Lectio Divina Domingo XII del Tiempo Ordinario. A. Tú eres, Señor, mi salvador
El Espíritu de la verdad dará testimonio de mí, dice el
Señor, y ustedes también darán testimonio
Jeremías: 20, 10- 13 Salmo 68 romanos: 5, 12-15 Mateo
10,26-33
PRIMERA LECTURA
El Señor ha salvado la vida de su pobre de la mano de los malvados.
Del libro del profeta Jeremías: 20, 10- 13
En aquel tiempo, dijo Jeremías: "Yo oía el cuchicheo de la gente que decía: 'Denunciemos a Jeremías, denunciemos al profeta del terror'. Todos los que eran mis amigos espiaban mis pasos, esperaban que tropezara y me cayera, diciendo: 'Si se tropieza y se cae, lo venceremos y podremos vengarnos de él'.
Pero el Señor, guerrero poderoso, está a mi lado; por eso mis perseguidores caerán por tierra y no podrán conmigo; quedarán avergonzados de su fracaso y su ignominia será eterna e inolvidable. Señor de los ejércitos, que pones a prueba al justo y conoces lo más profundo de los corazones, haz que yo vea tu venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi causa. Canten y alaben al Señor, porque él ha salvado la vida de su pobre de la mano de los malvados".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Este texto, sacado de las Confesiones de Jeremías (cf. 11,18-12,5;
15,10-21; 17,14-18; 18,18-23; 20,7-18), transparenta el estado de ánimo del
profeta, sometidoa escarnio y afrenta. Advierte un ambiente de conjura: falsos
amigos aguardando la ocasión propicia para deshacerse de él y estrujarlo por
las duras palabras proféticas pronunciadas (v. 10; cf. Ir 19,15-20,6).
Situaciones similares son una constante en la vida de Jeremías (cf. Jr 1,18ss),
quien le confiesa a Dios su tormento, su injusta persecución (cf. Ir 12,1;
15,11.15; Sal 31,12-19); a Dios, fuerte y valeroso (cf. Is 42,13), le confía el
desenlace final de su estado según la ley del talion (vv. 11.12b:
cf. Ex 21,23-25; Dt 19,21; Jr 12,1; 15,15).
YHWH es el juez justo, quien conoce la verdad del hombre (v. 12a).
El pasaje termina con una invitación a alabar a YHWH, que se hace cargo de la
suerte del que se encomienda a él.
Del salmo 68,8-10.14 Y 17.33-35.
R/. Escúchame, Señor, porque eres bueno.
Por ti he sufrido oprobios y la vergüenza cubre mi semblante. Extraño soy y advenedizo, aun para aquellos de mi propia sangre; pues me devora el celo de tu casa, el odio del que te odia, en mí recae. R/.
A ti, Señor, elevo mi plegaria, ven en mi ayuda pronto; escúchame conforme a tu clemencia, Dios fiel en el socorro. Escúchame, Señor, pues eres bueno y en tu ternura vuelve a mí tus ojos. R/.
Se alegrarán, al verlo, los que sufren; quienes buscan a Dios tendrán más ánimo, porque el Señor jamás desoye al pobre ni olvida al que se encuentra encadenado. Que lo alaben por esto cielo y tierra. el mar y cuanto en él habita. R/.
De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 5, 12-15
Hermanos: Así como por un solo hombre entró el pecado en
el mundo y por el pecado entró la muerte, así la muerte llegó a todos los
hombres, por cuanto todos pecaron.
Antes de la ley de Moisés ya había pecado en el mundo y, si bien es cierto que el pecado no se imputa cuando no hay ley, sin embargo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés aun sobre aquellos que no pecaron con una transgresión semejante a la de Adán, el cual es figura del que había de venir. Ahora bien, con el don no sucede como con el delito, porque si por el delito de uno solo murieron todos, ¡cuánto más la gracia de Dios y el don otorgado por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, se ha desbordado sobre todos!
Antes de la ley de Moisés ya había pecado en el mundo y, si bien es cierto que el pecado no se imputa cuando no hay ley, sin embargo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés aun sobre aquellos que no pecaron con una transgresión semejante a la de Adán, el cual es figura del que había de venir. Ahora bien, con el don no sucede como con el delito, porque si por el delito de uno solo murieron todos, ¡cuánto más la gracia de Dios y el don otorgado por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, se ha desbordado sobre todos!
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Pablo, utilizando la figura literaria semítica del paralelismo,
reflexiona sobre la condición del hombre liberado del pecado por Cristo.
Primero habla de Adán, el primogénito de la humanidad pecadora, ya que con un acto
de desobediencia -a Dios, ha introducido en el mundo el pecado y la
consiguiente separación de Dios, cuya señal es la muerte. Todos los hombres
quedan incorporados de alguna manera al pecado de Adán, bien sea por
desobediencias análogas o porque de él heredan una naturaleza herida propensa
al pecado (v. 12). Esto también es válido para los hombres que vivieron antes de
que Moisés recibiese la Ley, y que no pudieron infringirla culpablemente (vv.
13-14a).
A continuación, Pablo introduce el segundo elemento del
paralelismo: Cristo, el primogénito de toda criatura (cf. Col 1,15),
prefigurado antitéticamente en Adán (v. 14b). También con Cristo los hombres
quedan incorporados, pero con una adhesión infinitamente superior al daño
ocasionado por el pecado de Adán, y no a la muerte, sino a la vida. En efecto,
gracias a la obediencia de Jesús, todos los hombres reciben abundantemente el don
de la salvación (v. 15).
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Cfr. Jn 15, 26. 27 R/.
Aleluya, aleluya.
El Espíritu de la verdad dará testimonio de mí, dice el
Señor, y ustedes también darán testimonio. R/.
EVANGELIO
No tengan miedo a los que matan el cuerpo.
Del santo Evangelio según san Mateo: 10,26-33
"En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles:
"No teman a los hombres. No hay nada oculto que no llegue a descubrirse;
no hay nada secreto que no llegue a saberse. Lo que les digo de noche,
repítanlo en pleno día, y lo que les digo al oído, pregónenlo desde las
azoteas.
No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden
matar el alma. Teman, más bien, a quien puede arrojar al lugar de castigo el
alma y el cuerpo. ¿No es verdad que se venden dos pajarillos por una moneda?
Sin embargo, ni uno solo de ellos cae por tierra si no lo permite el Padre. En
cuanto a ustedes, hasta los cabellos de su cabeza están contados. Por lo
tanto, no tengan miedo, porque ustedes valen mucho más que todos los pájaros
del mundo. A quien me reconozca delante de los hombres, yo también lo
reconoceré ante mi Padre, que está en los cielos; pero al que me niegue
delante de los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre, que está en los
cielos".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Jesús sabe que la misión de los discípulos estará marcada por la
persecución; por otra parte, «el discípulo no es más que su maestro» (Mt
10,24) y el Maestro será rechazado y lo matarán (cf. Mt 16,21; 17,22ss,
20,17-19). Jesús exhorta a los Doce a ser valientes, a no tener miedo (vv.
26.28.31), confiando en el Padre, que los cuida y los protege, que los conoce y
los ama personalmente (vv. 30ss). La persecución se desencadenará contra los
discípulos de Jesús porque la palabra que anuncian es palabra de verdad que
desenmascara mentiras, coartadas y componendas, muy preciadas para quienes no
quieren convertirse al amor. Sin embargo, tienen que proclamarla a todos, y la
verdad prevalecerá, como la luz sobre las tinieblas (vv. 26ss). La misión de dar
testimonio de Jesús y anunciar su Palabra no está reservada a un círculo
restringido de personas, sino que, de hecho, cada discípulo -uniendo su suerte
a la del Maestro, es constituido en testigo y apóstol. Propio del testimonio, y
así lo establece Jesús, es la comunión real y la pertenencia recíproca con él
(v. 32). Si alguien no da testimonio de Jesús siempre, no será reconocido como
discípulo suyo delante del Padre (v. 33).
MEDITATIO
Si somos cristianos, actuemos a cara descubierta.
¿Acaso se puede parar la fuerza de la Palabra que quiere
transmitirse a través de nosotros?
Es inevitable que el cristiano, fiel a la Palabra, entre en
conflicto por una serie de gestos que van a contracorriente del estilo opulento
de vida de nuestro mundo; gestos incomprensibles, aparentemente, y que en realidad
denuncian un modo de vivir egoísta e injusto. Los cristianos -si realmente lo
son- molestan y procuran eli minarlos: atrayéndolos a una vida tranquila,
marginándolos, poniéndolos en el punto de mira. ¿Nos sorprende?
Si realmente buscamos vivir el amor, experimentaremos el temor de
acogerlo y tropezaremos con el rechazo. ¡Antiguo pecado, que anida en nuestro
corazón y en el de nuestros semejantes!
Jesús nos ha liberado del pecado. Somos libres si permanecemos en
comunión con él. Lo que se opone a la Palabra (la raíz del pecado) está dentro
de nosotros. Procuremos que todo nuestro ser –el cuerpo, el afecto, el pensamiento,
la historia, esté reconciliado. Entonces seremos fuertes en la verdad, que es
Jesús. Allí donde suframos desprecios y oposiciones llevaremos la Palabra del amor,
fiándonos del Padre que a todos protege y salva.
ORATIO
¡Hazme testigo de tu Evangelio, Señor! Dame ánimo para no negar
que te conozco cuando se burlen de ti hablando como de un mito y de tus
seguidores como de gente alienada.
Dame fuerza para no acobardarme cuando me percato de que ser
coherente con tu enseñanza puede significar pérdidas y obstáculos en la
sociedad.
Dame la alegría de saber que estoy contigo cuando dejo a los
amigos que consideran una pérdida de tiempo la oración y la eucaristía.
Dame el valor de superar los respetos humanos y no avergonzarme
del Evangelio cuando ser fiel comporta sentirme «diferente» de la gente que
crea opinión y costumbre
¡Hazme testigo de tu amor, Señor!
CONTEMPLATIO
[Habla Jesús:] Es normal que os acechen las persecuciones. Si me
imitáis predicando el Evangelio y siguiendo la verdad, las persecuciones que me
cercan os aguardan: recibidlas con alegría, como preciados distintivos de
identidad conmigo, como imitación del Bienaventurado... Soportadlas con calma,
sabiendo que si os dominan, yo lo he permitido, y sólo os golpearán en la
medida que yo lo permita, sin mi permiso ni uno solo de vuestros cabellos
cae... Aceptad pacientemente la volun tad de Dios, dándole la bienvenida a todo
lo que suceda. Sufrid con coraje vuestros padecimientos, ofreciéndoselos a Dios
como un sacrificio, sufridlos rogando por vuestros perseguidores, ya que son
hijos de Dios y yo mismo os he dado el ejemplo de rezar por todos los hombres:
perseguidores y enemigos (Ch. de Foucauld. All'ultimo posto. Ritiri in terra
santa (1897-1900), Roma1974, 40ss).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Tú eres, Señor, mi salvador» (cf. Jr 20,13).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
«La cruz de la Madre Teresa ha sido el primer signo cristiano que se
ha visto en la televisión estatal, al menos desde 1967», declaraba un refugiado
albanés a su llegada. Italia en 1990. La cruz de la que hablaba era aquella
cruz negra que la MadreTeresa llevaba en su sarga blanca.
Si a partir de 1944 el régimen marxista había perseguido a los
creyentes (católicos, ortodoxos y musulmanes), la situación empeoró en 1967.
Fue entonces cuando Albania se declaró oficialmente como la única nación atea
de la tierra. La religión fue atacada ferozmente. El modo como fueron tratados
los católicos recordaba las persecuciones de los emperadores romanos más crueles.
En los tiempos modernos, la iglesia ha sido reducida como en los años de las
catacumbas.
Un hecho sorprendente: mientras los albaneses no tenían derecho a
pronunciar públicamente el nombre de Jesús, la Madre Teresa recorría el mundo
con el nombre de Jesús en los labios y prodigando obras de misericordia. A un
párroco que se encontraba en prisión le pidió un detenido que bautizase a su
hijo, en secreto. Cuando las autoridades descubrieron esta desobediencia, el
sacerdote fue condenado a muerte. Fue uno de los sesenta sacerdotes que
murieron, ahorcados, fusilados o agotados por el rigor de los campos de
trabajos forzados. Las persecuciones, como sabemos, se han cebado con el
cristianismo. Los perseguidos son llamados «dichosos» porque defienden y
enseñan la justicia.
La promesa que acompaña a esta bienaventuranza es asombrosa: nada
menos que poseer el Reino de los cielos. SeñorJesús, sabemos que para imitarte
tenemos que hacer el bien a todos. Nos has dicho que sufriríamos trabajando por
los otros contra la opresión, contra la degradación, contra la guerra. Cada día
encontramos la oposición, la contradicción. Ayúdanos a aceptar nuestros
pequeños sufrimientos, porque conocemos su valor redentor. Transforma nuestra
tristeza en gozo, mientras nos esforzamos en cumplir tu voluntad (E. Egan - K. Egan,
Madre Teresa e le Beatitudini, Brescia 2000, 129-131).
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