Queridísimo padre...



31 de marzo

Mi queridísimo padre, recordando las muchas atenciones que me ofrece, creo que es para mí un sagrado deber, ahora que se aproxima la santa Pascua, no dejarla pasar sin deseársela llena de todas aquellas gracias que le pueden hacer feliz aquí en la tierra y bienaventurado en el cielo.

Éste, padre mío, es el augurio que sé hacerle; y creo que le será muy grato. Además, en esa solemnidad no dejaré, en mi indignidad, de rogar a Jesús resucitado por su hermosa alma, si bien es cierto que no me olvido ningún día de orar por usted.

En estos días santos, más que de costumbre, soy duramente atormentado por ese barbablú. Le pido, pues, que ruegue vivamente al Señor para que no quede prisionero de este común enemigo.

Pero Dios está conmigo y los consuelos, que me hace gustar de forma constante, son tan dulces que no podría describirlos.

(31 de marzo de 1912, al P.Benedicto de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 269)

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