Sexto día de la novena en honor a San Pío de Pietrelcina


LA ESPERANZA EN LA VIDA ETERNA


d).Motivaciones

Las razones más profundas y más válidas de la esperanza se deducen de los fundamentos y elementos, de los que anteriormente se ha hecho mención, y son los que más eficazmente mueven a la voluntad a poner en juego los medios sobrenaturales. El P. Pío, como de costumbre, no los menciona de modo particular, ni se detiene en discusiones teológicas. Sus afirmaciones son claras y sencillas para poder disipar las dificultades, eliminar los obstáculos y serenar el ánimo. A la luz de estas verdades fundamentales guía con seguridad a las almas en la búsqueda del Sumo Bien y en la práctica de esta virtud.

Como es obvio, frecuentemente insiste en la inmensa bondad del Padre celestial con los hombres y en la misericordia con los pecadores, al mismo tiempo que en su fidelidad en mantener las promesas. Todo esto se comprueba con la experiencia personal: jamás nos ha abandonado en el pasado y ello es ya una garantía de que tampoco seremos abandonados en el porvenir, si correspondemos a su bondad y fidelidad. Tenemos la garantía del “piloto” Jesús y de la “estrella” María.

  • <<Consolaos, pues, en el Señor, ya que vuestro espíritu ha escogido a Dios como su porción: Jesús está con vos, os ha ayudado hasta ahora; no puede, no quiere abandonaros; perfeccionará su obra>> (19-5-1915, III, 76).
  • <<¿Cómo dudarlo? ¿No es él nuestro Dios fiel más que los hombres para no permitir que seamos probados sobre nuestras fuerzas? >> (6-8-1915, III, 92).
  • <<Tenga la navecilla de vuestro espíritu el áncora fuerte de la confianza en la bondad divina  tened presente delate de los ojos del espíritu esta promesa de Dios, que quien confía en él no será confundido>> (27-8-1915, III, 95)
  • <<No temer el que arrecien las tempestades, porque la navecilla de tu espíritu jamás será hundida. Los cielos y la tierra cambiarán, pero la palabra de Dios que nos asegura que quien obedece cantará victoria, no cambiará, permanecerá siempre escrita con caracteres imborrables en el libro de la vida: Yo subsistiré siempre>> (8-9-1916, III, 247)
  • <<A Dios debes recurrir en los asaltos del enemigo, esperar en él y de él esperar todo bien>> (2-3-1917, III, 414).
  • <<Qué te reanime a enfrentarte con la guerra, que Satanás te declara, el dulce y reconfortante pensamiento de que reportarás  de esta prueba la destrucción del reino de Satanás y una corona inmarcesible de gozo eterno en el reino de Dios>> (s.d., III, 726).
  • <<No anticipes con la aprensión los accidentes de esta vida, sino con una perfecta esperanza de que a medida que sobrevengan, Dios, de quien eres, te librará; él te ha defendido hasta el presente; procura agarrarte bien a la mano de su providencia y él te ayudará en todas las ocasiones, y cuando no puedas caminar, él te conducirá. No temas>> (23-4-1918, III, 726).
  • <<El descanso está reservado para el cielo, donde nos espera la palma del triunfo. En la tierra hay que combatir siempre entre la esperanza y el temor pero de acuerdo con que la esperanza sea cada vez más fuerte, teniendo siempre presente la omnipotencia de quien nos socorre>> (11-6-1918, III, 736).
  • <<Pensemos en el amor que Jesús nos tiene y en su interés por nuestro bienestar, y estemos tranquilos, no dudando de que él con cuidado paternal nos asistirá siempre contra todos nuestros enemigos. Si dependiera de nosotros el estar en pie, ¡oh! no estaríamos nunca. Al primer soplo con toda seguridad caeríamos sin esperanza de rehacernos. Cuanto más se multiplican los enemigos, más debéis abandonaros confiada en el Señor. El os sostendrá siempre con sus brazo potentísimo, para que no tropecéis>> (28-7-1914, II, 140).

También la consideración de la omnipotencia divina ocupa un puesto preeminente en la pedagogía de la esperanza cristiana. El alma no olvida que Satanás ha sido derrotado y que el poder de Dios en todo momento desbaratará a los enemigos y a todas las fuerzas adversas que se opongan a la consecución del fin último.

Otro válido motivo para mantenernos siempre firmes en la esperanza y no dudar por ninguna razón de la realidad de las cosas esperadas” (Hb 11,1) son los méritos de Jesucristo y su presencia en el alma. “Cristo (Jesús) el que murió mejor aún, el resucitado, es también el que está a la diestra de Dios, el que además aboga a favor nuestro” (Rom 8,34)

  • <<Jesús consuele también vuestro espíritu abatido en el mar tempestuoso; pero no temáis, que no os hundiréis; la navecilla tendrá siempre por piloto a Jesús y por faro a María y por tanto no hay por qué temer>> (8-10-1915, II, 509)-
  • <<Sigamos a Jesús por el camino del dolor, mantengamos siempre fija nuestra mirada en la Jerusalén celestial y todas las dificultades que obstaculicen nuestro viaje hasta llegar allí, serán superadas felizmente>> (14-10-1915, II, 51).
  • <<Confiad y esperad en los méritos de Jesús y así también la humilde arcilla se convertirá en oro finísimo, que brillará en el palacio del monarca de los cielos>> (4-8-1915, II, 51).
  • <<¿Quién os ha sostenido hasta ahora en los sufrimientos corporales y espirituales? Ha sido Jesús. El ha estado con vos, él os ha amado. Y continuará siempre con vos, y continuará amándoos. Deberá completar la obra comenzada en vos>> (11-4-1915, III, 148).
  • <<No, no temáis. Camináis por el mar entre los vientos y las olas; pero recordaos de que estáis con Jesús. ¿Quién puede temer? Pero si el temor os sorprende, gritad fuerte: ¡Señor, sálvame! Él extenderá su mano, agarradla fuertemente, y caminad con alegría>> (8-3-1918, III, 580).
La transitoriedad de los bienes terrenos y contingentes frente a los bienes futuros, a los que aspira la esperanza, son un motivo que impulsa y orienta el ejercicio de esta virtud. Con alguna frecuencia lo recuerda el P. Pío. Todo lo que es contingente y transitorio, aun cuando pueda ser amable, bueno y deseable está expuesto al cambio, tiene un término y nunca podrá satisfacer completamente las aspiraciones de felicidad del corazón humano. Breve es el dolor, eterno el gozo, y es precisamente a esta imperecedera bienaventuranza a la cual el hombre debe levarse con la esperanza.
 
  • <<¡Cuánto es amable la eternidad del cielo, y cuán miserables los momentos de la tierra! Aspira continuamente a la primera y desprecia audazmente la comodidad y los momentos de esta mortalidad>> (28-12-1917, III, 701).
  • <<Esta vida es breve, el premio de lo que se hace en el ejercicio de la cruz es eterno>> (5-11-1917, III, 926).
  • <<A los hijos de Dios debe importarles poco el vivir estos brevísimos momentos que pasan, a condición de vivir eternamente en la gloria con Dios. Hija, piensa que estás ya en camino hacia la eternidad; tú ya te has puesto en pie con tal de que sea para tu felicidad, ¿qué importa que estos momentos transitorios sean desventurados? >> (11-11-1917, III, 826).
  • <<¡Oh! qué  pesada para los hijos de Dios esta vida mortal, pero la vida del más allá, y  que la misericordia del Señor se complace en ofrecernos, ¡cuán deseable es, oh Dios! Ciertamente no debemos desconfiar de entrar un día en posesión de esa vida del más allá, aun cuando seamos tan miserables, y si no lo somos más, ello es debido a que Dios es misericordioso con aquéllos que en él han puesto su esperanza>> (8-3-1918, III, 578).
e). Objeto

Frente a las alegres y bien motivadas perspectivas de la esperanza, el alma no retrocede en el camino emprendido; no teme; nada le turba. Todo lo contrario, con renovado esfuerzo vuela cada vez más alto hacia el objeto deseado y amado. El P. Pío emplea toda una gama de vocablos para indicar este objeto y sugerir todos los aspectos aptos para comprenderlos mejor: la recompensa eterna, la corona de la gloria, la Jerusalén celeste, la posesión y la visión de Dios, el paraíso, etcétera.
 
  • <<Para animarnos a sufrir de buena gana las tribulaciones que la divina piedad nos envía, fijemos nuestra mirada en la patria celestial que nos está reservada, contemplémosla con especial atención. Por otra parte apartemos la vista de aquellos bienes terrenos que distraen el alma y adulteran nuestros corazones; ellos hacen que nuestra mirada no esté del todo allá en la patria celestial […]. Fijemos siempre de manera constante nuestra mirada en los esplendores de la Jerusalén celestial>> (10-10-1914, II, 189 s).
  • <<¿Lo que sentía el santo Apóstol no es quizás todavía el deseo de las almas justas? De verdad ellas continuamente han dirigido la mirada a la patria celestial, y desean salir de este destierro para finalmente unirse a Jesucristo en una celeste alianza>> (23-2-1915, II, 347).
  • <<Tengamos siempre presente que esta tierra es un lugar de lucha y que en el paraíso se recibirá la corona; que éste es un lugar de prueba y allá arriba se recibirá el premio, que estamos aquí en el destierro y nuestra patria verdadera es el cielo, al cual es preciso aspirar continuamente. Habitemos, por tanto, con fe viva, con firme esperanza y con ardiente caridad en el cielo, con vivísimo deseo mientras somos viadores para poder un día, cuado a Dios le plazca, habitar personalmente>> (24-6-1915, II, 453).
  • <<Por desgracia comprendo que el contraste es bastante duro, penosísima la lucha; pero pensad que el mérito del triunfo es grande, el consuelo inefable, la gloria inmortal, y eterna la recompensa>> (11-4-1915, III, 166).
  • <<No te preocupes del camino que pisas; pero te invito a poner los ojos en el que te guía y en la patria celestial, adonde te conduce. ¿De qué debe el alma humillarse?, ¿de qué debe angustiarse, si llegará a la patria por los desiertos o por los caminos? Con tal de que Dios esté siempre en ella ciertamente llegará a la tierra prometida, ¿de qué debe afligirse la pobrecilla? >> (4-11-1916, III, 257).
  • <<¡Ánimo! Soportemos también nosotros la hora de la prueba y esperemos el día en que podremos unirnos en la patria de los bienaventurados delante de Jesús>> (30-10-1916, III, 479).
  • <<Agradeced al Señor, si al final de esta vida os dispone a preguntar la visión en la que, no viéndose nada, se ve todo>> (11-12-1916, III, 479).
  • <<¡Ánimo! un poco todavía, la recompensa está cerca>> (4-6-1918, III, 862).

Señor Jesucristo
Camino verdad y vida
Aviva en nosotros el deseo de contemplar siempre tu rostro
En los más pobres y necesitado.
Mantén en mí siempre la alegre esperanza
De encontrarme un día contigo en la vida eterna,
Tú que vives y reinas con el Padre
En comunión con el Espíritu santo
Y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Reza tres padres nuestros. Tres ave marías y gloria al Padre.

Oración final:

Oh Dios que a san Pío de Pietrelcina
Sacerdote Capuchino le has concedido el insigne privilegio
de participar de modo admirable en la pasión de tu Hijo,
concédenos por su intercesión,
identificaros en la muerte de Cristo
para participar de su resurrección.

 

 

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