Tercer día de la novena en honor a San Francisco de Asís: ¿SEÑOR QUÉ QUIERES QUE HAGA? FRANCISCO: ¡VE Y REPARA MI IGLESIA!
3. ¿SEÑOR
QUÉ QUIERES QUE HAGA?
FRANCISCO:
¡VE Y REPARA MI IGLESIA!
TEXTO
BÍBLICO PARA REFLEXIONAR
13
Por lo tanto, manténganse con el espíritu alerta, vivan sobriamente y pongan
toda su esperanza en la gracia que recibirán cuando se manifieste Jesucristo.
14 Como hijos obedientes, no procedan de acuerdo con los malos deseos que
tenían antes, mientras vivían en la ignorancia. 15 Así como aquel que los llamó
es santo, también ustedes sean santos en toda su conducta, 16 de acuerdo con lo
que está escrito: Sean santos, porque yo soy santo. (1 P
1,13-16)
Después de haber sido testigos de la gran necesidad que
Francisco tenía de darle sentido a su vida, y tras haberse dejando encontrar
por Jesucristo, ahora es necesario dejarse amar de verdad y poner manos a la
obra. Debemos destacar que Francisco
vivió un período de búsqueda bastante largo impregnado de crisis existencial. Son
procesos que en la vida de cualquier persona llevan su tiempo y hay que madurar
para poder acertar con la gracia de Dios y la asistencia del Espíritu Santo en
hacer la voluntad de Dios. Fue
poco antes de comenzar a trabajar como albañil, cuando Francisco estaba de
rodillas ante el Crucifijo de San Damián, meditando, mirándose a sí mismo con
los ojos interiores, los que contemplan lo que somos, las obras, pensamientos,
omisiones..., indescifrables a los ojos de los demás; de vez en cuando elevaba
la mirada exterior a la cruz que presidía la iglesia de San Damián, ante la que
Francisco se encontraba postrado, cuando de pronto sintió aquellas palabras: "¡Francisco, ve y
repara mi casa, pues, como ves, amenaza ruina!". Francisco
inmediatamente comenzó a trabajar, con la cuchara de albañil, y a colocar
piedras que ocultaran los huecos o unir lo resquebrajado para reconstruir la
Ermita de San Damián. Pero, de pronto, se dio cuenta que la Iglesia era más que
la Ermita de San Damián... se dio cuenta de que el rostro de Jesús, ese Jesús
que le miraba desde la cruz, era más vivo, más latente, más dialogante. Se
percató que la Iglesia tenía un cuerpo, el de los hombres, y los hombres un
rostro, el de Cristo.
Nos hallamos
ante una cadena de hechos bastante “normales”, que manifiestan las
disposiciones de Francisco y su encuentro progresivo con Cristo: las numerosas
visitas a la iglesia de San Damián, los prolongados momentos de oración y de
contemplación del Crucifijo sirio, en el transcurso de los cuales llegó la
respuesta del Señor al corazón de Francisco.
Encuentro con
Cristo
Por tanto,
el Francisco que visita con regularidad la iglesia de San Damián y suplica al
Señor: «Sumo, glorioso Dios, ilumina las tinieblas de mi corazón, dame Fe
recta. Esperanza cierta y Caridad perfecta. Acierto y conocimiento oh Señor
para cumplir tu santo y veraz mandamiento. Amén.>> Esta era la oración
insistente de Francisco, le suplicaba al Señor le mostrara su voluntad: ¡Señor
dime qué debo hacer!. Francisco es un
hombre inquieto y atormentado, pero sensible y a la espera de un signo del
Señor.
Un día,
durante su oración ante el Crucifijo, Francisco queda fuertemente impresionado
por el contraste existente entre la oscura y deteriorada capilla y el Cristo
luminoso que hay encima del altar. Aquel día no descubrió toda la riqueza
teológica del Crucifijo, pero quedó asombrado por su luminosidad. Hasta ese
momento Francisco estaba demasiado replegado sobre sí mismo; pero aquel día vio
al Cristo luminoso. ¿Fue antes o después de pedir: «Ilumina las tinieblas de mi
corazón»? ¡Qué importa! En aquel momento comprobó las tinieblas y el deterioro
del santuario. ¿No era un signo del cielo, una respuesta a su espera? Francisco
así lo entiende: debe restaurar la iglesia y hacer que arda una lámpara delante
del Crucifijo. No tratemos de averiguar si el Crucifijo le habló verdaderamente
a Francisco; no hay ninguna duda de que a su corazón ávido llegó una respuesta
del Señor: ante la claridad del Cristo, se dio perfecta cuenta de las tinieblas
de aquel lugar donde reinaba el Cristo luminoso y viviente desde su oscura
cruz, y comprendió: «Francisco, ¿no ves que mi casa se derrumba? Anda, pues, y
repárala» (TC 13c; 2 Cel 10). Al mismo tiempo, ante la luz del Crucifijo,
Francisco experimenta aún más sus propias tinieblas y comprende que la luz del
Cristo es una respuesta a su oración angustiada. Según la Leyenda de los
tres compañeros, Francisco «sintió realmente en su alma que había sido
Cristo crucificado el que le había hablado» (TC 13c), en tanto que Celano
afirma que «la imagen de Cristo crucificado, desplegando los labios, habla
desde el cuadro a Francisco» (2 Cel 10a); Buenaventura dice que Francisco «oyó
con sus oídos corporales una voz procedente de la misma cruz que le dijo tres
veces...» (LM 2,1a). Schmucki escribe: «El espectáculo de la capilla en ruinas
debió producir una viva impresión en la sensibilidad de Francisco. En tal
estado de ánimo, bastaba con oír la voz interior de Dios... para sentirse
llamado por el crucifijo a restaurar la iglesia».
Aquí le vemos
nuevamente a Cristo y a Francisco. Dos corazones amantes se habían vuelto a
encontrar y donde se encuentran dos necesitados de amor, se dialoga y se
entiende de corazón a corazón y no se piensa demasiado en cómo hay que actuar,
simplemente se actúa, a la letra, sin glosa, -como dirá después Francisco de cara al Evangelio. Francisco reconstruye
la Ermita material, pero pronto entiende que es otra iglesia, que es otra casa
la que necesita la reparación. Es la Iglesia, cuerpo místico de Cristo la que
no está del todo en sintonía con la Cabeza. Se ha sufrido una fuerte
esquizofrenia y ahora hay que insistirle a tiempo y a destiempo y con el
testimonio que es necesario volver la mirada y el corazón a Jesucristo para
poder vivir en la altísima dignidad de los Hijos de Dios. ¡Vaya tarea la de
Francisco! ¡Vaya tarea la de nosotros si de verdad nos hemos encontrado también
con Jesucristo!.
1.
¿Soy
consciente de la necesidad de descubrir la gracia de Dios en mi vida?
2.
¿Siento
en mí la necesidad de reparar la Iglesia de Dios que es mi propia vida y la de
los demás?
3.
¿Descubro
en los que me rodean el rostro de Cristo que me invitan a amarles y a
servirles?
4.
Mis
luchas, mis crisis, mis dudas ¿a dónde me conducen?
5.
¿Le
pido al Señor que me ilumine de manera constante?
6.
¿Cuál
es mi respuesta ante esta reflexión?
Oración a la
Trinidad
(LtOrd 50-52)
Omnipotente, eterno,
justo y misericordioso Dios,
concédenos por ti mismo
a nosotros, míseros,
hacer lo que sabemos que quieres
y querer siempre lo que te agrada,
a fin de que, interiormente purificados,
iluminados interiormente y encendidos
por el fuego del Espíritu Santo,
podamos seguir
las huellas de tu amado Hijo,
nuestro Señor Jesucristo,
y llegar, por sola tu gracia,
a ti, Altísimo,
que en perfecta Trinidad
y en simple Unidad
vives y reinas y eres glorificado,
Dios omnipotente,
por todos los siglos de los siglos. Amén.
Bendigamos al Señor, Dios vivo e verdadero,
y restituyámosle, siempre la alabanza, la gloria,
el honor, la bendición y todos los bienes. Amén.
(Oficio de la Pasión del Señor)
Temed y honrad,
alabad y bendecid,
dad gracias y adorad
al Señor Dios omnipotente
en Trinidad y Unidad,
Padre e Hijo y Espíritu Santo,
creador de todas las cosas.
(Regla no bulada, XXI, 2)
Omnipotente, eterno,
justo y misericordioso Dios,
concédenos por ti mismo
a nosotros, míseros,
hacer lo que sabemos que quieres
y querer siempre lo que te agrada,
a fin de que, interiormente purificados,
iluminados interiormente y encendidos
por el fuego del Espíritu Santo,
podamos seguir
las huellas de tu amado Hijo,
nuestro Señor Jesucristo,
y llegar, por sola tu gracia,
a ti, Altísimo,
que en perfecta Trinidad
y en simple Unidad
vives y reinas y eres glorificado,
Dios omnipotente,
por todos los siglos de los siglos. Amén.
Bendigamos al Señor, Dios vivo e verdadero,
y restituyámosle, siempre la alabanza, la gloria,
el honor, la bendición y todos los bienes. Amén.
(Oficio de la Pasión del Señor)
Temed y honrad,
alabad y bendecid,
dad gracias y adorad
al Señor Dios omnipotente
en Trinidad y Unidad,
Padre e Hijo y Espíritu Santo,
creador de todas las cosas.
(Regla no bulada, XXI, 2)
Reza tres Padres
Nuestros. Tres Ave María y tres Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
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