Bautizados con Cristo
22 de marzo
¿Cuál debe ser la divisa del cristiano? Dejemos que lo diga el apóstol de las gentes: «¿Ignoráis acaso – dice el santo apóstol, escribiendo a los Romanos – que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte?»; y ¿no recuerdas tú que todos nosotros, que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?
Por lo tanto, al decir de san Pablo, el bautismo, mediante el cual llegamos a ser hijos de Dios y herederos de su reino, es modelo, participación y copia de la muerte de Cristo. El bautismo es modelo de la muerte de Jesucristo, porque, así como Jesús por medio de la cruz ha padecido, del mismo modo a nosotros con el signo de la cruz se nos confiere el bautismo; así como Jesús fue sepultado en la tierra, de la misma forma nosotros somos sumergidos en las aguas del santo bautismo.
El bautismo es también participación en la muerte de Jesús, porque el bautismo aplica los misterios que representa y, por tanto, produce los efectos de la muerte de nuestro Redentor. La muerte de Cristo se nos aplica en nuestro bautismo de igual modo que si ella fuese la nuestra y nosotros estuviéramos crucificados con él; y es en virtud de esta muerte que a nosotros se nos quita todos los pecados, tanto en cuanto a la culpa, como a la pena.
Finalmente, se ha dicho que el bautismo es copia de la muerte de Jesús. Nosotros, al decir de san Pablo, somos bautizados «in morte ipsius», en su muerte; es decir, para imitar la muerte de nuestro Redentor. Por tanto, lo que fue la cruz para Jesucristo, eso es el bautismo para nosotros. Jesucristo fue clavado en la cruz para que muriera según la carne; nosotros somos bautizados para morir al pecado, para morir a nosotros mismos. Jesucristo en la cruz sufrió en todos sus sentidos; de igual modo nosotros por el bautismo debemos llevar la mortificación de Jesús en todos nuestros miembros; esto es precisamente lo que san Pablo escribe en la segunda carta enviada a los fieles de Corinto: «Llevamos siempre en nuestros cuerpos los sufrimientos de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo».
(19 de septiembre de 1914, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 174)
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