Septimo día de la novena en honor a San Pío de Pietrelcina

 
LA CARIDAD MANANTIAL DE SANTIDAD Y DE GENEROSIDAD

La Caridad es la fuente de agua siempre fresca. En ella y a través de ella podemos beber del Amor de Dios y compartir este amor por medio de los signos de caridad que realicemos con nuestros hermanos que más lo necesiten.
Se trata del anhelo supremo de Dios, por eso “Él nos amó primero” aún sin merecerlo, por pura gracia y porque para eso nos ha creado, para amarnos eternamente. Dios es Amor, dejemos amar por Él y amemos como Él.

Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Que como yo los he amado, así se amen también ustedes, los unos a los otros. (Jn 13,34).

Y hemos recibido del Él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano. (I Jn 3,23).

En efecto, lo de: No adulterarás, no matarás, no robarás no codiciarás y todos lo demás preceptos, se resumen en esta fórmula: amarás a tu prójimo como a ti mismo. La caridad no hace mal al prójimo; la caridad es, por tanto, la ley en su plenitud. (Rom 13, 9-10).

<<Esta preclarísima virtud>>

Sin  duda alguna que la virtud de la caridad teologal es la más excelente de las virtudes teologales, la más unitiva y transformante. Une, da vigor y fuerza sobrenatural a las demás virtudes cristianas y sin ella ninguna podrá ser perfecta. Es la raíz, el origen y el vértice de la santidad. Si llega a faltar, todo el edificio espiritual se viene abajo. Su ausencia esteriliza todo compromiso para la propia santificación y todo esfuerzo para el bien del prójimo. Precisamente porque la caridad constituye la esencia de la perfección cristiana, es el parámetro más seguro , y la medida más exacta, por no decir la única.

  • —<<La primera virtud, que necesita el alma que tiende a la perfección, es la caridad […] . con razón la caridad en la sagrada Escritura es llamada vínculo de perfección>> (23-10-1914, II, 200).
  • —<<Lo que más está en el corazón de este gran santo [San Pablo] es la caridad, y por ello, más que cualquier otra virtud, él vivamente la recomienda y quiere que se conserve en todo su dinamismo y actividad, ya que es la única virtud que constituye la perfección cristiana. Sobre todo –dice – conservad, tended la caridad, que es el vínculo de la perfección>> (16-11-1914, II, 235).
  • —<<Todo puede carecer de mérito, cuando se ha hecho sin caridad, que es la reina de las virtudes y que en sí las incluye todas. Por ello tengamos muy en cuenta esta virtud, si queremos que el Padre celestial tenga misericordia de nosotros. Amemos la caridad y practiquémosla; es la virtud que nos hace hijos del mismo Padre que está en los cielos. Amemos y practiquemos la caridad, ya que es el mandato del divino Maestro; nos distinguiremos de los demás si amamos y practicamos la caridad. Amemos la caridad y evitemos cualquier cosa que pudiera ensombrecerla. Sí, amemos, finalmente, la caridad y tengamos siempre presente la enseñanza del Apóstol: todos nosotros somos miembros de Cristo>> (16-11-1914, II, 234s).
  • —<<Consideradla [la virtud de la caridad] muy querida, más todavía que la pupila de vuestros ojos, porque era la más querida del divino Maestro que solía llamarla mi mandamiento. ¡Oh!, sí, tengamos en gran aprecio este precepto del divino Maestro y todas las dificultades serán superadas.

Es tan bella la virtud de la caridad, que el Hijo de Dios, para encenderla en nuestros pechos, quiso él mismo descender del seno del Padre y hacerse semejante a nosotros para enseñárnosla y facilitarnos, con medios que él nos ha dejado, la adquisición de esta preclarísima virtud>> (30-3-1915, II, 383)

El P. Pío estaba íntimamente persuadido, por la propia experiencia, de la importancia fundamental y de la necesidad absoluta de esta <<preclarísima virtud>>, no se cansaba de recomendarla, ya como condición esencial para caminar con seguridad y avanzar progresivamente por el camino de la perfección cristiana, o bien como meta única y aspiración del alma orientada a la exigencia del seguimiento de Cristo. Como ejemplo tenemos los siguientes testimonios que son exhortaciones a amar y a creer en el Amor.

  • —<<El espíritu humano, sin la llama del amor divino, puede descender hasta el nivel de los animales, mientras, por el contrario, la caridad, el amor de Dios lo eleva tan alto que puede alcanzar hasta el trono de Dios. Agradeced sin cansaros jamás la liberalidad de un tan buen Padre y rogadle que acreciente siempre más la caridad en vuestro corazón.>> (11-4-1914, II,70).
  • <<Continuad  y reforzaos siempre en amar cada vez más a Jesús y no os preocupéis de saber otra cosa>> (21-6-1914, II, 120).
  • —<<Que ésta sea toda nuestra solicitud: amar a Dios y agradarle, sin otras preocupaciones, sabiendo que Dios tendrá siempre cuidado de nosotros, más de lo que se puede decir o imaginar>> (26-11-1914, II, 248).
  • —<<Dios os ama, y mucho; corresponded del mejor modo posible a su amor: el no desea otra cosa; confiad, esperad, humillaos bajo las divinas operaciones y amad>> (8-6-1915, II, 445).

Hermanos y hermanas estamos ante el gran proyecto del Amor de Dios en nuestra vida. Un amor ciertamente gratuito y gratificante. La caridad como don de Dios para ser fiel a su proyecto y para amar y servir a nuestros hermanos debe cuestionarnos y desinstalarnos siempre y en todo momento. Dios no se deja ganar en generosidad, seamos generosos nosotros también, no por se buenos, sino por estar abiertos a la gracia de Dios que es el único bueno.

PARA REVISAR NUESTRA VIDA:

  1. ¿Soy conciente de que Dios me ha amado primero y a dado su vida por mí en Jesucristo?
  2. ¿Tengo siempre presente en mi mente y en mi corazón el amor eterno que Dios me tiene?
  3. ¿De que manera agradezco a Dios el Don de la Caridad en mi vida?
  4. ¿Verdaderamente amo a Dios sobre todas las cosas?
  5. ¿Ejercito generosamente la Caridad con mis hermanos?
  6. ¿Cómo manifiesto mi caridad para con los que viven conmigo?
  7. ¿Cómo ejerzo la caridad para con los que me buscan?
  8. ¿Soy capaz de irradiar el amor a Dios y la caridad a mis hermanos o me avergüenzo de ello?

PARA ORAR:

Señor Jesucristo camino verdad y vida,

que has hecho del amor a ti y a los hermanos

la forma de perfección evangélica,

concédeme un amor a Dios infinitamente generoso.

Una caridad radical y solícita a mis hermanos

Y fidelidad a tu proyecto de amor en mi vida,

y con el fuego del tu espíritu santo

purifica y santifica mi deseo de santidad

y de entrega por la redención de la humanidad entera. Amén.

Reza tres Padres Nuestros, tres aves marías con Gloria al Padre…

Oración final:

Oh Dios que a san Pío de Pietrelcina
Sacerdote Capuchino
le has concedido el insigne privilegio
de participar de modo admirable
en la pasión de tu Hijo,
concédenos por su intercesión,
identificarnos en la muerte de Cristo
para participar de su resurrección.
Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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