Canto de Amor en nombre de mi Amigo.
Señor Jesús, testigo
fiel, primogénito de entre los muertos,
tu amor por nosotros es
tan grande,
que has lavado nuestras
culpas con tu sangre
2 Pedro 1,1-7 Sal 90 Marcos
12,1-12
LECTIO
PRIMERA LECTURA
De la segunda carta del apóstol san Pedro: 1, 1-7
Yo, Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, les escribo a ustedes, los que han obtenido una fe tan preciosa como la nuestra, gracias a la justicia de Jesucristo, nuestro Dios y Salvador. Que abunden entre ustedes la gracia y la paz, por el conocimiento de Jesucristo, nuestro Señor.
Su acción divina nos ha otorgado todo lo necesario para llevar una vida de santidad, mediante el conocimiento profundo del que nos ha llamado con su propia gloria y poder. Por medio de las cuales nos han sido otorgados también los grandes y maravillosos bienes prometidos, para que por ellos puedan ustedes escapar de la corrupción que las pasiones desordenadas provocan en el mundo, y lleguen a participar de la naturaleza divina. Por eso, esfuércense en añadir a su buena fe, conducta; a la buena conducta, la inteligencia; a la inteligencia, el dominio propio; al dominio propio, la perseverancia; a la perseverancia, la piedad; a la piedad, el amor fraterno, y al amor fraterno, la caridad.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
La
segunda Carta de Pedro refleja una situación crítica por la que pasó la Iglesia
de los primeros decenios del siglo II, tensa entre la exigencia de profundización
(también intelectual) en el mensaje cristiano, al amparo
de falsos maestros y falsas doctrinas, y el replanteamiento de la doctrina
tradicional sobre el retorno de Cristo, en una confrontación valiente con la historia.
El fragmento de hoy subraya, sobre todo, el primer aspecto. Es la
comunidad la que habla a todos los creyentes en Cristo, «a cuantos por la
fuerza salvadora de nuestro Dios y Salvador Jesucristo han obtenido una fe de tanto
valor como la nuestra» (v. 1), y, por consiguiente, también la gracia y la
paz junto con las «valiosas y sublimes promesas» (v. 4), que ahora -en Cristo
resucitado- hacen a los creyentes «partícipes de la naturaleza divina»
(v. 4). El cristiano es alguien que toma conciencia del don recibido con una
inteligencia agradecida o un «conocimiento» pleno y agradecido (el término «conocimiento»
aparece tres veces en estos pocos versículos), puesto que se siente amado por Dios
con un amor de predilección y decide ser coherente con la gracia que actúa en
él, una gracia más fuerte que «la corrupción que las pasiones han introducido en el mundo»
(v. 4).
El pasaje presenta también las etapas intermedias y finales de
este recorrido que conduce de la fe a la «vida honrada», como actitud
constante que proporciona ánimo en las dificultades; desde la vida honrada al «conocimiento»,
como apertura de la mente al esplendor de la verdad; del conocimiento al «dominio
de sí mismo», fruto de la participación en la vitalidad del Resucitado; del
dominio de sí mismo a la «paciencia», que no es simple resignación, sino
fuerza en las pruebas y resistencia a las oposiciones externas; de la paciencia
a la «religiosidad sincera», es decir, a la relación con Dios, verdadero
centro y corazón de la vida del creyente; de la religiosidad sincera al «aprecio
fraterno», fruto natural de la intimidad afectiva con Dios, y de este
aprecio a la «caridad», al agapé, al amor pleno e iluminado, síntesis y
punto de llegada de todo camino creyente.
Del salmo 90, 1-2. 14-15ab. 15c-16.
R/. Tú eres mi Dios y en ti confío.
Tú, que vives al amparo del Altísimo y descansas a la sombra del Todopoderoso, dile al Señor: "Tú eres mi refugio y fortaleza; tú eres mi Dios y en ti confío". R/.
"Puesto que tú me conoces y me amas, dice el Señor, yo te libraré y te pondré a salvo. Cuando tú me invoques, yo te escucharé y en tus angustias estaré contigo". R/.
"A quien se acoge a mí, dice el Señor,
yo lo defenderé y colmaré de honores; lo haré disfrutar de larga vida y haré que pueda ver mi salvación". R/.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Cfr. Ap 1, 5 R/. Aleluya, aleluya.
Señor Jesús, testigo fiel, primogénito de entre los muertos, tu amor por nosotros es tan grande, que has lavado nuestras culpas con tu sangre. R/.
EVANGELIO
Se apoderaron del hijo, lo mataron y arrojaron su cuerpo fuera de la viña.
Del santo Evangelio según san Marcos: 12,1-12
En aquel tiempo, Jesús comenzó a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, a los escribas y a los ancianos y les dijo:
"Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar, construyó una torre para el vigilante, se la alquiló a unos viñadores y se fue de viaje al extranjero.
A su tiempo, les envió a los viñadores un criado para recoger su parte del fruto de la viña. Ellos se apoderaron de él, lo golpearon y lo devolvieron sin nada. Les envió otro criado, pero ellos lo descalabraron y lo insultaron.
Volvió a enviarles otro y lo mataron. Les envió otros muchos y los golpearon o los mataron.
Ya sólo le quedaba por enviar a uno, su hijo querido, y finalmente también se lo envió, pensando: 'A mi hijo sí lo respetarán'. Pero al verlo llegar, aquellos viñadores se dijeron: 'Éste es el heredero; vamos a matarlo y la herencia será nuestra'. Se apoderaron de él, lo
mataron y arrojaron su cuerpo fuera de la viña. ¿Qué hará entonces el dueño de la viña? Vendrá y acabará con esos viñadores y dará la viña a otros. ¿Acaso no han leído en las Escrituras: La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente?".
Entonces los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, quisieron apoderarse de Jesús, porque se dieron cuenta de que por ellos había dicho aquella parábola, pero le tuvieron miedo a la multitud, dejaron a Jesús y se fueron de ahí.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
El sentido de esta parábola hemos de leerlo sobre un determinado
fondo literario (el «Canto de la viña» de Is 5) e histórico (el rechazo de la
salvación por parte de Israel, que mata a los profetas). También hemos de
identificar a los personajes a partir del mismo doble esquema de referencia: el
dueño-constructor es Dios; la viña y la torre simbolizan a Israel; los
labradores representan a los jefes de los judíos a los que se quitará la viña;
los siervos son los numerosos profetas y hombres de Dios enviados a lo largo de la historia del pueblo
elegido; el hijo muerto, rechazado y convertido después en piedra angular, es
Jesús.
La parábola une, por consiguiente, los dos extremos: el amor de
Dios Padre, que llega a enviar a su Hijo, у el rechazo de los jefes de
Israel, que llegan a matarlo. Su finalidad es contar no sólo el pasado,
sino también la historia futura: la próxima (la muerte de Jesús) y la que continúa
en el tiempo y en las opciones de cada hombre ante aquel a quien el Padre ha
constituido como piedra angular, resucitándolo de la muerte.
En torno a su persona y al misterio de su muerte y resurrección es
donde se decide para cada hombre la acogida o el rechazo de la salvación. Y
ello sin derecho alguno de primogenitura ni de elección preferente, sino
jugando hasta el final con nuestra propia libertad y responsabilidad, hasta
escoger identificarnos con este mismo misterio. Dios, en su juicio, premiará el
valor de esta libertad.
MEDITATIO
Vivimos porque una voluntad buena nos ha preferido a lo no
existencia. Llegamos a ser creyentes porque Dios, la suma Benevolencia, junto
con la vida, nos ha dado la fe. Estamos salvados en la medida en que sepamos
reconocer y aceptar, cada día de nuestra vida, la propuesta de salvación que nos llega a través de tantas -y con
frecuencia inéditas-mediaciones humanas. «Todo es gracia», hasta la
prueba y el martirio, aunque es preciso que aprendamos a «reconocer» el don que
viene de lo alto tal como se presenta cada día a cada uno de nosotros,
«disfrazado» de mil formas y semejanzas terrenas, también en el acontecimiento
inesperado -y tal vez inoportuno- de la siempre misteriosa mediación de lo
divino. No nos corresponde a nosotros, en efecto, dar turno a Dios, sino
que es el Eterno el que viene a nuestro encuentro según los modos y tiempos,
personas y circunstancias, que él mismo decide, tanto en el prójimo antipático
como en el pobre exigente, tanto en la vida como en la muerte.
No hay aquí nada de automático o de mágico; se trata de un camino
que nos conduce cada día desde la fe, que sabe reconocer en cualquier parte una
ocasión de salvación, a la paciencia, que se deja probar tanto en las cosas
pequeñas como en las grandes; desde la intimidad cordial con Dios a la caridad, que es capaz de amar a
cada persona como don del Padre. Así pues, en verdad, «todo es gracia».
La vida se transforma, construida sobre la piedra angular escogida por el
Padre, y la muerte celebra el encuentro con Aquél a quien habíamos esperado y a quien no siempre habíamos sido capaces de
reconocer.
ORATIO
Dios, Padre nuestro, tu amor por nosotros es grande y eterno.
Desde que el hombre existe, no haces más que buscarlo, porque quieres que
conozca tu amor por él. Y aun cuando el hombre te volvió la espalda, enviaste a
tu Hijo, revelación perfecta de tu corazón. Perdóname, Padre, porque quién sabe
cuántas veces habrá pasado junto a mí Aquél a quien Tú has enviado
sin que yo me diera cuenta. Los viñadores de la parábola
evangélica mataron al hijo del dueño; quizás yo haya hecho aún peor, porque no
le he prestado ninguna atención, porque le he considerado insignificante,
superfluo, o lo he convertido en tal en aquellos en quienes no he sabido
reconocer como signo de tu presencia y del amor que no se da por vencido. Ahora comprendo que esta parábola la contaste por mí; haz que no sea en
contra de mí.
Abre los ojos de mi corazón y de mi mente. Acaba con mi presunción
y... oblígame a no dejar que te vayas, como hicieron después, por miedo, los
jefes de los judíos, y a no dejarte pasar en vano por mi vida, sino a ser capaz
de reconocerte como el Emmanuel, como Aquel que se hace carne cada día en mi
vida, como la vid fecunda que ha plantado el Padre en mi viña. Para que dé
fruto en ella, hasta la muerte...
CONTEMPLATIO
Me he propuesto demostraros que Dios nos «cultiva», y nos
«cultiva» como un campo a fin de hacernos mejores. Es el Señor quien dice en el
evangelio: «Yo soy la vid; vosotros, los sarmientos» (Jn 15,5). «Mi Padre es el
viñador» (Jn 15,1). ¿Qué hace un agricultor? Os lo pregunto a vosotros, que
sois agricultores: ¿qué hace un labrador? Me parece que cultiva el campo. Por
consiguiente, si el Padre es agricultor, posee un campo y cultiva su propio campo
y espera obtener frutos del mismo [...].
En consecuencia, dado que Dios nos cultiva, nos hace mejores,
puesto que también el agricultor mejora el campo al cultivarlo y busca en
nosotros mismos el fruto a fin de que nosotros lo cultivemos. Su obra de agricultor
respecto a nosotros consiste en el hecho de que no cesa de extirpar con su
Palabra los gérmenes malos de nuestro corazón, de abrirlo, por así decir, con el
arado de su Palabra, de plantar en él los signos de los preceptos y esperar el
fruto de la vida de fe. Cuando hayamos recibido en nuestro corazón esa acción
de Dios que nos cultiva de manera que le tributemos el culto justo, no nos
mostraremos desagradecidos con nuestro agricultor, sino que le ofreceremos el
fruto con el que estará contento. Sin embargo, nuestro fruto no le hará más
rico, sino que nos hará a nosotros más felices (Agustín, Sermón 87, 2,3;
1,1, passim).
Lunes
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Dios, con su poder y mediante el conocimiento de aquel que nos
llamó con su propia gloria y potencia, nos ha otorgado todo lo necesario para
la vida y la religión» (2 Pe 1,3).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
La gracia barata es el enemigo mortal de nuestra Iglesia. Hoy
combatimos en favor de la gracia cara.
La gracia barata es la gracia considerada como una mercancía que
hay que liquidar; es el perdón malbaratado, el consuelo malbaratado, el
sacramento malbaratado; es la gracia como almacén inagotable de la Iglesia, de
donde la cogen unas manos inconsideradas para distribuirla sin vacilación ni límites;
es la gracia sin precio, que no cuesta nada. Porque se dice que, según la
naturaleza misma de la gracia, la factura ha sido pagada de antemano para todos los tiempos. Gracias a que
esta factura ya ha sido pagada, podemos tenerlo todo gratis. Los gastos
cubiertos son infinitamente grandes y, por consiguiente, las posibilidades de
utilización y de dilapidación son también infinitamente grandes. Por otra
parte, ¿qué sería una gracia que no fuese gracia barata?
La gracia barata es la gracia como doctrina, como principio, como
sistema; es el perdón de los pecados considerado como una verdad universal; es
el amor de Dios interpretado como idea cristiana de Dios. Quien la afirma posee
ya el perdón de sus pecados. La Iglesia de esta doctrina de la gracia participa
ya de esta gracia por su misma doctrina. En esta Iglesia, el mundo encuentra un
velo barato para pecados, de los que no se arrepiente y de los que no desea
liberarse. Por esto, la gracia barata es la negación de la Palabra viva de
Dios, es la negación de la encarnación del Verbo de Dios (Dietrich Bonhoeffer, El
precio de la gracia. El seguimiento, Sígueme, Salamanca 51999,
p. 15).
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