando y conversando, cuando un carro de fuego, con caballos de fuego, se interpuso entre ellos, y Elías subió al cielo en un remolino. Elíseo lo veía alejarse y le gritaba: "¡Padre mío, padre mío, carro y auriga de Israel!". Y ya no lo volvió a ver. Entonces se rasgó las vestiduras, recogió el manto que se le había caído a Elías, regresó y se detuvo en la orilla del Jordán. Tomó el manto de Elías y golpeó con él las aguas, y no se separaron. Entonces dijo: "¿Dónde está el Señor, el Dios de Elías?". Volvió a golpear las aguas y entonces se separaron a un lado y a otro, y pasó Eliseo.

Palabra de Dios. 
Te alabamos, Señor. 

Después de haber hablado de los sucesores inmediatos de Ajab y de los últimos acontecimientos de Elías, el Libro segundo de los Reyes pasa a ilustrar el «ciclo de Eliseo», cuya vocación fue anticipada en 1 Re 19,19-21. Eliseo, en un sentido no diferente al de Elías, estará
revestido de un considerable papel político (2 Re 3,11ss; 6,8ss; 8,7ss; 9,1ss; 13,14ss) y se revelará como el mayor taumaturgo del Antiguo Testamento (2 Re 2,14-7,20 y 13,20ss recogen una decena de acciones milagrosas, incluso después de muerto). Eso explica la importancia de una investidura profética que Eliseo parece pagar al precio de una obstinada fidelidad al maestro. Eso le sitúa en primera línea entre los «hijos de profetas» (léanse también los v. 3-5, omitidos por la liturgia como si fueran pleonásticos). Según la ley de la primogenitura (cf. Dt 21,17), Eliseo reivindica dos tercios del espíritu de Elías, que le son concedidos al precio de su clarividencia («Si me ves cuando sea arrebatado, te será concedido»: v. 10).

El cambio de sus propios vestidos por el manto de Elías expresa la investidura que ha tenido lugar y la adquisición de las facultades a ella ligadas. Por eso peregrina Eliseo hasta el Jordán, dejando detrás a todos los otros «hijos de profetas». El recuerdo del Jordán, cuyas aguas había dividido Elías con el manto plegado a modo de bastón, remite a la experiencia del Éxodo, ligada a las figuras de Moisés (Ex 14,21) y de Josué (Jos 3,13).

En cuanto al rapto de Elías, no diferente al de Enoc (Gn 5,24), expresa el beneplácito divino hacia su persona, pero sobre todo la referencia a una misión futura. En todo caso, Elías desapareció de la vista de Eliseo en cuanto una llama de fuego («un carro de fuego con caballos de fuego») se interpuso entre ambos profetas.

SALMO RESPONSORIAL 
Del salmo 30, 20.21. 24. 

R/. Amemos al Señor todos sus fieles. 

¡Qué grande es la bondad que has reservado, Señor, para tus fieles! Con quien se acoge a ti, Señor, ¡qué bueno eres! R/.

Tu presencia lo ampara de todas las intrigas de los hombres, y lo pone a resguardo de las burlas y las murmuraciones. R/.

Que amen al Señor todos sus fieles, pues protege a los leales y a los soberbios da lo que merecen. R/. 


ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Jn 14, 23
R/. Aleluya, aleluya. 

El que me ama cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y haremos en él nuestra morada, dice el Señor. R/. 

EVANGELIO
Tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará. 

Del santo Evangelio según san Mateo: 6,1-6.16-18 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres, para que los vean. De lo contrario, no tendrán recompensa con su Padre celestial. 
Por lo tanto, cuando des limosna, no lo anuncies con trompeta, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, para que los alaben los hombres. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. En cambio, cuando tú des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes hagan oración, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora ante tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará. 
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como esos hipócritas que descuidan la apariencia de su rostro, para que la gente note que están ayunando. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que no sepa la gente que estás ayunando, sino tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará". 

Palabra del Señor. 
Gloria a ti, Señor Jesús. 

El principio de la interiorización (el «secreto». vv. 4.6.18), en no menor medida que el de lo extraordinario (Mt 5,20.47: superar la medida), recibe una amplia aplicación respecto a la práctica religiosa, resumida tradicionalmente en la oración, el ayuno y la limosna (Tob 12,8s). Se contrapone aquí la conducta cristiana a la farisea («los hipócritas»: vv. 2.5.16), aunque las buenas obras no han de ser mantenidas secretas (Mt 5,14), sino que deben suscitar en los hombres el reconocimiento del señorío divino. Comenta Jerónimo: «Quien toca la trompeta cuando hace limosna es un hipócrita; quien, al ayunar, desfigura tristemente su rostro para poder mostrar así que tiene el vientre vacío, es asimismo un hipócrita; quien reza en las sinagogas o en las esquinas de las plazas para que le vean los hombres, es un hipócrita. De todo esto se deduce que son unos hipócritas todos aquellos que hacen lo que hacen para ser glorificados por los hombres».

El valor de la limosna (Eclo 3,29; 29,12; Tob 4,9-11) podía quedar comprometido por la ostentación con la que se hacía pública. Lo mismo vale para la oración ostentada con frecuencia «en las esquinas de las plazas». En cuanto al ayuno, es conocida la toma de posición de los profetas (Is 58,5-7), compartida por Cristo.
La Ley prescribía el ayuno en el gran día de la purificación (el yôm kippur: Lv 16,29ss), que se celebraba al comienzo del año según el calendario judío. En este día estaba prohibido hasta lavarse. De ahí la invitación del Señor a evitar los signos externos de una práctica
que, para los israelitas devotos, se volvía a proponer dos veces a la semana (Lc 18,12). Quien ayuna debe asumir el mismo semblante alegre de los días de fiesta, cuando se unge la cabeza con perfume.

La oración incluye, por último, interioridad y secreto, bien expresados por el lugar donde ha de ser llevada a cabo: al pie de la letra en la «alacena», donde se ponían las provisiones para que estuvieran seguras, en un lugar sin ventanas y con una puerta provista de cerradura.


MEDITATIO

¿Quién puede considerarse cristiano sin estas tres cosas: limosna, oración y ayuno?» (Tertuliano). El ayuno allana el camino al paraíso, perdido a causa del «hambre orgullosa» de nuestros primeros padres. La limosna, a su vez, «hace que el ayuno no se resuelva en aflicción de la carne, sino en purificación del alma»
(León Magno). De ahí se sigue que es «bienaventurado quien ayuna para alimentar al pobre» (Orígenes). El ayuno y la limosna han de estar inspirados y sostenidos por la oración, que nos permite obrar con rectitud de corazón y «ante Dios». San Bernardo se preguntaba si «era más impío el que practica la impiedad o quien simula la santidad».

Me examinaré sobre cómo vivo esta triple modalidad de toda auténtica experiencia religiosa. Acepto la invitación de Cristo a esparcir el corazón con la unción del Espíritu Santo, para que dé fragancia no sólo al ayuno, sino también a la limosna y a la oración.

ORATIO

Señor, tú desenmascaras la insidia farisaica que vuelve espuria e ilusoria mi práctica espiritual. Tú quieres que gane en interioridad y profundidad y exiges que el único punto de referencia sea el Padre, que ve en lo secreto y cuya recompensa es la única que debo esperar.

Señor Jesucristo, tú nos has dado ejemplo de humildad en todas tus acciones y nos has enseñado a rehuir de la vanagloria. Defiendeme, interior y exteriormente, de las insidias de la soberbia, de modo que no dé ningún agarradero al enemigo de mi alma. Que no busque en la práctica de la limosna, de la oración y del ayuno, ni en ninguna obra buena, la alabanza de los hombres y el favor del mundo, sino que obre con pureza de corazón, por la gloria de Dios y la edificación del prójimo, y no busque nunca la inútil gloria terrena. Al no buscar la recompensa aquí abajo, podré obtener la verdadera recompensa en el mundo futuro y no seré víctima en absoluto de las penas eternas (Ludovico de Sajonia).

CONTEMPLATIO

Si la puerta está abierta a los desvergonzados, a través de ella irrumpen dentro las cosas externas en bandadas y molestan a nuestra interioridad. Todas las cosas situadas en el tiempo y en el espacio se introducen a través de la puerta, es decir, a través del sentido exterior, en nuestros pensamientos y con la confusión de las distintas imaginaciones nos molestan mientras oramos. En consecuencia, es preciso cerrar la puerta, esto es, resistir al sentido exterior, a fin de que la oración procedente del espíritu se eleve al Padre, porque ésta se desarrolla en lo profundo del corazón, cuando oramos al Padre en lo secreto. «Y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará.» La enseñanza [del Señor] debía terminar con una conclusión como ésta. En efecto, [Cristo] no nos exhorta a orar, sino a cómo debemos orar; y, antes, no a que hagamos limosna, sino que nos habla de la intención con la que debemos hacerla. De hecho, ordena purificar el corazón, y sólo lo purifica el único y sincero anhelo de la vida eterna con un amor único y puro de la sabiduría (Agustín, El sermón del Señor en el monte, 2, 3, 11).

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará» (Mt 6,4).

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Esta justicia mejor de los discípulos no debe ser un fin en sí mismo. Es preciso que esto se manifieste, es preciso que lo extraordinario se produzca, pero... cuidad de no hacerlo para que sea visto.

Es verdad que el carácter visible del seguimiento tiene un fundamento necesario: la llamada de Jesucristo, pero nunca es un fin en sí misma; porque entonces se perdería de vista el mismo seguimiento, intervendría un instante de reposo, se interrumpiría el seguimiento y sería totalmente imposible continuarlo a partir del mismo lugar donde nos hemos detenido a descansar, viéndonos obligados a comenzar de nuevo desde el principio. Tendríamos que caer en la cuenta de que ya no seguimos a Cristo.
Por consiguiente, es preciso que algo se haga visible, pero de forma paradójica: cuiden de no hacerlo para ser vistos por los hombres. «Brille su luz ante los hombres... » (5, 16), pero tengan en cuenta el carácter oculto. Los capítulos 5 y 6 chocan violentamente entre sí. Lo visible debe ser, al mismo tiempo, oculto; lo visible debe, al mismo tiempo, no poder ser visto.

Sin embargo, ¿quién puede vivir haciendo lo extraordinario en secreto? ¿Actuando de tal forma que la mano izquierda no sepa lo que hace la derecha? ¿Qué amor es el que no se conoce a sí mismo, el que puede permanecer oculto a sí mismo hasta el último día? Es claro: por ser un amor oculto, no puede ser una virtud visible, un hábito del hombre.

Esto significa: cuiden de no confundir el verdadero amor con una virtud amable, con una «cualidad» humana. En el verdadero sentido de la palabra, es el amor que se olvida de sí mismo. Pero, en este amor olvidado de sí mismo, es preciso que el hombre viejo muera con todas sus virtudes y cualidades. En el amor olvidado de sí, vinculado sólo a Cristo, del discípulo, muere el viejo Adán. En la frase «que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha», se anuncia la muerte del hombre viejo (Dietrich Bonhoeffer, El precio de la gracia. El seguimiento, Sígueme, Salamanca 51999, pp. 101-103).


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