OCTAVO DIA DE LA NOVENA EN HONOR A SAN FRANCISCO DE ASÍS
8. EL SANTISIMO CUERPO Y LA SANTISIMA SANGRE DEL SEÑOR: EUCARISTÍA MILAGRO DE AMOR Y DE
HUMIDAD CONTEMPLADO POR FRANCISCO.
ORACIÓN ANTE EL CRUCIFIJO (OrCr)
¡Oh alto y glorioso Dios!
ilumina las tinieblas de mi corazón.
Dame fe recta, esperanza cierta, caridad perfecta;
acierto y conocimiento, oh Señor,
para cumplir tu santo y veraz mandato.
Amén.
En esta pequeña meditación o reflexión quisiera que nos adentrásemos con
un corazón muy, muy humilde y puro al corazón de Francisco, pero sobre todo al
de Jesucristo, mismo que se nos revela vivo y presente en la su Cuerpo y en su
Sangre. Necesitamos pues revestirnos de esa gracia y santidad que nos han sido
dadas desde el día de nuestro bautismo y que renovamos día a día en cada
Eucaristía que celebramos. Es necesario el Espíritu del Señor y su santa
operación para que logremos no sólo entender desde los ojos de la fe, sino
también desde el amor y el compromiso y revalorar este santísimo misterio que
es la fuente de la Santidad y de la gracia divina para todo cristiano que se acerca
humildemente a este Santísimo Misterio
que es Acción de gracias por excelencia, pero que sobre todo y ante todo es
sacrificio. Y no cualquier sacrificio, sino el de Cristo, el Cordero inmaculado
que se hizo en todo semejante a nosotros menos en el pecado.
Es importante resaltar que Francisco no pierde nunca de vista el
carácter sacrificial de la Misa: La Eucaristía es la conmemoración del
Sacrificio de Cristo y renueva para nosotros hoy los frutos de la Redención.
Unos frutos que nos hemos de empeñar en aceptar y recibir dignamente para que
podamos de la misma manera convertirnos en otros Cristos. Esto suena un poco
raro, pero ¿no es acaso cuando comemos el Cuerpo del Señor Jesucristo y bebemos
su Sangre el momento más intenso de comunión y de unión con Él? Desde luego que
sí. No existe ninguna duda al respecto al menos para los que tenemos fe y
creemos que así es. En el momento de la comunión del Cuerpo y Sangre del Señor
el entra dentro de nosotros y nosotros lo contenemos todo a Él, es como si no fueran
dos personas sino una sola, sí una sola porque el Amor transforma y la
Eucaristía, el Cuerpo y la Sangre de Cristo son lo más exquisito del Amor de
Dios.
La Eucaristía, siendo la actualización del sacrificio de la Nueva
Alianza, ofrece a los hombres de todos los tiempos, la salvación operada antaño
por el Señor. Francisco comprendió que, si el Señor instituyó la Eucaristía,
fue para transmitir a todos los hombres los frutos del Sacrificio de la Cruz.
Si no ¿Qué sentido tendría celebrar la Misa hoy? ¿Para qué asistir a Misa si
fuera sólo una comedia, una representación, una obra de teatro? No, no es así
La cruz no es teatro, la cruz es vida y genera vida siempre cuando se lleva con
dignidad y se acepta por amor. Por amor la aceptó Jesucristo. Por amor nos
entrega su Cuerpo y su Sangre bajo las apariencias de pan y de vino.
Dejemos ahora a nuestro Seráfico Padre que nos hable de corazón a
corazón. Él que se consideró indigno de consagrar el pan y el vino en el Cuerpo
y Sangre de Cristo, tiene una experiencia eucarística extraordinaria. Leamos
con atención y metámonos dentro del misterio del Amor de Dios y de Francisco.
Del cuerpo del Señor
Dice el Señor Jesús a sus
discípulos: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie va al Padre sino por
mí. Si me conocierais a mí, ciertamente conoceríais también a mi Padre; y desde
ahora lo conoceréis y lo habéis visto. Le dice Felipe: Señor, muéstranos al
Padre y nos basta. Le dice Jesús: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y
no me habéis conocido? Felipe, el que me ve a mí, ve también a mi Padre (Jn
14,6-9).
El Padre habita en una luz
inaccesible (cf. 1 Tim 6,16), y Dios es espíritu (Jn 4,24), y a Dios nadie lo
ha visto jamás (Jn 1,18). Por eso no puede ser visto sino en el espíritu, porque
el espíritu es el que vivifica; la carne no aprovecha para nada (Jn 6,64).
Pero ni el Hijo, en lo que es igual
al Padre, es visto por nadie de otra manera que el Padre, de otra manera que el
Espíritu Santo. De donde todos los que vieron al Señor Jesús según la humanidad,
y no vieron y creyeron según el espíritu y la divinidad que él era el verdadero
Hijo de Dios, se condenaron. Así también ahora, todos los que ven el sacramento,
que se consagra por las palabras del Señor sobre el altar por mano del sacerdote
en forma de pan y vino, y no ven y creen, según el espíritu y la divinidad, que
sea verdaderamente el santísimo cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo, se
condenan, como lo atestigua el mismo Altísimo, que dice: Esto es mi cuerpo y mi
sangre del nuevo testamento, [que será derramada por muchos] (cf. Mc 14,22.24);
y: Quien come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna (cf. Jn 6,55). De
donde el espíritu del Señor, que habita en sus fieles, es el que recibe el
santísimo cuerpo y sangre del Señor. Todos los otros que no participan del
mismo espíritu y se atreven a recibirlo, comen y beben su condenación (cf. 1
Cor 11,29).
De donde: Hijos de los hombres,
¿hasta cuándo seréis de pesado corazón? (Sal 4,3). ¿Por qué no reconocéis la
verdad y creéis en el Hijo de Dios? (cf. Jn 9,35).
Ved que diariamente se humilla (cf.
Fil 2,8), como cuando desde el trono real (Sab 18,15) vino al útero de la
Virgen; diariamente viene a nosotros él mismo apareciendo humilde; diariamente
desciende del seno del Padre (cf. Jn 1,18) sobre el altar en las manos del
sacerdote. Y como se mostró a los santos apóstoles en carne verdadera, así también
ahora se nos muestra a nosotros en el pan sagrado. Y como ellos, con la mirada
de su carne, sólo veían la carne de él, pero, contemplándolo con ojos espirituales,
creían que él era Dios, así también nosotros, viendo el pan y el vino con los
ojos corporales, veamos y creamos firmemente que es su santísimo cuerpo y
sangre vivo y verdadero.
Y de este modo siempre está el Señor
con sus fieles, como él mismo dice:
Ved que yo estoy con vosotros hasta
la consumación del siglo (cf. Mt 28,20).
REVISIÓN DE VIDA
¿Cuánto tiempo dedico a la oración antes de celebrar la Eucaristía para
recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo?
¿Soy consciente de que verdaderamente comulgo el Cuerpo y la Sangre del
Señor, o simplemente lo hago por costumbre?
¿Considero que cuando comulgo estoy lo suficientemente limpio de culpa?
¿Cuáles son los frutos de mi Comunión con el Cuerpo y la Sangre de
Cristo?
¿Cuánto tiempo dedico a la Adoración del Santísimo Cuerpo de Cristo en
el tabernáculo?
¿Soy consciente de que cuando comulgo me convierto en un sagrario
viviente, y que a donde voy allá llevo a Jesucristo conmigo?
¿Cuál es mi actitud ante todo lo anterior?
Carta primera a los fieles (1CtaF
1,1-5; 2,1-8)
1Todos los que aman al Señor con
todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente, con todas las fuerzas,
y aman a sus prójimos como a sí mismos (cf. Mt 22,37.39; Mc 12,30), 2y
odian a sus cuerpos con sus vicios y pecados, 3y reciben el cuerpo y
la sangre de nuestro Señor Jesucristo, 4y hacen frutos dignos de
penitencia: 5¡Oh cuán bienaventurados y benditos son ellos y ellas,
mientras hacen tales cosas y en tales cosas perseveran!
1Pero todos aquellos y aquellas que no viven en
penitencia, 2y no reciben el cuerpo y la sangre de nuestro Señor
Jesucristo, 3y se dedican a vicios y pecados, y que andan tras la
mala concupiscencia y los malos deseos de su carne, 4y no guardan lo
que prometieron al Señor, 5y sirven corporalmente al mundo con los
deseos carnales y las preocupaciones del siglo y los cuidados de esta vida: 6Apresados
por el diablo, cuyos hijos son y cuyas obras hacen (cf. Jn 8,41), 7están
ciegos, porque no ven la verdadera luz, nuestro Señor Jesucristo. 8No
tienen la sabiduría espiritual, porque no tienen al Hijo de Dios, que es la
verdadera sabiduría del Padre.
Reza tres Padres Nuestros. Tres Aves
Marías y tres gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
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