Éxtasis




27 de marzo

Siento que los éxtasis han aumentado en intensidad y suelen venir con tal ímpetu que todos los esfuerzos por evitarlos no sirven de nada. El Señor ha llevado al alma a un desapego mayor de las cosas de este bajo mundo; y siento que la va fortaleciendo cada vez más en la santa libertad de espíritu.

Me parece que, en el fondo de esta alma, Dios ha derramado muchas gracias que se orientan a la compasión de las miserias de los demás, especialmente de los pobres necesitados. La grandísima compasión que siente mi alma a la vista de un pobre, le provoca en su mismo centro un vehementísimo deseo de socorrerlo; y, si atendiera a mi voluntad, me llevaría a despojarme hasta de mis ropas interiores para vestirlo a él.

Además, si sé que una persona está afligida, lo mismo en el alma que en el cuerpo, ¿qué no haría yo ante el Señor para verla libre de sus males? Con tal de verla libre, yo cargaría con gusto con todas sus aflicciones, cediendo en su favor el fruto de tales sufrimientos, si el Señor me lo permitiera.

Gracias a los dones con los que el Señor no deja de enriquecerme, me encuentro bastante mejor en la confianza en Dios. En otro tiempo, con frecuencia me parecía necesitar de las ayudas de los demás; ahora ya no. Sé por propia experiencia que el verdadero remedio para no caer está en apoyarse en la cruz de Jesús, confiando sólo en él, que quiso permanecer colgado por nuestra salvación.
 (26 de marzo de 1914, al P. Benedicto de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 460)

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