El alma!




26 de marzo

El alma a la que el Señor pone en tal estado, enriquecida con tantos conocimientos, debería ser más locuaz; y sin embargo no es así, ella queda casi muda. No sabría si éste es un fenómeno que se da sólo en mí. Con palabras demasiado genéricas, y casi siempre sin sentido, consigue el alma manifestar una partecita de aquello que en ella va realizando su esposo.

Créalo también, padre mío, que todo esto no es tormento pequeño para el alma. Aquí le acontece al alma lo que le sucedería a un pobre pastorcito si fuera introducido en una estancia real, donde hay colocados un sin fin de objetos preciosos, que él nunca ha visto. El pastorcito, al salir de la estancia real, con seguridad que tendría en su mente todos aquellos objetos tan variados, preciosos y bellos; pero, con seguridad también, que no sabría ni concretar el número ni llamarlos por su propio nombre. Él desearía comunicar a los demás todo lo que ha visto; se serviría de todas sus posibilidades intelectuales y científicas para conseguirlo; pero, al ver que todos sus esfuerzos no logran hacerse entender, opta por guardar silencio.

 (26 de marzo de 1914, al P. Benedicto de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 460)

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