El Amor de Dios


SEGUNDO DÍA

EL AMOR DE DIOS 2-9

Sirvámonos de los siguientes textos de la Palabra de Dios para iluminar nuestra reflexión de este día:

Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga vida eterna. (Jn 3,16).

Mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros. (Rom 5,8).

Pero Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amó, estando muertos, a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo –por pura gracia hemos sido salvado – y con El nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús, a fin de mostrar en los siglos venideros la sobreabundante riqueza de su gracia, por su bondad para con nosotros en  Cristo Jesús. (Ef 2,4-7).

En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de El. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. (I Jn 4,9-10).

Si alguno dice: “Amo a Dios”, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. (I Jn 4,20).

 <<¿Qué es este amor? >>

El mismo P. Pío se propuso la pregunta y se dio la respuesta recordemos algunas de sus ideas contenidas en el epistolario.

La caridad no es una realidad estática sino dinámica. Como el amor natural también el sobrenatural e infuso se revela y manifiesta en el alma como una tendencia y un movimiento de la voluntad y del corazón hacia el bien conocido, y en este caso hacia el Sumo Bien percibido a la luz de la fe y de la revelación. El Padre Pío lo manifieste de muchas maneras, por ejemplo:

¡Que tu confianza ilumine una vez más mi inteligencia, que tu Amor dé calor a este corazón molido de dolor por ofenderte en la hora de la prueba! (E I, c. 368).

Amar a Dios es el mayor deber de la vida, y yo lo comprendí desde niño, como lo comprenden aún muchos niños, todavía no emponzoñados por el mundo.

Todo lo podría resumir así: me siento devorado por el amor a Dios y el amor por el prójimo.

El amor no es más que una chispa de Dios en los hombres, la esencia misma de Dios personificada en el Espíritu Santo; nosotros, pobres mortales, deberíamos entregarnos a Dios con toda la capacidad de nuestro amor.

            El P. Pío era una persona capaz de descubrir y de agradecer la gracia de Dios, sobre todo el don del amor. Para él el principio básico de su vida era el amor a Jesucristo, el amor a Dios, que solía comparar con un fuego devorador. Éste amor lo llevaba a entregarse completamente a Él, aceptando completamente su voluntad. Es verdad que la naturaleza de este amor es inefable pero nuestro humilde fraile hacía el esfuerzo de confesarlo y darlo a conocer aún con palabras:

Oh, si tuviera un muero infinito de corazones, todos los corazones del cielo y de la tierra, el de tu Madre… todos, todos, oh Jesús, te los ofrecería a Ti. Jesús, te quiero muchísimo; es inútil que te lo repita, te quiero mucho. Toma este corazón, llénalo de tu amor y después mándame lo que quieras.

Mi vida es Cristo: vivo para Jesús, para su gloria, para servirlo, para quererlo. Se ha enamorado Él tanto de mi corazón, que me hace arder todo en su fuego divino, en su fuego de amor. ¿Qué es este fuego que me consume todo? Si Jesús nos hace estar así de felices en la tierra… ¿Cómo será en el cielo?.

El alma que ha escogido el amor divino, no puede mostrarse egoísta en el Corazón de Jesús, sino que debe sentir en ella arder también la caridad para con los hermanos, que con frecuencia hace sufrir. No es difícil entenderlo, porque el alma, no viviendo más la propia vida, sino la de Jesús que vive en ella, debe sentir, desear y vivir los mismos sentimientos, deseos y vida que vive en ella. Y tú sabes, aunque lo has comprendido tarde, sabes, digo, de qué sentimientos y de qué deseos estaba y está animada este divino Maestro por Dios y por la humanidad. Sufra, pues, tu alma por Dios y por los hermanos que no quieren saber de él, porque esto es el sumo agrado de él.

            Consideramos que con lo anterior tenemos suficiente para hacer una seria y profunda reflexión de la vivencia de la experiencia de Dios en la propia vida. Es un don, una gracia, un regalo. Desafortunadamente también muchas veces los regalos los dejamos sin desenvolver o al recibirlos los ponemos en cualquier sitio y no les damos mayor importancia…

PARA REVISAR NUESTRA VIDA

  1. ¿Soy verdaderamente conciente del Amor de Dios en mi vida?
  2. ¿Cuál es mi actitud ante el Amor que Dios me tiene?
  3. ¿De qué manera amor a Dios?
  4. ¿Qué lugar ocupa el Amor de Dios en el momento de mi proyección y discernimiento?
  5. ¿En qué momentos y circunstancias de cada día experimento con mayor intensidad el Amor de Dios?
  6. ¿Soy capaz de hablar y de compartir este Amor con los demás o me avergüenzo de el?
  7. En mis relaciones fraternas con los demás ¿vivo la experiencia del Amor de Dios?
  8. ¿Cómo proyecto el amor y la caridad con los que me rodean?
  9. ¿Cuáles serían los medios que tengo que implementar para practicar verdaderamente el Amor de Dios?
  10. ¿Me entrego como ofrenda de amor por la salvación de la humanidad?
PARA ORAR:

Señor Jesucristo camino verdad y vida,

que has hecho del amor a ti y a los hermanos

la forma de perfección evangélica,

concédeme un amor a Dios infinitamente generoso.

Una fidelidad radical a tu proyecto de amor en mi vida,

y con el fuego del tu espíritu santo

purifica y santifica mi deseo de santidad

y de entrega por la redención de la humanidad entera. amén.

 

Reza tres Padres Nuestros, tres ave marías con Gloria al Padre…

 

Oración final:

 

Oh Dios que a san Pío de Pietrelcina

Sacerdote Capuchino

le has concedido el insigne privilegio

de participar de modo admirable

en la pasión de tu Hijo,

concédenos por su intercesión,

identificarnos en la muerte de Cristo

para participar de su resurrección.

Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

 

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