El Escudo de la Fe. Tercer Día de la Novena

 
 
TERCER DÍA
 
EL ESCUDO DE LA FE
 
La fe es un don que  Dios nos hace a través de la acción de su Espíritu Santo en la vida del ser humano. Precisamente desde la fe es como podemos vivir como miembros del Cuerpo Místico de Cristo. Es la fe la que nos aúna con Dios y con los hermanos por medio de la gracia. Recurramos a algunos textos de la Sagrada Escritura para dejarnos iluminar por el Espíritu Santificador.
 
Que Cristo habite por la fe en sus corazones, para que arraigados y cimentados en el amor, puedan comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que los vaya llenando hasta la total Plenitud de Dios.  (Ef 3,17-19)
 
Habiendo,  pues,  recibido de la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios, por nuestro Señor Jesucristo. (Rom 5,1).
 
Entonces Jesús le dijo: Mujer, grande es tu fe: que te suceda como deseas. (Mt, 15,28).
 
 
Podríamos continuar con una lista casi interminable de textos de la Sagrada Escritura sobre la fe, pero para nuestra reflexión de hoy, creo que son suficientes. En las enseñanzas del P. Pío la fe ocupa el puesto preminente que le corresponde como  fundamento del edificio espiritual que se ha de proyectar y construir, y como principio unitivo y transformante del organismo sobrenatural. Cuanto se diga de la esperanza y de la caridad presupone la existencia  y el dinamismo de la virtud de la fe.
 
a). Naturaleza y excelencia de la fe
 
En efecto el P. Pío hace resaltar positivamente la función unitiva de la fe en Dios, verdad suma y objeto de la visión beatífica: <<Dios quiere desposarse con el alma en la fe y el alma que debe celebrar este desposorio celestial, debe andar en la fe pura, que es el medio adecuado y único para esta unión de amor >> (19-12-1913, I, 441). Y, por tanto se explica y comprende la insistencia con que recomienda reavivar siempre esta fe para conservar y acrecentar la unión con Dios, al mismo tiempo que se ponen en fuga todas las artes diabólicas que la puedan obstaculizar.
Considero que además el P. Pío quiere que las almas tengan ideas claras y precisas acerca de la naturaleza y excelencia de esta virtud, a fin de que puedan evitar las posibles desviaciones frente a ciertos fenómenos algún tanto desconcertantes y oscuros en relación con el camino de la perfección. Tanto la inteligencia como la voluntad tienen su parte en una aceptación meramente pasiva de los misterios y de las verdades reveladas; exige el esfuerzo y el dinamismo de la voluntad que propone al entendimiento las motivaciones verdaderamente aceptables. Es, por consiguiente, un conocimiento no directo, inmediato y evidente; pero tampoco meramente sensible o racional. Por tanto se debe evitar la ilusión de querer circunscribir la luz del conocimiento de la fe al campo de la evidencia; no implica la visión directa de la conexión entre las premisas y la conclusión; es oscura por su misma naturaleza y por lo mismo la inteligencia debe someterse a la decisión de la voluntad. Esto no obstante, de ninguna manera debe olvidarse que la fe es un don gratuito de Dios, que se ha de pedir mediante la oración, y se ha de solidificar y consolidar con actos personales, que se hacen meritorios precisamente por ser inspirados y dirigidos por esta virtud.
Estos y otros elementos hace resaltar el P. Pío cuando trata de poner de manifiesto la excelencia de la fe o de descubrir su intrínseca naturaleza para hacer que las almas turbadas por las dudas e incertidumbres recobren la serenidad.
El 22 de octubre de 1916, refiriéndose a algunos pensamientos de su director espiritual, el P. Agustín, escribe:
 
  • <<La fe viva, la creencia ciega y completa adhesión a la autoridad constituida por Dios respecto a ti, es la luz que iluminó los pasos del pueblo de Dios en su peregrinación por el desierto; es la luz que brilla siempre en la altura de todo espíritu adepto al Padre; es la luz que condujo a los Magos a adorar al Mesías recién nacido; es la estrella profetizada por Balaam; es la antorcha que dirige los pasos de estos espíritus desolados. Y esta luz, esta estrecha y esta antorcha son también las que iluminan tu alma, dirigen tus pasos para que no vaciles; robustecen tu espíritu en el amor divino y sin que el alma lo advierta, avanza siempre hacia la meta eterna. Tú no lo ves y no lo comprendes; pero no es necesario; tú no percibirás más que tinieblas, pero que no esconden el sol eterno. Ten seguridad que este sol es precisamente aquel que cantó el vidente de Dios: “A través de tu luz vemos nosotros tu luz” >> (Sal 35,10-III,400)
 
Y ya antes, el 6 de agosto de 1915, había escrito
  • <<Entre gemidos y ansiedades pedía San Pablo incesantemente el verse liberado,, pero el mismo Jesús le respondió que su gracia le sería bastante. Lo mismo dice a todas las almas que quieren amarlo con sinceridad y pureza de corazón. ¿cómo dudarlo? ¿No es él por ventura nuestro Dios, fiel más que todos los hombres, para no permitir que no seamos probados sobre nuestras fuerzas? >> (III, 92).
 
Y en el mes de marzo de 1916 añadía:
 
  • <<Creed, si es que no podéis persuadiros, que en vuestro espíritu brilla la luz y que no son ya las tinieblas que os parece contemplar. Creed que estáis cercanos ala aurora. Creed que Jesús, sol de justicia, está con vosotros, os quiere bien y siempre os querrá, con tal de que os prestéis a que actúe libremente en vosotros >> (III, 170).
 
  • <<Manteneos siempre firmes en la fe y siempre vigilantes que así desaparecerán las malas artes del enemigo […]. De modo especial reavivad la fe en las promesas de vida eterna que el dulcísimo Señor nuestro hace a quienes combatan con fuerza y valentía >> (26-11-1913, II, 249).
 
El director espiritual se alegra vivamente cuando ve que las almas avanzan por este camino con una inmensa confianza y un total abandono en la bondad del Padre Celestial:
 
  • <<¿Cómo no gozar al ver a una hija que ama a Dios, que conversa con Dios, siente a Dios y lo ve en la fe, sin el gusto de ningún afecto dulce y sensible? >> (13-6-1918, III, 301).
 
Con la gracia de Dios y la asistencia siempre fiel y activa del Espíritu Santo dejémonos ver seriamente y amorosamente por Dios para hacer ahora nuestra revisión de vida a la luz de lo anterior.
Dada la extensión y riqueza del tema, lo dividimos en dos partes, de tal manera que nos sirva para reflexionar en dos días.
 
PARA REFLEXIONAR Y REVISAR NUESTRA VIDA
 
  1. La fe es un don ¿Soy conciente de este regalo que Dios me ha hecho?
  2. ¿En qué y en quién creo?
  3. ¿Cómo ejercito mi fe?
  4. ¿Cómo manifiesto mi fe ante los demás, me avergüenzo de ella?
  5. ¿Qué significa para mí creer?
  6. ¿Cuál es mi compromiso de cara a Dios desde la fe?
 
OREMOS:
 
Señor Dios nuestro
Padre de misericordia y Dios de todo consuelo
Concédenos la luz del Espíritu Santo
Para creer, amar y dar a conocer
A tu Santísimo Hijo.
Tú que vives y reinas,
Por los siglos de los siglos. Amén.
 
Reza tres Padres nuestros, tres Ave María y Gloria al Padre…
Oración final:
 
Oh Dios que a san Pío de Pietrelcina
Sacerdote Capuchino
le has concedido el insigne privilegio
de participar de modo admirable
en la pasión de tu Hijo,
concédenos por su intercesión,
identificarnos en la muerte de Cristo
para participar de su resurrección.
Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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