Lectio Divina para el XI Domingo del T O A. Se compadeció de ellas, porque andaban como ovejas sin pastor


El Reino de Dios está cerca, dice el Señor;
arrepiéntanse y crean en el Evangelio
Éxodo 19, 2-6a; salmo 99, 2. 3. 5.  Romanos 5, 6-11;
Mateo 9, 36-10,8

LECTIO

PRIMERA LECTURA
Serán para mí un reino de sacerdotes y una nación consagrada.

Del libro del Éxodo: 19, 2-6

En aquellos días, el pueblo de Israel salió de Refidim, llegó al desierto del Sinaí y acampó frente al monte. Moisés subió al monte para hablar con Dios. El Señor lo llamó desde el monte y le dijo: "Esto dirás a la casa de Jacob, esto anunciarás a los hijos de Israel: 'Ustedes han visto cómo castigué a los egipcios y de qué manera los he levantado a ustedes sobre alas de águila y los he traído a mí. Ahora bien, si escuchan mi voz y guardan mi alianza, serán mi especial tesoro entre todos los pueblos, aunque toda la tierra es mía. Ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación consagrada' ". 

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

El relato litúrgico actual abre la parte central del libro del Éxodo (19,1-24,11), marco del acontecimiento fundador de Israel: la alianza sinaítica. El solemne ritual del don de la Ley, entregada por YHWH al pueblo, su acogida y la proclamación del Decálogo, tienen comoescenario la montaña del Sinaí (v. 2), lugar de la gran teofanía (cf. Ex 19,10ss) y punto referencial de la experiencia religiosa de Israel (cf. 1 Re 19). La iniciativa de la alianza es de YHWH y se fundamenta en su amor fiel (cf. Dt 10,15). El pueblo ha experimentado la liberación de la esclavitud egipcia y la andadura por el desierto (v. 4; cf. Dt 4,37; 7,7-8). Moisés es el mediador entre Dios y el pueblo (v. 3). La adhesión a la alianza se efectúa mediante la escucha obediente de la Palabra de YHWH, estableciendo Israel una relación personal y amorosa con Dios, y YHWH manteniendo su fidelidad (v. 5; cf. Ex 19,8a). No sólo algunos privilegiados acceden a Dios,
sino que Dios mismo les posibilita a todos comunicarse con él, todo Israel es pueblo sacerdotal («reino de sacerdotes»: v. 6a). Mediante la alianza, Israel establece una relación única con Dios y participa de su misma vida («nación santa»: v. 6a).
Del salmo 99, 2. 3. 5.
R/. El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo. 

Alabemos a Dios todos los hombres, sirvamos al Señor con alegría y con júbilo entremos en su templo. R/. 

Reconozcamos que el Señor es Dios, que él fue quien nos hizo y somos suyos, que somos su pueblo y su rebaño. R/. 

Porque el Señor es bueno, bendigámoslo, porque es eterna su misericordia y su fidelidad nunca se acaba. R/. 

SEGUNDA LECTURA
Si la muerte de Cristo nos reconcilió con Dios, mucho más nos reconciliará su vida. 

De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 5, 6-11 

Hermanos: Cuando todavía no teníamos fuerzas para salir del pecado, Cristo murió por los pecadores en el tiempo señalado. Difícilmente habrá alguien que quiera morir por un justo, aunque puede haber alguno que esté dispuesto a morir por una persona sumamente buena. Y la prueba de que Dios nos ama está en que Cristo murió por nosotros, cuando aún éramos pecadores.
Con mayor razón, ahora que ya hemos sido justificados por su sangre, seremos salvados por él del castigo final. Porque,
si cuando éramos enemigos de Dios, fuimos reconciliados con él por la muerte de su Hijo, con mucha más razón, estando ya reconciliados, recibiremos la salvación participando de la vida de su Hijo. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación. 

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor. 

En los primeros capítulos de la Carta a los Romanos (cf. 1,18-4,25), Pablo desarrolla un argumento sobre la situación de judíos y paganos ante Dios y concluye que, por la fe, todos son justos (es decir, salvados) en virtud de la redención de Jesús en la cruz (cf. especialmente Rom 4,24-5,1).

En este texto, la reflexión teológica se colorea con una nueva tonalidad: el amor inimaginable de Cristo. En efecto, cuando llegó «la plenitud de los tiempos» (cf. Gal 4,4), Cristo murió por nosotros, que éramos pecadores (v. 6). Pablo compara este gesto con la experiencia humana común y constata que, a lo sumo, se puede estar dispuesto a dar la vida por alguien que sea digno, pero no por quien sea culpable (v. 7). Sin embargo, cuando la humanidad se encontraba justamente en esta situación, Dios entregó a su Hijo, a Jesús, que murió por todos
(v. 8). En esta acción, que manifiesta un amor ilimitado, se asienta la esperanza cristiana (cf. Rom 5,2.5): el momento en que Dios, por medio de Cristo, justificó a los hombres, a pesar de ser pecadores. Ciertamente, ahora, convertidos en nuevas criaturas, Dios no descuidará la obra de la salvación (cf. 2 Cor 2,17). El creyente, muy a gusto, puede gloriarse de esta obra de reconciliación de la humanidad realizada por Dios en Jesucristo (vv. 10ss; cf. 2 Cor 5,18; Col 1,21ss).

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Mc 1. 15
R/. Aleluya, aleluya.

El Reino de Dios está cerca, dice el Señor; arrepiéntanse y crean en el Evangelio. R/.
EVANGELIO
Jesús envió a sus doce apóstoles con instrucciones.
Del santo Evangelio según san Mateo: 9, 36-10, 8
En aquel tiempo, al ver Jesús a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: "La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos".
Después, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias.
Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero de todos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el cananeo, y Judas  Iscariote, que fue el traidor. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: "No vayan a tierra de paganos ni entren en ciudades de samaritanos. Vayan más bien en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente".

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

La perícopa del evangelio de Mateo propuesta por la liturgia nos introduce en el llamado «discurso misionero» (Mt 10,5-42). Jesús es el enviado del Padre para anunciar la presencia del Reino de Dios, realizar signos eficaces y proclamar una buena noticia (cf. Mt 3,2; 4,23; 9,35; Jn 5,36). El anuncio de Jesús reúne a los hombres y les lleva a descubrir la grandeza de ser hijos de Dios y  hermanos entre ellos (cf. Mt 23,8-9); es un discurso reparador de cansancios y abatimientos (9,36). Llama a los discípulos y los envía (10,1.5; cf. Jn 15,16).

Mateo inserta aquí la lista con el nombre de los Doce (10,2-4) los primeros discípulos de Jesús, y los presenta como «apóstoles» es decir, «enviados», «mandados». El origen del mandato está en el Padre (v. 38); Jesús es el mediador y les otorga a los enviados el poder de realizar los signos que él mismo realiza (10,1.8a). ¡Donde está presente el Reino de Dios no hay espacio para el demonio (10,7)! Es el anuncio de la salvación en acción, manifestado y realizado en la persona de Jesús. El discípulo que descubre la gratui dad de este don vive la exigencia de corresponder con gratitud, comunicándolo con la misma gratuidad que lo ha recibido (10,8b).

El evangelista Mateo describe una misión restringida únicamente a Israel (10,6). Sin embargo, tal misión, limitada a un radio, alcanzará una perspectiva universal (cf. Mt 28,18-20).

MEDITATIO

Dios ha creado y ha amado a cada uno de forma personal, individual, única e insustituible. Pero no nos ha creado aislados: somos pueblo, somos familia. La vida Dios nos da se comunica y fluye como don. Dios ha querido, y quiere, tener necesidad de la voz del hombre
para que sea su voz ante los otros. Jesús es el mediador hecho carne, visible y tangible. Y también Jesús quiere tener necesidad de quien, en comunión con él, muestre a los otros el don de Dios.

Esta tarea no es privativa de ningún colectivo, sacerdotes o «entendidos»; todos somos «misioneros» del amor, todos estamos llamados a suscitar esperanza en este mundo, a sacudir expectativas adormecidas de un bien que ya está aquí. Es fácil retirarse y decir «no es asunto mío» o «no soy capaz». ¿Quizá no nos quema bastante en el corazón el ardor del amor  -absoluta gratuidad-  con el que Dios nos ha envuelto, y para siempre, en su abrazo de perdón?

Sí, es asunto nuestro, porque hemos recibido gratuitamente el don de la fe. Sí, somos capaces, porque el Espíritu del Señor nos anima, nos da fuerza e inteligencia.

ORATIO

¡Grande es tu amor, Dios! Quieres tener necesidad de los hombres para darte a conocer a ellos, y así unes tu acción y tu Palabra divina a las acciones y palabras de personas que no son ni perfectas ni mejores que otras.
¡Grande es tu amor, Dios! No te asusta ni nuestra fragilidad ni nuestro pecado: así lo dispusiste, para que tu vida curase nuestros males.
¡Grande es tu amor, Dios! Renuevas tu alianza gracias a quien pronuncia las palabras del perdón, a quien vocea buenas nuevas, a quien sirve a los hermanos, testigos de tu amor infinito que hacen visible el Reino.
Te pedimos, Dios: haz que estas personas no falten nunca.

CONTEMPLATIO

Porque si ahora mandaba a segar a sus discípulos claro está que no los mandaba a campo ajeno, sino a lo que él mismo había sembrado por medio de los profetas. Mas no se contenta el Señor con animar a sus dis cípulos por el hecho de llamar cosecha a su  ministerio, sino haciéndolos aptos para ese mismo ministerio [...].
Mas considerad ahora, os ruego, la oportunidad del momento de su misión. Porque no los envió desde el principio, no. Cuando ya habían por bastante tiempo gozado de su compañía, cuando habían ya visto resucitado a un muerto, apaciguado por su intimación el mar, arrojados los demonios, curado un paralítico y perdonados sus pecados; cuando ya el poder del Señor estaba suficientemente demostrado por obras y palabras, entonces es cuando él los envía (Juan Crisóstomo, «Homilías sobre el evangelio de san Mateo» 32,3, en Obras de san
Juan Crisóstomo, I, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1955, 638-639).

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:

«Gratis lo recibiste, dalo gratis » (Mt 10,8).


PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Quien posee tu espíritu irá. Nos imaginamos que para ir hacen falta calles, paradas y paisajes que cambien. Mas tu camino no va por ahí. Es la vida, sencillamente. La vida que corre y en la que nos movemos si hemos levantado anclas […] “Vayan..” repite abundantemente el evangelio. Para estar contigo en la misma senda hace falta andar, aun cuando la pereza nos em puje a pararnos Nos has elegido para mantener un equilibrio extraño. Un equilibrio que no puede establecerse ni mantenerse si no es movilidad, en ejercicio: Un poco como una bicicleta sin cruceta, que no rueda; una bicicleta que queda abandonada contra un muro hasta que alguien la esambla y la hace rodar velozmente por la calle. Nuestra condición es de una inseguridad vertiginosa, universal. En cuanto que somos conscientes, nuestra vida se hace oscilante y huidiza. No podemos estar erguidos a no ser para caminar y zambullirnos de un salto en la caridad . Comienza otro día. Jesús quiere vivirlo conmigo. El no se ha retirado. Camina entre los hombres de hoy [...]. Jesús, por todas partes, no ha dejado de ser enviado. No podemos eximirnos de ser, en cada instante, los enviados de Dios en el mundo. Jesús, por medio de nosotros, no deja de ser enviado, durante este día que empieza, a toda la humanidad, de nuestro tiempo, de cualquier tiempo, de mi ciudad y del mundo. A través de los hermanos más próximos, él nos hará servir, amar, salvar; las ondas de su caridad llegarán hasta el final del mundo, llegarán hasta el final de los tiempos (M. Delbrêl, Il piccolo monaco. Un taccuino spirituale, Turín 1990, 73.77.87.88).






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