El Yelmo de la Esperanza


EL YELMO DE LA ESPERANZA (1 Tes 5,8)

Nuestra alma en YHVH espera, él es nuestro socorro y nuestro escudo; que en él se alegra nuestro corazón, y en su santo nombre confiamos. Sea tu amor, YHVH, sobre nosotros, como está en ti nuestra esperanza. (Sal 33,20-22).

Y la esperanza no falta porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado  (Rom 5,5)

La esperanza es la virtud del exilio y el cristiano es el hombre de la esperanza. Esta es una doctrina aprendida y practicada en la “escuela de la cruz”, en la cual se respira una atmósfera de profunda serenidad, de alegría íntima, de certeza segura y de un optimismo iluminador. El P. Pío que de “esta escuela del dolor y del sacrificio” fue primero un aventajado discípulo y después un excelente y admirado maestro, llegó a ser muy pronto un convencido pregonero de esta virtud teologal; enseñó a vivir “alegres en la esperanza” (Rom 12,2); supo descubrir y comunicar los tesoros escondidos en esta virtud cristiana y fue un consolador de las almas afligidas, infundiendo en ellas confianza y seguridad, dilatando los corazones y despejando las sombras del espíritu.

a). Actitud y fundamento de este mensaje

 El mundo actual, al cual podemos denominar como la sociedad del bienestar, del consumismo y del hedonismo, tiene una gran necesidad de este optimista mensaje de la esperanza, porque a pesar de todas las apariencias seductoras es tremendamente triste y angustioso, caótico y carente de todo sentido profundo. Y, por desgracia, ni siquiera los cristianos respiran el aire confortante de la santa esperanza. Y ciertamente la esperanza se presenta como una ventana siempre abierta, por la cual penetran luz y fuerza, ayuda y consuelo, optimismo y firmeza, cosas tanto más necesarias cuanto que, por los misteriosos designios divinos, todos  debemos  hacer el doloroso peregrinaje terreno, caminando a tientas hacia las verdades más fundamentales expuestos a pruebas de toda clase, a conflictos, a dolores, a sufrimientos, y a tantos males causados por el pecado.

El P. Pío, sabio y experto director de espíritu, conoce a fondo la necesidad, la urgencia de esta virtud teologal y su sorprendente valor psicológico. No ignora ni minusvalora los obstáculos que se interponen en el ejercicio de esta virtud en orden a conseguir su fin primario; esto, no obstante, él contempla toda la problemática desde la óptica sobrenatural en una visión de fe; y desde el ángulo visual de la esperanza fundada y anclada en la fe, desarrolla seguro su magisterio de director espiritual.

La doctrina de la esperanza ocupa un puesto de primer plano en su magisterio. El estado particular de muchas almas a él confiadas le obligaba a detenerse en todos los aspectos del tema. Y se puede afirmar que de alguna manera en el epistolario se tratan todos los puntos importantes y esenciales de la teología de la esperanza: sus fundamentos y su contenido, las motivaciones y los objetos. De hecho, como se verá, toda la temática de la virtud teologal de la esperanza aparece ilustrada en las cartas de dirección espiritual. Desde luego no siempre es fácil, y a la vez ni siquiera posible, agrupar bajo un común denominador el pensamiento que insinúan los textos; pero del conjunto, aunque con alguna repetición, se descubren su doctrina y sus orientaciones.
 
b). Abrir el corazón a la esperanza

El alma comprometida seriamente en el seguimiento de Cristo, para llegar a la perfección cristiana debe recorrer el arduo camino con un corazón abierto y generoso siempre en tensión hacia el único fin, que un día podrá satisfacer en plenitud todas las legítimas aspiraciones. Por ello el P. Pío aconseja, propone, inculca, sin jamás cansarse, la esperanza que hace confiar en Dios y desconfiar en uno mismo.

Cada uno debe persuadirse de que esta virtud infusa es inseparable de la vida del bautizado.

  • <<Sí, el cristiano en el bautismo resucita en Jesús, es elevado a una vida sobrenatural, adquiere la bella esperanza de sentarse un día glorioso en el trono celestial. ¡Qué dignidad! Su vocación requiere una aspiración continua a la patria de los bienaventurados, considerándose como peregrino en esta tierra de exilio; la vocación de cristiano, digo, exige que no se ponga el corazón en las cosas de este bajo mundo: todo el cuidado, todo deseo del buen cristiano, que vive según su vocación, debe dirigirse a procurarse los bienes eternos; debe formarse un juicio tal de las cosas de aquí abajo, que pueda hacer estimar, apreciar sólo aquello que ayude al conseguimiento de los bienes eternos, y a tener por viles aquellas cosas que no ayuden a tal fin>> (16-11-1914, II, 229).

Es imposible el reseñar todas las expresiones, de que se sirve para impulsar a las almas a esperar y a poner siempre su confianza en Dios en su ayuda. Entre las más expresivas destacamos las siguientes:

  • <<Dejadlo andar una vez a ese triste casaco [Satanás] ; abrid más bien vuestro corazón lleno de una santa e iluminada confianza en Jesús […]. Y no te abandones nunca a ti misma; pon toda tu confianza sólo en Dios, espera de él toda fuerza y no desees demasiado ser liberada del estado presente>> (29-3-1914, II, 61-64).
  • <<Fuera, pues, los temores de nuestro ánimo; abramos el corazón a la confianza, pidamos siempre a Jesús esta paz con un beso de su boca divina>> (7-9-1915, II, 305).
  • <<Es preciso, pues, afianzarse en una esperanza. Ascendamos, ascendamos, sin cansarnos jamás, a la celeste visión del Salvador, alejémonos poco a poco de los afectos terrenos, despojémonos del hombre viejo y aspiremos a la felicidad, que nos está preparada>> (31-10-1916, III- 406).

c). Elementos constitutivos

No hay duda de que la esperanza teologal se apoya en sólidos y válidos fundamentos y no es difícil descubrir sus elementos constitutivos. El alma debe ardientemente desear e intensamente amar a Dios, como a su único y sumo Bien. Supuesta nuestra humana naturaleza, este amor y este deseo no excluyen la que puede interesar útilmente a la persona, como serían los bienes temporales, la salud, los medios idóneos para alcanzar el fin. Esto no obstante, conociendo la sublimidad de la visión beatífica y la debilidad y la desproporción de las fuerzas humanas, es instintivo y casi natural el miedo y la desconfianza de poder conseguirla y de acertar de manera conveniente con los medios útiles y necesarios. Por ello cuentan la confianza y el descanso en la bondad de Dios, en su omnipotencia y en su misericordia. Porque Dios es sumamente bueno, no negará lo que conviene y porque es poderoso en todo, encontrará siempre la manera de superar todas las dificultades y de remover todos los obstáculos. Esta constatación debe originar en el alma una confianza filial que honra a Dios y hace que el hombre desconfíe siempre de sus fuerzas, al par que hace desaparecer vigorosamente dudas, incertidumbres y temores.

Con facilidad todas las personas que puedan acceder a este apartado podrán descubrir estas y otras verdades en los textos siguientes, seleccionados de las cartas del P. Pío.

  • <<Tened confianza ilimitada en la bondad divina, que la victoria será segurísima. ¿No es él nuestro Dios interesado más que nosotros mismos de nuestra salvación? ¿No es él más fuerte que el mismo infierno? ¿Quién podrá resistir y vencer al monarca de los cielos? ¿Qué son el mundo, el demonio y la carne, todos nuestros enemigos delante del Señor? >> (25-4-1914, II, 79).
  • <<Jesús os quiere toda para sí, quiere que pongáis toda vuestra confianza y todo vuestro afecto en él sólo>> (14-7-1914, II, 129).
  • <<No os abandonéis a vos misma, cuando arrecia la tempestad; poned toda vuestra confianza en el corazón del dulcísimo Jesús>> (28-2-1915, II, 361).
  • <<No os abandonéis a las acometidas de Satanás. Vuestra confianza siempre en Dios; con ella siempre adelante. De modo especial debéis demostrarlo en la prueba presente, cuyo final será para gloria de Dios y gran triunfo para vuestra alma>> (25-3-1915, II, 375).
  • <<Confianza ilimitada en Dios, aun cuando la desventura y las asechanzas del enemigo os molesten. Quien en Dios se abandona, y en él confía nunca será confundido>> ( 30-3-1915, II, 383).
  • <<Mientras tanto, no desconfiad de la divina providencia, confiad en Dios; abandonaos en él; dejadle el cuidado total de vos misma y estad tranquila que no seréis confundida […]. Confianza, por tato, vuelvo a inculcaros, que nada puede temer un alma que confía en el Señor y en él pone su propia esperanza>> (10-4-1915, III, 394).
  • <<Es preciso todavía tener una gran confianza en la divina providencia para poder practicar la santa simplicidad […]. Pues bien, hagamos igualmente nosotros la provisión de maná para un solo día, y no dudemos de que Dios proveerá para maña y también para todos los días de nuestra peregrinación>> (3-3-1917, III, 684).
  • <<En medio de las tribulaciones, que pueden afligiros; poned toda solicitud en nuestro Bien, sabiendo que él cuida de nosotros  más que una madre de su hijo>> ( 26-11-1914, II, 246).
    Otro elemento importante, el factor personal, el esfuerzo de cooperación en el uso de los medios desproporcionados. La esperanza no es una virtud estática, pasiva, sino activa y dinámica. Comporta un dinamismo de fecunda actividad santificadora; impulsa, es verdad, a confiar siempre en el auxilio divino, pero sin descuidar ni minusvalorar la aportación humana. De hecho si algo hemos de destacar aquí es precisamente eso: la gran apertura sin límites ni restricciones del P. Pío a la gracia de Dios. Debido a esta disponibilidad  incondicional, Dios pudo hacer obras grandes y maravillosas en este humilde fraile. Mientras la visión del sumo Bien estimula a desearlo, multiplica las energías e invita al valor y a la perseverancia, evitando los dos extremos, la presunción y la desesperación. De hecho esto lo descubrimos muy claramente en el P. Pío, esperó contra toda esperanza y permaneció en la más transparente y verdadera humildad.  
  • <<No temáis, insisto, más bien confiad en la divina misericordia, humillaos ante la piedad de nuestro buen Dios y agradecedle todos los favores que quiere concederos y que ya os ha concedido hasta el presente.>> (27-4-1917, III, 736).
  • <<Trabaja que será grande la recompensa que Jesús te reserva allá arriba>> (5-2-1923, III, 802).
En este tema como en el siguiente les invito a formularse sus propias preguntas o seguir las inspiraciones del Espíritu Santo para su reflexión. Como han podido constatar el tema es muy denso y extenso, así que cada quien siéntase con la libertad de trabajarlo como mejor le parezca.

Señor Jesucristo

Camino verdad y vida

Aviva en nosotros el deseo de contemplar siempre tu rostro

En los más pobres y necesitado.

Mantén en mí siempre la alegre esperanza

De encontrarme un día contigo en la vida eterna,

Tú que vives y reinas con el Padre

En comunión con el Espíritu santo

Y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.

 

Reza tres padres nuestros. Tres ave marías y gloria al Padre.

 

Oración final:

 

Oh Dios que a san Pío de Pietrelcina

Sacerdote Capuchino le has concedido el insigne privilegio

de participar de modo admirable en la pasión de tu Hijo,

concédenos por su intercesión,

identificaros en la muerte de Cristo

para participar de su resurrección.

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