Lectio Divina X Martes Tiempo Ordinario A. SEÑOR NO TE ALEJES DE NOSOTROS



Que brille la luz de ustedes ante los hombres, dice el Señor,  para que viendo las buenas obras que ustedes hacen,  den gloria a su Padre, que está en los cielos.
I Reyes: 17, 7-16      Salmo 4   Mateo 5,13-16


LECTIO

Del primer libro de los Reyes: 17, 7-16
Al cabo de algún tiempo, el torrente donde el profeta Elías estaba escondido se secó, porque no había llovido en la región. Entonces el Señor le dijo a Elías: "Anda y vete a Sarepta de Sidón y quédate ahí, pues le he ordenado a una viuda de esa ciudad que te dé de comer".
El profeta Elías se levantó y se puso en camino hacia Sarepta. Al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí a una  viuda que recogía leña. La llamó y le dijo: "Tráeme, por favor, un poco de agua para beber". Cuando ella se alejaba, el profeta le gritó: "Por favor, tráeme también un poco de pan". Ella le respondió: "Te juro por el Señor, tu Dios, que no me queda ni un pedazo de pan; tan sólo me queda un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en la vasija. Ya ves que estaba recogiendo unos cuantos leños. Voy a preparar un pan para mí y para mi hijo. Nos lo comeremos y luego moriremos".

Elías le dijo: "No temas. Anda y prepáralo como has dicho; pero primero haz un panecillo para mí y tráemelo. Después lo harás para ti y para tu hijo, porque así dice el Señor de Israel: 'La tinaja de harina no se vaciará, la vasija de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra' ". Entonces ella se fue, hizo lo que el profeta le había dicho y comieron él, ella y el niño. Y tal como había dicho el Señor por medio de Elías, a partir de ese momento ni la tinaja de harina se vació, ni la vasija de aceite se agotó.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

La mano del Dios de Israel obra también en tierra pagana y guía a Elías hacia una localidad costera del Libano, donde tendrá asegurado el alimento. El prodigio que realiza es el signo que da autenticidad a su misión. No es, por tanto, Jezabel y sus falsos dioses, sino una viuda inerme quien puede dar testimonio de la intervención de YHWH en favor de los que en él confían. Y, puesto que se trata de una extranjera, el episodio abre una perspectiva universalista que tomará cuerpo con el Nuevo Testamento: la viuda de Sarepta se convierte en el tipo de los paganos llamados a la mesa del Reino.

El sentido del episodio podemos tomarlo de la cita del mismo por Jesús en la sinagoga de Nazaret (Lc 4,24-26): el profeta a quien no escuchan los suyos tiene más crédito en tierras paganas. Por otra parte, podemos establecer una comparación entre la viuda de Sarepta y la del evangelio (Mc 12,41-44; Lc 21,1-4), para subrayar su gran generosidad. Pero no sólo esto: la viuda se contrapone asimismo a Jezabel, cuya insaciable avidez condena el autor sagrado (cf. 1 Re 21,1ss).

SALMO RESPONSORIAL Del salmo 4,2-3.4-5. 7-8.
R/. Señor, no te alejes de nosotros.
Tú que conoces lo justo de mi causa, Señor, responde a mi clamor. Tú que me has sacado con bien de mis angustias, apiádate y escucha mi oración. R/.
Y ustedes, humanos, ¿hasta cuándo ultrajarán mi honor? ¿Hasta cuándo amarán lo que es engaño y se irán tras lo falso con ardor? R/.

Admirable en bondad ha sido el Señor para conmigo y siempre que lo invoco me ha escuchado, por eso en él confío. Así que tiemblen y no pequen; mediten en silencio en su lecho. R/.
¿Quién nos hará dichosos, dicen muchos, si has querido, Señor, darnos la espalda? En cambio a mí, Señor, me has alegrado más que con trigo y vino en abundancia. R/.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Mt 5, 16
R/. Aleluya, aleluya.

Que brille la luz de ustedes ante los hombres, dice el Señor, para que viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los cielos. R/.

EVANGELIO
Ustedes son la luz del mundo.

Del santo Evangelio según san Mateo: 5, 13-16
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Ustedes son la sal de la tierra. Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá el sabor? Ya no sirve para nada y se tira a la calle para que la pise la gente. Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad construida en lo alto de un monte; y cuando se enciende una vela, no se esconde debajo de una olla, sino que se pone sobre un candelero para que alumbre a todos los de la casa. Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los cielos".

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Quien sigue el nuevo código de vida encerrado en las bienaventuranzas será sal de la tierra y luz del mundo. El «ustedes» enfático parece diferenciar la conducta cristiana de la conducta de los fariseos y los paganos, a quienes el sermón del monte hace referencia en más ocasiones. La responsabilidad del cristiano, por otra parte, tiene un valor cósmico, planetario.

La sal encierra una pluralidad de significados. Es un condimento insustituible. Posee propiedades conservantes. Se usaba en la realización de sacrificios (Lv 2,13) y, por consiguiente, asumía un carácter «consagratorio», y en caso de que hubiera perdido el poder de salar, era «pisoteada» con un gesto desacralizador. Por último, la sal alude a la sabiduría (Mc 9,50) y con ella debemos condimentar nuestras palabras (Col 4,6).

Los discípulos son «luz del mundo» no de modo diferente a Cristo, que es la fuente de la misma (Jn 8,12). «¿Acaso se trae la lámpara para taparla...», suena al pie de la letra el paralelo de Mc 4,21. Si la luz se pone bajo esa vasija de barro, bajo el moyo, un recipiente con el que se medía el grano, se apaga inevitablemente (eso es lo que se hacía en aquel tiempo para apagar una luz sin que hiciera humo). El evangelista volverá, a continuación, sobre la imagen de la luz (Mt 6,22ss).

MEDITATIO

El hombre «ha sido creado para realizar obras buenas» (Ef 2,10), para irradiar la luz que Cristo derrama sobre él (cf. Ef 5,14). El Señor, que es la lumen illuminans, la luz que ilumina, nos transforma en lumen illuminatum, la luz que se refleja sobre nosotros (Gregorio Magno). La comunidad de los «iluminados» (Heb 6,4; 10,32) viene a constituir aquel candelabro de oro, imagen de la Iglesia, donde Cristo establece su morada (Ap 1,13). El candelabro de los siete brazos remite, en la tradición judía, a la totalidad del tiempo (la primera semana del Génesis) y a la totalidad de la persona, resumida, de manera simbólica, en los sentidos superiores con sus siete orificios (dos ojos, dos orejas, dos narices y la boca).

Meditaré reflexionando en qué medida irradian luz mis sentidos, a través de los que interactúo con la humanidad y con el cosmos. ¿En qué medida mis sentidos, encendidos por el fuego del Espíritu, se comunican con Dios?

ORATIO

Señor, tú que has dicho: «Vengan a mí y serán iluminados» (cf. Sal 34,6), difunde tu luz en mi corazón. Enciende mis sentidos con el fuego del Espíritu de Pentecostés, para que pueda yo «caminar a la luz de tu rostro» (Sal 90,16). Concédeme irradiar tu luz en medio de los hombres, para hacer desaparecer las tinieblas de la ignorancia y del pecado.

CONTEMPLATIO

Después de haber exhortado, oportunamente, a sus apóstoles, los consuela Jesús de nuevo con sus alabanzas. Dado que los preceptos que les había dado eran muy elevados y estaban infinitamente por encima de la Ley antigua, para evitar que se quedaran asombrados y turbados y dijeran: «¿Cómo podremos cumplir estas grandes cosas?», afirma a renglón seguido esto: «Ustedes son la sal de la tierra». Con estas palabras les muestra que era necesario darles aquellos grandes preceptos.
Dice, en sustancia, que esa enseñanza les será confiada a ellos no sólo para su vida personal, sino también para la salvación de todos los hombres. No los envío -parece decir- como fueron enviados los profetas en otros tiempos a dos ciudades, o a diez, o a veinte, o a un pueblo en particular, sino que los envío a la tierra, al mar, al mundo
entero, a este mundo que vive en la corrupción. Al decir «Ustedes son la sal de la tierra», da a entender que la sustancia de los hombres se ha vuelto insípida y se ha corrompido por los pecados. Por eso les exige sobre todo a sus apóstoles aquellas virtudes que son necesarias y útiles para convertir a muchos.

Cuando un hombre es sencillo, humilde, misericordioso y justo, no mantiene encerradas en sí mismo esas virtudes; hace que esas fuentes excelentes broten de su alma, se difundan en beneficio de los otros hombres.
Por otra parte, quien tiene un corazón puro, quien es pacífico, quien sufre persecuciones a causa de la verdad, pone su vida al servicio de todos [...]. Pues bien, si ustedes no tienen suficiente virtud para comunicarla a los otros, parece concluir Jesús, tampoco tendrán bastante para ustedess mismos (Juan Crisóstomo, Comentario al evangelio de Mateo, 15, 6).

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Ustedes son sal, son luz» (cf. Mt 5,13ss).

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Se impone la pregunta sobre cómo debemos entender hoy
estas afirmaciones (de Jesús transmitidas por Mateo). Más concretamente: ¿a quién se refiere: «Ustedes son la sal de la tierra,
ustedes son la luz del mundo, ustedes son una ciudad situada en la cima de un monte»? Personalmente, me costaría mucho aplicarme a mi estas expresiones. Pero también se me plantean muchas dificultades a la hora de referirlas a la Iglesia de hoy. Pienso más bien en esas personas y comunidades que dentro de la Iglesia -y fuera de la misma-, viven las bienaventuranzas o se esfuerzan en hacerlo: pienso en los pobres, en aquellos que se muestran solidarios con los oprimidos, en cuantos se comprometen con un mundo más justo sin recurrir a la violencia, en otros más. Podría suceder que también yo forme parte de ésos. Lo espero. Podría ser que toda la Iglesia fuera un día sal de la tierra y luz del mundo. Lo espero. Ahora bien, si no pertenezco ya a esta categoría de bienaventurados, es importante que sepa que los destinatarios de las bienaventuranzas, los discípulos y las discípulas de Jesús hoy, podrían ser para mí luz, podrían ayudarme a descubrir el sentido de la solidaridad. Una cosa es cierta: quien quiera ser hoy sal de la tierra y luz del mundo no puede volverse él mismo mundo. Debe seguir unas huellas diferentes, las huellas dejadas por Jesús, aun cuando choque con el modo de ver y de juzgar de la sociedad y de la Iglesia (H. J. Venetz, Il discorso della montagna, Brescia 1990, p. 44).






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