Novena en honor al Padre Pío 1



NUEVE DÍAS ACOMPAÑADOS POR SAN PÍO DE PIETRELCINA

 

Primer Día:

LA LLAMADA DE DIOS

 

Para iniciar este recorrido vayamos a la Sagrada Escritura que nos dice:

 

Entonces me fue dirigida la palabra de YHVH en estos términos:

Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía,

y antes que nacieras, te tenía consagrado:

Yo profeta de las naciones te constituí. (Jeremías 1,4-5).

 

El Dios de toda  gracia,

el que los ha llamado a su eterna gloria en Cristo,

después de breves sufrimientos

les restablecerá, afianzará, robustecerá y los consolidará. (I Pedro 5,10)

 

Baste con esto para descubrir y convencernos en primer lugar que es Dios quien llama. La iniciativa es sólo de Dios. No llama ni a las personas más sabias, ni más elocuentes. Tampoco a las importantes y poderosas. Más aún no llama a las personas que se consideran “buenas”, “santas” aptas para servir en el Reino de Dios no. Dios llama a quien quiere.

En Francesco Forgione  (quien después será el Padre Pío) no es la excepción. Dios lo llama desde que tiene uso de razón. Estamos hablando entre los 4 ó 5 años de edad. Ya desde entonces siendo apenas un “bambino”, Dios ya lo había mirado con un amor muy especial y se lo había reservado para ser el signo de la presencia de la misericordia de Dios en el mundo.

Es verdad que cuando Francesco  experimenta en sí mismo el llamado que Dios le está haciendo pasa por un momento de lucha entre la atracción efímera, pasajera y engañosa del “mundo” y el seguimiento de Jesucristo pobre humilde y crucificado al estilo de San Francisco de Asís. Es como si la llamada del Señor taladrara y penetrara el corazón de Francesco desde su tierna infancia. Su libertad es puesta a prueba y llega el momento de decidir entre Dios o el “mundo”, el bien o el mal, la muerte o la vida. Elegir a Dios y su voluntad constituye una lucha real, pues la propia libertad se ve estorbada por las consecuencias del pecado. “El espíritu está pronto, pero la carne es débil” (Mt 26, 41) y por eso es necesario gozar de la plena libertad de los hijos de Dios para elegir, porque “para ser libres nos ha liberado Cristo” (Gal 5,1). Ésta era la disyuntiva y el reto enorme que Francesco experimentó desde pequeño. Él mismo lo va a contar de la siguiente manera:

 

Sentía dos fuerzas que se enfrentaban en mí y me desgarraban el corazón: el mundo me quería para él y Dios me llamaba a una nueva vida. Dios mío, ¿cómo describir mi martirio? Sólo de recordar la lucha que se desarrollaba en mí se me hiela la sangre en las venas. Veinte años han pasado. Sentía que tenía que obedecerte a ti, Dios verdadero y bueno, pero mis enemigos me tiranizaban, me descoyuntaban los huesos y me retorcían las entrañas.

 

Quería obedecerte, mi Dios y mi Esposo, pero ¿dónde encontrar la fuerza para resistir a este mundo que no es el tuyo? Al final apareciste y, tendiéndome tu mano todo poderosa, me llevaste adonde me habías llamado… (Ep. III, pp. 1006ss.).

 

Ésta  es la voz y la experiencia de nuestro Hermano. El seguimiento de Cristo no es fácil. No sólo no es fácil, sino que en la actualidad parece un sin sentido. En un mundo globalizado, hedonista, materialista en el cual nos hemos empeñado por matar a Dios, sacándolo de casi todos los ámbitos donde el ser humano se mueve, florecen las más exquisitas flores de Santidad.

Gracia de Dios. Sin duda. La pura llamada ya es gracia de Dios. Es gracia que se haga caso y se ponga atención a esa voz que llama. Gracia es la respuesta a esa llamada que desemboca en la decisión del seguimiento de Cristo. Todo absolutamente todo es gracia. Pero cuenta mucho la respuesta que la persona le de a Dios. En el caso de Francesco si no hubiese respondido al llamado, al plan que Dios tenía para él, seguro que hoy no lo tendríamos como fraile capuchino, mucho menos como Santo. Sin embargo, cuando descubrimos que a la gracia de Dios se unió precisamente la colaboración incondicional y generosa, ése “fiat” de Francesco Forgione, entonces podemos descubrir que cuando se aúnan la gracia de Dios y la generosidad incondicional del hombre, entonces Dios hace “obras grandes y maravillosas” como las hizo en el P. Pío.

Esta es la cuestión en la cual les invito a reflexionar. Les propongo las siguientes preguntas:

 

1ª. ¿Soy consciente de la llamada que Dios hace en mi vida?

2ª. ¿Desde cuándo  descubrí en mí dicha llamada?

3ª ¿Cuáles son las luchas que me impiden seguir más de cerca de Jesucristo?

4ª ¿Estoy dispuesto a renunciar a todo con tal de ganar a Cristo y me parece mejor el camino fácil y efímero del pecado?

5ª ¿Confío en que verdaderamente en Dios para dejarle acceso libre a mi vida?

6ª ¿Cuál es mi actitud ante todo lo anterior?

7ª ¿Qué respuesta le doy a Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo?

 

Para orar:

 

Señor Jesucristo rostro humano de Dios

y manifestación infinita de la misericordia del Padre

derrama sobre mí la Luz de tu Espíritu Santo

para que venga yo a saber lo que te es grato,

y pueda cultivar en mí la gracia de la santidad

que Tú oh Augusta Trinidad has querido compartir conmigo.

Te pido por intercesión del P. Pío  me concedas el arrepentimiento de mis pecados

Y la generosidad para darte a conocer a todos los que están cerca de mí.

 

Reza tres Padres Nuestros, tres ave marías con Gloria al Padre…

 

Oración final:

 

Oh Dios que a san Pío de Pietrelcina

Sacerdote Capuchino

le has concedido el insigne privilegio

de participar de modo admirable

en la pasión de tu Hijo,

concédenos por su intercesión,

identificaros en la muerte de Cristo

para participar de su resurrección.

Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

 

Fray Pablo Capuchino Misionero,

Septiembre 14 de 2012.

 

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